Cap 4.
De modo que se llamaba así: Jacobo. No le sonaba aquel nombre. Eran muchos en él pueblo, y la separación entre hombres y las mujeres era muy grande pasada la infancia.
Nora le contempló. Era un hombre alto, de cabello oscuro y más buen largo, bien peinado y recogido en la nuca con un adorno de madera tallada, en él que Nora reconoció la mano de aquel entalladador joven, ¿comó se llamaba? Tomás.
Sí, exactamente: Tomás él Entallador le llamaban. Era todavía un muchacho de la edad de Nora, pero ya se había distinguido por sus grandes dotes, y las tallas que salían de sus hábiles manos eran muy solicitadas por la gente importante del pueblo.
La gente corriente no usaba adornos. La madre de Nora llevaba al cuello una correa con un colgante, pero lo tenia siempre escondido debajo del vestido.
Su defensor ordenó él montón de papeles que tenia delante en la mesa; Nora se había fijado en que los marcaba cuidadosamente mientras escuchaba a la acusadora.
Sus manos grandes y de dedos largos, se movían con seguridad, sin vacilar, sin incertidumbre.
Vio que en la nunca derecha llevaba una pulsera de cuero trenzado, y que más arriba su brazo era nervudo y musculoso.
No era viejo. Su nombre, Jacobo, aún tenia tres sílabas, y él pelo no se le había vuelto gris. Nora calculó que estaría en la mitad de la vida; quizá fuera de la edad de su madre.
Jacobo miró él papel de los que tenía en las manos. Desde donde estaba, Nora veía las marcas que él estaba examinando. ¡Qué lástima no sabe leer!
Entonces Jacobo tomó la palabra.
-Responderé a las acusaciones una por una -dijo, y mirando al papel repitió las mismas palabras que había dicho Vandara, aunque sin imitar su tono encolerizado-."La niña debería haber sido llevada al Campo cuando nació y aún no tenia nombre. Es lo que se hace"
¡Así que era eso lo que había marcado! ¡Había escrito las palabras para poder repetirlas! Aunque era doloroso volver a oír las acusaciones, Nora comprendió admirada él valor de la repetición.
No podría haber discusiones, después, sobre que se había dicho.
¡Cuantas veces surgían peleas y batallas entre los niños por él tú dijiste, él dijo que tú habías dicho, y sus infinitas variantes.
Jacobo dejó los papeles sobre la mesa y alzó un pesado volumen encuadernado en piel verde. Nora observó que cada uno de los guardianes tenía el suyo idéntico.
Jacobo abrió él libro por una página que había señalado antes. Nora le había visto pasar las hojas mientras Vandara exponía su acusación.
-Tiene razón la acusada al decir que es lo que se hace -dijo Jacobo dirigiéndose a los guardianes. Nora se sintió traicionada. ¿No le habían elegido para defenderla?
Jacobo estaba mostrando una pagina de texto apretado. Algunos de los hombres hojeaban sus libros verdes en busca del mismo pasaje. Otros se limitaron a asentir, como si lorecordaran tan bien que no tuvieran necesidad de releerlo.
Nota vio que Vandara sonreía ligeramente.
Derrotada, palpó de nuevo el cuadrito de tela de su bolsillo. Ya no daba calor. Ya no daba consuelo.
-Pasando, sin embargo -estaba diciendo Jacobo-. al tercer bloque de enmiendas...
Todos los guardianes pasaron las hojas de sus libros. Hasta los que aquéllos que hasta ese momento los habían tenido cerrados los abrieron y buscaron él lugar.
-Esta claro que se pueden hacer excepciones.
-Se pueden hacer excepciones -repitió uno de los guardianes, leyendo las palabras mientras recorría la página con él dedo.
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En Busca Del Azul
Teen FictionLIBRO II 1-El dador de los recuerdos 2-En busca de azul