Cap 8
Mat quería una ir.
-Has de necesitarnus a mí y a Palu como protectores -dijo-. El bosque está llenu de animales feroces.
Nora se echó a reír.
-¿Protectores, vosotros?
-Yo y Palitu somos durus -dijo Mat, flexionando unos músculos que no se le veían en aquellos brazos flacos-. Yo sólo soy pequeñu en apariencia.
-Jacobo ha dicho que no hay peligro mientras uno no se aparte del camino -le recordó
Nora; pero para sus adentros pensó que sería divertido llevarles a los dos, niño y perro, de acompañantes.
-Pero suponte que te pierdes -dijo Mat-. Yo y Palu sabemus salir de cualquier sitiu.
De fiju que nos necesitarás si te pierdes.
-Pero voy a estar fuera todo el día. Pasaréis hambre. Mat sacó triunfalmente un gran mendrugo de pan del voluminoso bolsillo de sus calzones.
-Mangué este pan del panaderu -declaró con orgullo.
De modo que se salió con la suya, y Nora tuvo compañía para internarse en el bosque. Era como una hora de camino. Jacobo había dicho bien: no parecía haber ningún peligro.
Aunque árboles apretados sombreaban la senda, y en la espesura se oían crujidos y gritos desconocidos de pájaros raros, nada parecía amenazador. De vez en cuando Palo perseguía a un pequeño roedor o metía el hocico en un hoyo, asustando al animalillo que tuviera allí dentro su casa.
-De fiju que todo por aquí hay culebras -dijo Mat sonriendo maliciosamente.
-No me dan miedo las culebras.
-Pues a todas las chicas les dan miedu.
-A mí no. En la huerta de mi madre siempre había culebras pequeñas. Ella decía que eran amigas de las plantas, porque se comían los insectos.
-Como Palitu. ¡Mira, cazó un saltamontes! -señaló Mat; su perro se había abalanzado sobre un pobre animalillo de largas patas-. Ha de ser un saltamontes padre porque es muy grande.
-¿Un saltamontes padre? -Nora se echó a reír, porque nunca había oído aquel razonamiento-. ¿Tú tienes padre? -preguntó al niño con curiosidad.
-No. Túvelo, pero ahora sólo tengu madre.
-¿Qué fue de tu padre?
Él se encogió de hombros.
-No sé. En la Nava -añadió- es distintu. Muchos no tienen padre. Y los que sí, le tienen miedo, porque los padres son muy pegones. Mi madre también es pegona -añadió dando un suspiro.
-Yo tuve padre. Fue un gran cazador -dijo Nora con orgullo-. Hasta Jacobo lo dijo. Pero se lo llevaron las fieras -explicó.
-Sí, oílo -Nora vio que Mat intentaba poner cara de tristeza en atención a ella, pero tenía un temperamento tan alegre que no le resultaba fácil. Ya estaba apuntando a una mariposa, entusiasmado de ver el brillante color naranja de sus alas en la penumbra del bosque.
-¿Ves esto? Me lo trajiste con las cosas de mi madre, ¿te acuerdas? -Nora se sacó el colgante de piedra de debajo del vestido.
Mat asintió.
-Es todo murado. Y reluce.
Nora se lo volvió a meter con cuidado bajo la ropa.
-Es un regalo que le hizo mi padre a mi madre.
Mat arrugó la cara, pensando.
-¿Qué es un regalu? -preguntó.
Nora se sorprendió de que no lo entendiera.
-Cuando quieres a una persona y le das algo especial, algo que esa persona apreciará mucho, eso es un regalo.
Mat se echó a reír.
-En la Nava no hay eso -dijo-. En la Nava, si darte algo especial es una patada en el traseru. Pero eso tuyo es bonitu -añadió cortésmente-. Suerte tuviste que yo lo salvara.
Fue un largo viaje para Nora, arrastrando su pierna torcida. El bastón se le enganchaba en las raíces nudosas del camino, y de vez en cuando daba un traspiés. Pero estaba acostumbrada a la torpeza de movimientos y al dolor; llevaba toda la vida con ellos.
Mat se había adelantado corriendo con Palo, y volvió muy excitado anunciando que ya habían llegado, que era a la vuelta del recodo siguiente.
-¡Es una casita chica! -gritó-. ¡Y la vieja está fuera en el huertu, y tiene las manos engurruñadas con los colores del arcu iris!
Nora apretó el paso, y al doblar el recodo entendió lo que quería decir. Delante de una choza diminuta, una anciana encorvada, de pelo blanco, estaba atareada junto a un jardín lleno de flores.
Se agachaba a un cesto que tenía en el suelo, sacaba manojos de hilos de colores vivos -distintos tonos de amarillo, desde el limón más claro hasta un castaño dorado fuerte - y los iba colgando de una cuerda tendida entre dos árboles. En la cuerda había ya otros hilos más oscuros, color ladrillo y rojos.
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En Busca Del Azul
Teen FictionLIBRO II 1-El dador de los recuerdos 2-En busca de azul