—¿Y esa puerta de ahí? ¿Es ahí donde tú tienes el agua de cocinar y la bañera? ¿Tú la usas? Es una complicación, estando tan cerca el arroyo.
—Las auxiliares te enseñarán cómo funciona —explicó él.
—¿Quiénes son las auxiliares?
—La que te ha traído la comida es una auxiliar. Te ayudarán en todo lo que necesites. Y uno de los guardianes vendrá a verte todos los días.
Bien. Tomás parecía saber cómo funcionaban las cosas. Sería una ayuda, pensó Nora, porque para ella todo era tan nuevo, tan desconocido.
—¿Tú hace mucho que vives aquí? —preguntó cortésmente.
—Sí —respondió él—. Desde que era muy pequeño.
—¿Y cómo fue que viniste?
El muchacho hizo memoria frunciendo las cejas.
—Acababa de empezar a hacer talla. Era un crío muy pequeño, pero no sé cómo había descubierto que con un pedazo de madera y una herramienta afilada podía hacer dibujos. A todo el mundo le parecía portentoso —se rió—. Será que lo era.
También Nora rió, porque se estaba acordando de cuando ella, siendo muy pequeña, descubrió que en sus dedos había una especie de magia para manejar los hilos de colores, y lo asombrada que se quedó su madre y la cara que puso el guardián. Habría ocurrido lo mismo, pensó, con aquel chico.
—No sé cómo los guardianes se enteraron de lo que hacía, y vinieron a nuestra barraca y les gustó mucho.
"Todo muy parecido", pensó Nora.
—Después —continuó Tomás—, al poco tiempo, una tormenta mató a mis padres. Murieron los dos a la vez, por un rayo.
Nora se quedó atónita. Ella había oído hablar de árboles muertos por un rayo, pero no de personas. Las personas no salían cuando había tormenta.
—¿Tú estabas allí? ¿Cómo es que no te pasó nada?
—No, yo estaba solo en la barraca. Mis padres habían ido a hacer no sé qué. Recuerdo que había venido un mensajero a buscarles. Pero entonces fueron a recogerme unos guardianes y me dijeron que habían muerto.
Fue una suerte que me conocieran y supieran que mi trabajo tenía valor, a pesar de que todavía era muy pequeño. Porque si no me habrían dado. En lugar de eso me trajeron aquí.
—Aquí vivo desde entonces —e hizo un gesto que abarcaba la habitación—. Estuve mucho tiempo practicando y aprendiendo. Y he hecho adornos para muchos de los guardianes. Pero ahora hago trabajo de verdad. Trabajo importante.
Señaló con la mano, y Nora vio un cayado largo apoyado en la mesa, igual que ella dejaba apoyado el bastón. Pero aquel cayado tenía una decoración muy complicada, y por las virutas que había encima de la mesa se veía que el muchacho estaba trabajando en él.
—Me han dado unas herramientas maravillosas —dijo Tomás.
Fuera sonó la campana. Nora se despistó. Cuando vivía en la barraca, el sonido de la campana significaba que era hora de ir a trabajar.
—¿Debo volver a mi cuarto? —preguntó—. Pensaba dar un paseo hasta el arroyo.
Tomás se encogió de hombros.
—Es lo mismo. Puedes hacer lo que quieras. En realidad no hay reglas. Sólo se trata de que hagas el trabajo para el que te han traído aquí. Comprobarán lo que vas haciendo cada día.
Yo ahora voy a ver a la hermana de mi madre, que ha tenido un hijo. Una niña. Mira, le llevo un juguete —metió la mano en el bolsillo y mostró a Nora un pájaro primorosamente tallado. Estaba hueco; se lo llevó a los labios y lo hizo sonar—. Lo hice ayer —explicó—. Me quitó tiempo del trabajo normal, pero no mucho. Fue fácil. Estaré de vuelta para el almuerzo — añadió—, porque esta tarde tengo que trabajar. ¿Me llevo la bandeja a tu cuarto y comemos juntos?
Nora asintió encantada.
—Mira —dijo Tomás—, aquí viene la auxiliar que recoge las bandejas del desayuno. Es muy simpática. Pregúntale... No, espera. Yo se lo digo.
Bajo la mirada curiosa de Nora, Tomás se acercó a la auxiliar y le dijo unas palabras. Ella asintió
—Vuelve con ella a tu cuarto, Nora —dijo Tomás—. No te hace falta ir al arroyo. Ella te explicará lo del cuarto de baño. ¡Nos vemos a la hora de comer!
Se echó al bolsillo el pajarito tallado, cerró la puerta de su cuarto y se alejó por el corredor.
Nora se fue por donde había venido, detrás de la auxiliar.
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En Busca Del Azul
Ficção AdolescenteLIBRO II 1-El dador de los recuerdos 2-En busca de azul