La primera vez de Albus

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El pequeño Albus Potter tenía seis meses de vida, pero era ya lo bastante inteligente como para tener algunos juguetes. Sus padres estaban a la vez sorprendidos y orgullosos de su precocidad. Para Albus, el mundo se reducía a lo que podía ver desde su cuna y lo que podía tocar con sus manos, sin contar las ocasiones en que su mamá lo alimentaba. De vez en cuando, su mamá y el hombre a quien ella llamaba Harry tenían ramas en las manos y los usaban para lanzar rayos y chispas de bellos colores que lo hacían sonreír. Albus siempre estiraba las manos cuando esto ocurría, primero hacia las luces y luego, cuando su cerebro comprendió que las luces eran producidas por las ramas de sus padres, hacia dichas ramas. Ansiaba sostenerlas y hacer que echasen esas mismas luces.

Cuando sus padres no hacían magia frente a él, su entretenimiento preferido era jugar con su sonajero. Los colores y sonidos que brotaban de él eran muy lindos, y podía estar horas sacudiéndolo y sonriendo de felicidad. Casi siempre se dormía con el sonajero, y su madre o su padre se lo quitaban suavemente para evitar que se lastimase con él accidentalmente durante el sueño.

Fue pocos días después de cumplir los seis meses que Albus se despertó, como siempre, sin el sonajero en la mano. Al ya había pasado por eso muchas veces y sabía que era inútil buscarlo entre las sábanas de su cuna. Su única opción era llorar para que mamá o Harry viniesen y se lo devolviesen. El niño se sentó (hacía pocas semanas que podía sentarse más o menos sin ayuda) y preparó sus pulmones, pero de pronto sus ojos notaron la presencia de su juguete preferido encima de la cómoda, ubicada a pocos metros de su cuna.

Albus quería ese sonajero, y lo quería ahora. Sabía que aún llorando con fuerza sus padres tardarían un largo en darle el juguete de vuelta, y carecía de la paciencia necesaria para esperar. De modo que estiró las manos hacia el objeto, ansiando poder alcanzarlo con todas sus fuerzas.

Y de reprente, Albus sintió como si una fuerza interior, casi como una extremidad invisible, saliese de su cuerpo en dirección al sonajero. Entusiasmado, Albus estiró mentalmente ese brazo extra y llegó a tocar el sonajero, que se movió un poco. El bebé podía sentir la textura lisa y un poco fría del plástico. Y luego quiso acercarlo hacia su cuna.

Lo que ocurrió a continuación fue rapidísimo. El sonajero, lejos de flotar lentamente hacia Albus, se lanzó hacia él como atraído por un imán. Albus apenas tuvo tiempo de cerrar instintivamente los ojos antes de que su juguete lo golpease en la frente. El bebé empezó a llorar a todo pulmón antes aún de que viniese el dolor del impacto.

Ginny, que estaba ya subiendo las escaleras para despertar a Albus, escuchó el llanto y subió corriendo. A pesar de los casi diez años de paz transcurridos desde la muerte de Lord Voldemort, todavía seguía temiendo la posibilidad de un ataque de los Mortífagos que continuaban en libertad. De hecho, el nacimiento de sus dos hijos había aumentado sus temores, porque podía enfrentar una amenaza contra su propia vida o la de Harry, pero no contra la de aquellos niños, carne de su carne y sangre de su sangre. Sacando su varita, la mujer corrió por el pasillo y entró al dormitorio de su hijo menor, pero se encontró "apenas" con el bebé sentado en su cuna llorando y con una marca roja en la frente. Aliviada, Ginny guardó la varita y levantó al niño de la cuna para examinar el golpe.

-¿Con qué te hiciste esto, corazón? -preguntó suavemente. Luego vio entre las sábanas el sonajero de Albus, el mismo sonajero que ella había sacado de la cuna la noche anterior, cuando Al se durmió, y una idea empezó a formarse en su mente. Fue entonces que Harry entró en la habitación, con más parsimonia que su esposa pero un poquito alarmado.

-¿Qué ocurre, Ginny? -preguntó.

-¿Tú le devolviste esto? -replicó ella mostrándole el sonajero.

-No, Ginny -dijo Harry con calma.

-¿Seguro?

-Por supuesto. Yo lo acosté y tú viniste a ver si estaba dormido y acomodarlo.

-Entonces... creo que esto significa que nuestro hijo es un mago. Porque solo con magia habría podido alcanzar el sonajero.

-¿Y por qué llora? -dijo Harry, en cuyo rostro comenzaba a dibujarse una sonrisa.

-Porque le pegó en la frente.

-Pobre niño -dijo Harry mientras lo tomaba de los brazos de su madre y lo acunaba. Albus estaba empezando a tranquilizarse. El dolor del golpe era cada vez menos intenso, y el estar en manos de ese hombre lo hacía sentir más seguro-. Espero sinceramente que la magia te sea más útil en el futuro, hijo -añadió mientras lo besaba en la frente.

-Creo que esto amerita una celebración -dijo Ginny mientras contemplaba con ternura a dos de las tres personas más importantes de su vida-. Creo que nadie en mi familia ha tenido su primer estallido involuntario de magia a tan corta edad.

-Nuestro Albus Severus será un gran mago -sentenció Harry mirándolo con amor y orgullo a los ojos.

[NOTA: Quiero dedicarles este breve capítulo a Aldi y a Durward. En el caso del segundo, espero que su problema -sea cual sea- se solucione pronto. También quiero aclarar que no estoy 100% seguro que jugar con sonajeros sea precoz en un bebé de 6 meses, pero ¿qué quieren? No soy pediatra, soy estudiante de Historia. Un abrazo a todos y a todas.]

Harry Potter Y El Hacedor De ReyesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora