El otro Pensadero III

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[Me encontré esta imagen . Me parece que las ropas son bastante anacrónicas, más del siglo XVIII que del XIX, pero Dumbledore y Grindelwald están muy bien dibujados. Espero que les guste este capítulo, y que dejen comentarios.]

La expresión que apareció en el rostro de Dumbledore al ver por primera vez a Gellert Grindelwald le pareció a Harry idéntica a la que había visto mientras miraba a Aberforth alimentar a Ariana, una expresión de felicidad casi culpable. No obstante, al cabo de pocos segundos, la expresión mutó casi imperceptiblemente a otra de simple cortesía. El joven le estrechó la mano al sobrino-nieto de Bathilda Bagshot y dijo:

-Hola, Gellert, ¿cómo estás?

-Muy bien, gracias. ¿Así que es por ti que mi querida tía me sacó de la cama? -dijo Grindelwald con una sonrisa.

Albus se sonrojó ligeramente, pero no pudo disculparse pues fue interrumpido inmediatamente por Bathilda, quien comenzó a hablar de todos los logros y méritos que el muchacho había alcanzado a sus diecisiete años. Albus se sonrojó aún más, pero Grindelwald esbozó otra de sus sonrisas, como diciéndole a Dumbledore que no se preocupase pues era la enésima vez que Bathilda hacía un repaso por su meteórica carrera académica.

Finalmente Grindelwald decidió poner fin a la perorata de su tía-abuela, que estaba hartándolo a él, a Dumbledore y al invisible Harry.

-Dime, Albus, ¿estás leyendo algo actualmente?

Con una expresión de agradecimiento, Dumbledore repuso:

-Qué curioso, todo el mundo suele preguntarme si estoy escribiendo algo. Deben suponer que siempre estoy leyendo y que preguntarme eso sería como preguntarme si estoy respirando.

"Lamentablemente, tengo que decir que no estoy leyendo nada por ahora. El funeral de mi madre me ha tenido muy ocupado, y antes de eso había estado ocupado con los preparativos para un viaje a Grecia, que tuve que cancelar.

-E imagino -contribuyó Bathilda- que tu hermana debe darte muchos problemas.

-Sí, ella también me mantiene distraído.

-¿Cómo se llama tu hermana?

-Ariana.

-¿Es muy pequeña?

-Acaba de cumplir trece años.

-¿Por qué necesitas cuidarla?

-Ha estado enferma desde los seis años. Mi madre la hizo revisar por toda clase de especialistas, medimagos y doctores muggles por igual, pero nunca descubrieron exactamente qué le pasaba. Padece una especie de debilidad crónica, apenas puede levantarse de la cama. Pero bueno -dijo Dumbledore, cambiando de tema-, tú me preguntaste si estaba leyendo algo, no creo que te interese oír sobre la enfermedad de mi hermana.

Estaba claro que Grindelwald quería hacerle muchas más preguntas sobre Ariana, pero prefirió guardarlas para después.

-Hace unos meses que tengo en mi lista de espera a un libro que me compré en Flourish & Blotts, La sociedad muggle y la sociedad mágica en el siglo XIX, de Montgomery Crouch. Él es profesor de una nueva asignatura que se creó en Hogwarts, Estudios Muggles. Yo tuve clases con él en mi último año, y es un hombre muy inteligente.

-Yo leí su libro en Durmstrang. El mensaje que transmite es simple: que la sociedadmuggle ha evolucionado enormemente desde la Edad Media y que no intentarían matarnos (a los magos y brujas, quiero decir) si levantásemos el Estatuto Internacional del Secreto. La mayor parte del libro es de datos sobre la evolución que han experimentado las ideas muggles desde fines del siglo XVIII, lo que ellos llaman la Razón o la Ilustración. Las teorías de Crouch están en el último capítulo.

-Parece interesante. Aunque desde el vamos hay algo en lo que no estoy de acuerdo con el profesor Crouch: que nosotros podríamos ser una amenaza mayor para los muggles que ellos para nosotros.

Grindelwald sonrió escépticamente.

-Yo tampoco coincido con su mensaje, aunque es en otro punto.

-¿Cuál?

-No creo que tengamos tiempo para discutirlo ahora -dijo Grindelwald con tranquilidad-. Imagino que debes tener mucho que hacer.

-En verdad, sí. Debo ir a mi casa a prepararles el desayuno a mis hermanos. Mi hermano Aberforth no puede cocinar usando magia por ser menor de edad, y es desastroso cocinando por medios convencionales, así que yo debo hacerles todas las comidas.

-Tengo una idea, Albus -intervino nuevamente Bathilda-. ¿Por qué no pasas de nuevo por aquí después de que tus hermanos desayunen? Así podrás seguir tu charla con Gellert y de paso llevarlo a conocer el Valle de Godric. Me encantaría hacerlo yo misma, pero mis piernas ya no son lo que eran y al fin y al cabo tú has vivido aquí casi toda tu vida.

-Si Gellert no prefiere hacer otra cosa... -dijo Albus, insinuando que quizá el chico querría volver a dormir.

-No, para nada, Albus. Es mejor que vaya conociendo este pueblo, dado que aquí pasaré el verano.

Albus se despidió de Grindelwald y se dirigió a la puerta con Bathilda. En ese momento la escena se disolvió, y Harry se encontró en la puerta de la casa de la señora Bagshot, donde Grindelwald estaba sentado esperando a Dumbledore. Unos pocos segundos después apareció el futuro director de Hogwarts, con un aspecto un poco más reposado y aliñado que antes.

Durante la siguiente hora u hora y media los dos adolescentes pasearon por el Valle de Godric, conversando de trivialidades: "en aquella casa vive tal familia mágica, en aquella vive tal otra..." Cuando pasaron por la casa donde sus padres vivirían sus últimos meses y luego serían asesinados, Harry casi esperó que Dumbledore dijese: "Esa es la casa de los Potter", pero en vez de ello el entonces muchacho dijo: "Allí viven los Thomas" y saludó con la mano a un joven negro que justo había salido al patio. Harry se sorprendió por lo parecido que era a su amigo Dean Thomas, a quien él suponía hijo de muggles, y escuchó a Albus con atención mientras él relataba que los Thomas descendían de una bruja africana que había venido a Gran Bretaña en el siglo XVI y se había casado con un squib local. La piel negra de los Thomas, contó Dumbledore, no les generaba ningún conflicto con la sociedad mágica, pero sí con la sociedad muggle, en donde se creía que las personas de raza blanca eran superiores. Esto había forzado a los Thomas a vivir en Hogsmeade, el único lugar donde no eran molestados por su color de piel. No obstante, unos cinco años atrás habían decidido arriesgarse a establecer su residencia en el Valle de Godric, una población semi-mágica. Por el momento, dijo Dumbledore, no habían tenido problemas con los muggles.

Fue entonces que Grindelwald comentó despectivamente:

-Yo creo que los magos y brujas no deberían tener que tener miedo a los mugglespor sus absurdos prejuicios. ¿Acaso la magia no sirve para protegernos?

-No de esa manera, Gellert. Debemos emplear la magia para evitar que los mugglesconozcan nuestra existencia.

-¿Por qué? ¿Acaso -dijo, súbitamente apasionado- no sería nuestra vida ¡y la de ellos! más sencilla si los magos no tuviésemos que ocultarnos?

-La idea es sencilla, pero peligrosa -respondió Albus, pero Harry notó que la discusión no le desagradaba.

-¿Acaso Crouch no dice que los muggles no representan una amenaza real para nosotros? Ellos están lo bastante maduros para aceptar nuestra existencia.

-Es verdad, es verdad... Y ya que estamos en el tema, ¿en qué no estás de acuerdo con el profesor Crouch? -preguntó Dumbledore con interés.

-Pienso que sus ideas son incompletas. Los magos y brujas no solamente deberíamos revelar nuestra existencia a los muggles: debemos ayudarlos, guiarlos hacia el auténtico progreso...

-¿En qué sentido?

Grindelwald guardó silencio por unos instantes, mirando a su interlocutor con cierta desconfianza. Pero finalmente pareció ver en los ojos del joven Dumbledore algo que disipó sus dudas sobre su confiabilidad.

-Deberíamos gobernarlos.

Harry Potter Y El Hacedor De ReyesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora