Navidad en Grimmauld Place I

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Apaciguado por el fabuloso regalo que le había enviado su padre, James Potter "olvidó" su rencor hacia su hermano menor. Hay que decir en su favor que no fue solo el Mapa del Merodeador el que hizo que abandonase su resentimiento: las materias adicionales que cursaba en su tercer año, su nueva y exigente posición como miembro del equipo de Quidditch de Gryffindor y su despertar sexual eran lo bastante agobiantes como para que cualquiera decidiese no añadirse otra preocupación.

Por supuesto, James no era de los que admitían rápida o abiertamente haberse equivocado. En los primeros días se limitó a no meterse con Albus. Luego volvió a saludarlo, aunque con un simple asentimiento. Luego pasó a saludarlo verbalmente por las mañanas. Finalmente decidió quemar etapas y le pidió hablar a solas. Con más entusiasmo del que realmente sentía -después de todo, ya no era algo tan novedoso para él- James le mostró a Albus el Mapa del Merodeador y le enseñó a usarlo, prometiéndole compartirlo con él. Cuando Albus supo que había sido Harry el que le había entregado el mapa, sonrió para sus adentros y pensó que su padre hubiera sido un buen Slytherin.

Gracias al cese de hostilidades con James, las siguientes semanas de Albus en Hogwarts fueron mucho más llevaderas. Siendo James el líder natural de los Gryffindor de su año y de los años inferiores, la paz tácita a la que había llegado con su hermano menor fue un ejemplo a seguir. Un par de días después de su almuerzo con Agamenón Lestrange, Albus logró sumar a la mesa de Slytherin a Irene, Rose y Livius. Los siete estudiantes ahora siempre se sentaban y trabajaban juntos en las clases que compartían, y muchos chicos y chicas de primer año ya no lo veían con tanta desaprobación como los de los años superiores.

Finalmente llegó diciembre y con él las Fiestas. A diferencia de su padre, Albus y James no debían quedarse en Hogwarts sino que podían pasarlas en su casa, en Londres. La llegada de los hermanos al número doce de Grimmauld Place fue recibida con alborozo por Harry y Ginny, como es natural, pero mucho más por Lily. Esto se debía principalmente a que la hija menor de los Potter, si bien quería mucho a su hermano James, consideraba a Albus una fuente de información más confiable sobre la realidad de Hogwarts. Albus tuvo que pasar su primera hora y media en Grimmauld Place explicándole a su hermana que no, los alumnos de primer año no tenían que luchar contra un troll en la ceremonia de selección, que sí, los alumnos llegaban a Hogwarts por primera vez en bote, que sí, había un calamar gigante en el lago, que no, no atacaba a los estudiantes sino que era bastante simpático, que no, no había visto a los thestrals... Albus se libró del interrogatorio gracias a que su madre lo llamó para el almuerzo.

Harry Potter prestaba mucha atención a su segundo hijo, intentando ver si su paso por la Casa de Slytherin había cambiado en algo su carácter. Lo que Harry notó fue que Albus parecía al mismo tiempo más seguro de si mismo que antes de ir a Hogwarts, y más reservado que nunca. Cuando hablaba del colegio, de las materias o de los profesores parecía muy desenvuelto, pero cuando le preguntaban por Slytherin o por sus compañeros de Casa el chico respondía con cautela, eligiendo muy bien sus palabras.

Harry temía que estuviese teniendo problemas, de modo que decidió ir a su dormitorio a hablar con él a solas.

Los dieciocho o diecisiete años en los que los Potter habían habitado en el número doce de Grimmauld Place habían cambiado profundamente esa casa. Unos pocos meses después de que Harry y Ginny Potter, recién casados, se mudasen a la vieja casa de Orión y Walburga Black, Hermione Granger (que estaba a pocos meses de convertirse en Hermione Weasley) había descubierto el procedimiento necesario para contrarrestar el hechizo de adhesión permanente, de modo que el flamante matrimonio se encontró con la posibilidad de deshacerse de muchas cosas desagradables pegadas a la pared, como las cabezas de los elfos domésticos muertos al servicio de los Black. Por suerte, los retratos se habían tomado muy en serio la advertencia que les hiciera Harry el Día de la Victoria, de modo que no hizo falta descolgar ninguno. Los Potter se limitaron a mover el de Walburga Black al despacho que había sido de su marido y que Harry pasó a ocupar, pues consideraron que estar en la escalera, viendo entrar y salir a tantas personas "indignas de poner pie en la gloriosa casa de los Black" podía irritarla hasta el punto de olvidar la amenaza del nuevo dueño de casa.

Harry Potter Y El Hacedor De ReyesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora