LA VIDA NUEVA

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El joven squib Albus Severus Potter fue despertado por la luz del sol del mediodía, que se colaba entre las cortinas de su dormitorio, en el número doce de Grimmauld Place. Tenía una jaqueca monumental, producto de todo el whisky de fuego que había bebido a escondidas la noche anterior. El chico no conseguía recordar qué había ocurrido después del tercer o cuarto trago que había tomado de su petaca, pero tenía la esperanza de que no hubiese vomitado. No tenía ese sabor agrio en la boca, pero de todos modos hacía falta comprobarlo, por lo que Albus se desperezó y examinó con cuidado las sábanas y el suelo. No, no había vomitado. No era precisamente una noticia que bastara para alegrarle el día, pero era bueno.

Al se levantó de la cama, se acomodó los calzoncillos -la única prenda que llevaba, ya que había estado demasiado borracho como para ponerse el pijama-, y se puso a recoger su ropa del suelo. Su madre siempre lo regañaba por dejarla en el piso en vez de encima de la silla, ignorando o fingiendo ignorar el hecho de que su hijo no solía estar en condiciones de acordarse de ese pequeño detalle cuando se desvestía para ir a la cama. Toda la familia Potter le hacía la vista gorda a Albus en lo que se refería a la petaca de whisky de fuego que guardaba en su habitación y de la que bebía casi religiosamente todas las noches antes de dormir (aunque la verdad es que bebía para dormir). Como se embriagaba en la privacidad de su cuarto, cuando nadie podía verlo, y por las mañanas estaba más o menos presentable, los Potter simulaban que todo estaba bien.

La vida de Albus era por esos días bastante chata y tediosa. La única actividad más o menos estimulante a la que se dedicaba eran sus encuentros con una profesora privada. El objetivo era darle a Albus una instrucción adecuada para que en septiembre de 2023 se incorporase a una escuela secundaria muggle junto a otros chicos y chicas de su misma edad. Lo interesante del caso era que Albus no podía traer a esa profesora muggle a su casa, pues hubiera quedado bien claro que su familia estaba compuesta por magos. Así que a Harry se le ocurrió una idea costosa pero brillante: comprar un departamento y fingir que Albus vivía allí junto a unos padres que trabajaban mucho y que lo dejaban solo casi todo el día. De manera que todos los días de semana, alrededor de las tres menos cuarto de la tarde, Albus salía de su verdadero hogar mágico para ir a su falso hogar muggle. Aproximadamente a las tres y media, cuando el adolescente ya había llegado al departamento y lo había acomodado un poco, la profesora llegaba para darle clases a quien creía que era un hijo único.

Albus era en general un buen alumno. Tenía una facilidad asombrosa para Historia y Lengua, en Geografía y Ciencias Naturales era un poco más lento pero competente, pero en Matemáticas tenía varias dificultades. No obstante, la profesora insistía en que su problema no era imposible de resolver.

-Lo que te pasa, Al -repetía ella con frecuencia- es que te cuesta comprender las reglas del juego, pero cuando consigo que esa cabecita tuya las asimile, sabes usarlas bien.

Normalmente, siendo la profesora una mujer culta y simpática, Al y ella se habrían hecho muy amigos. No obstante, el caracter de Albus no era en aquellos momentos el más propicio para cultivar nuevas amistades. No trataba mal a su profesora, pero mantenía las distancias.

Ese día, tras almorzar con su madre (su padre y su hermano James almorzaban en el Ministerio), se duchó y salió de su casa con destino al departamento. Para ser más precisos, el departamento era su destino final pero no único. Algunas veces Albus iba más temprano para poder pasear por el centro de la Londres muggle. Al chico le gustaba caminar por los parques de la ciudad y no pensar en nada concreto durante una hora o dos, para luego ir a encerrarse en el departamento con su profesora.

Como ella había decidido que su nivel ya era el adecuado en todas las demás materias, dedicaron aquella tarde exclusivamente a las matemáticas. Al tuvo que quedarse durante las siguientes cuatro horas estudiando las ecuaciones con más de una incógnita. Finalmente llegaron las siete y media de la tarde y Albus pudo despedirse de ella. El muchacho esperó unos quince o veinte minutos y se fue del departamento. Sabía que en su hogar lo esperaba una cena en compañía de Harry, Ginny y James, durante la cual el tema de conversación predominante serían los asuntos del Ministerio en general y de los Aurores en particular, y el Quidditch. Albus comería en silencio y subiría a su cuarto a emborracharse nuevamente.

Harry Potter Y El Hacedor De ReyesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora