XII

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Londres , Junio 1936

Lauren

Suspiro ante los típicos gritos incesantes de mi madre y de mi hermana Taylor para que deje de estar perdiendo el tiempo en el baño de mi habitación y que decida de una vez salir y estar abajo con todos los invitados que han llegado por mi cumpleaños.

Hoy debería ser un día de fiesta como mi madre se ha atrevido a decirme durante toda la semana, sin embargo, yo sé ha qué viene el hecho de que se vea animada ante otro cumpleaños que cumplo en su casa.

Este cumpleaños y esta fiesta en sí es un recordatorio de que ya debería estar comprometida hace mucho tiempo y que si quiero dejar de ser la "solterona" de todas las reuniones sociales, tengo que aprovechar esta noche y buscar a alguien en aquel salón que éste tan desesperado como mi familia de que me una en matrimonio con él.

Sinceramente es poco lo que me interesa ó importa ser reconocida por aquel título, prefiero mil veces ser reconocida por ello que atreverme a casarme con alguno de los tantos pretendientes que con valentía se han atrevido a cruzar la puerta principal de mi casa y se han ido peor de cómo llegaron. Durante cinco años he sido capaz de ahuyentar a más pretendientes que todos los libros que he devorado, bueno, eso es una exageración pero tampoco se aleja tanto de la realidad. Mi soltería es una marca que me persigue en todos Londres, no obstante, también estoy "marcada " por la sociedad londinense como la chica más difícil que han visto en toda su vida.

Mis padres han tenido que soportar el hecho de que yo no soy como todas las chicas jóvenes que conocen, ni siquiera me parezco un poco a mi hermana Taylor con quién apenas tengo un año y meses de diferencia. Tampoco es que me moleste ser diferente, la verdad es que me encanta ser diferente a las chicas que solo piensan en vestidos para utilizar cada noche, prefiero mil veces ser rechazada socialmente por no querer ser como todas las demás que ser aceptada por fingir ser alguien que no soy y jamás seré.

Lauren ya deberías estar lista —oigo el grito de mi hermana Taylor y no dudo en rodar los ojos frente a su insistencia.

Se supone que hoy es mi cumpleaños, el único día del año en dónde puedo hacer lo que se me venga en gana y lo único que deseaba era quedarme en cama terminando los dos libros de portadas negras que me esperan en el velador cerca de mi cama, sin embargo, ni siquiera ese deseo se me fue concedido ya que desde horas tempranas de la mañana he tenido que estar disponible a una incesante sesión de vestidos, peinados zapatos y las miles de cosas que se le han ocurrido a Taylor y que mi madre no se ha negado en cumplir al pie de la letra, porque hasta ella tiene más voz que yo en esta casa y eso que ella ya llevaba cuatro años desde que se había casado con John y mudado en su casa en el centro de Londres.

Cinco minutos más —respondo tratando de pensar en alguna excusa ó alguna forma de poder escapar de esta tortura que era todo esto.

Tengo 22 años, un título en letras inglesas de Cambridge, gano mi propio dinero trabajando como pianista en un club y a pesar de eso, no puedo tener la libertad de escoger que hacer con mi día.

Suspiro al espejo al ver como he quedado luego de cientos de horas eternas en dónde tuve que soportar cada comentario de mi madre sobre cuál era el vestido perfecto y de Taylor opinando cada cinco minutos sobre que tenía que recoger mi cabello en algún peinado porque no era posible que dejara aquel "desastre" como siempre se refería a mi cabello castaño y que solía despeinarse con facilidad y enredarse con en menos de cinco minutos después de pasar el cepillo por él. Al parecer cada parte de mí era igual de indomable de lo que yo era frente a mi familia y a las personas en general.

Al final del día, mi madre se ha decidido por un vestido largo color vino que ha conseguido exclusivamente de Fes Marruecos ya que la última vez que lo visitó quedó encantada con la alta costura y moda que se vivía allá. Al menos no eran como las modas parisinas y su gran necesidad de hacer vestidos que te dejaban sin aire, no podía estar más agradecida que las chicas de Marruecos no fueran tan extremistas como las europeas en general y quisieran vestidos que se acomodaran a su figura y no vestidos que las asfixiaran en menos de cinco minutos.

De la guerra, el odio y otros amores (Libro 1 de amores y otras aberraciones)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora