XIX

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Octubre 1942

Orsha, Frente oriental de la unión soviética

Camila

Mis manos pasaban nerviosas una y otra vez por la tela blanco aperlada que envolvía el vestido que Masha había designado como el indicado para la misión de hoy, realmente no estaba nerviosa por lo que tenía que hacer ya que la verdad es que acostarme con el general alemán que tenía los documentos que necesitábamos era la parte fácil de todo esto; por lo que aquello no eran las verdaderas razones de mis nervios.

Estaba nerviosa por el hecho de que llevaba mucho tiempo sin compartir la cama con nadie, lo cuál se mezclaba con el miedo de no realizar bien el único voto de confianza que podría tener de parte de cualquiera de la base y no podía arriesgarme a perderlo a través de una equivocación , es por eso que los nervios me carcomían de una manera que no habían hecho antes y se aprovechaban de apoderarse de todo mi ser sin que yo pudiera controlarlos de alguna forma. Sin embargo, mis miedos no eran tan grandes como para ser capaces de arrebatarme aquella sonrisa que se había instalado en mi rostro desde que vi mi reflejo frente al pequeño espejo que Masha tenía en su habitación ya que a pesar de que ella me había afirmado que ese vestido llevaba varios años olvidado en uno de sus baules yo lo veía como la ropa más lujosa que jamás me haya puesto.

Era un vestido blanco aperlado largo que me llegaba hasta un poco más abajo de la rodilla, no obstante, con los tacones que también Masha me había ofrecido para completar el vestuario éste quedaba un poco más corto y resaltaba la figura delgada que llevaba acumulando desde que comenzó la guerra. Sin embargo, ésta vez no era la delgadez extrema en la que me había encontrado Lev aquella noche cuándo nos conocimos por primera vez, aquella imagen había quedado atrás porque un par de kilos se mostraban en mi cuerpo y le daban una forma definida no un saco de huesos como había estado durante tanto tiempo.

Mi mirada quedía pérdida una y otra vez ante la belleza detrás del espejo, me sentía tan extraña en aquel vestido y a la vez me gustaba esa sensación de no saber que hacer con él, como también me gustaba la forma en que llevaba recogido mi cabello castaño que hace mucho no cortaba ni arreglaba para que no se viera como una masa de pelo que me caían en pequeñas ondas.

Sinceramente aquella rubia de mirada aterradora sabía como hacer milagros porque la chica que se reflejaba en el espejo no se parecía ni un poco a la Camila Cabello que yo tanto conocía.

Masha has visto —antes de que continuase las palabras de aquella voz que tanto conocía, me di vuelta para ver como Lev me miraba impresionado de una forma que jamás me había visto antes haciendo que mis mejillas tomaran un tono rojizo que en este momento no deseaba sentir.

Una vista rápida me fue suficiente para que mis ojos se salieran de órbita frente a la imagen que ofrecía aquel chico de cabellos negros que hoy estaban peinados como si hubieran sido obligados a no moverse ni un poco de su cabellera, llevaba el uniforme militar negro de los alemanes pero eso no le restaba ni un centímetro de belleza que mostraba con sus facciones, era como si realmente él no fuera de este planeta y todo mi aire se fuera de mis pulmones con el simple hecho de tenerlo a mi lado.

Ambos nos miramos como si fuéramos dos extraños porque realmente en ese instante lo éramos, él estaba perfectamente uniformado que hasta podía notar que había crecido un par de centímetros aunque no fuese cierto, sus ojos azules seguían mostrando aquel brillo que me hacía enloquecer.

Mientras que él seguramente estaba buscando a aquella chica desnutrida que había encontrado en un burdel hace un par de meses, de seguro buscaba a aquella chica que le habló en inglés y no entendía ni la mitad de las cosas que él hablaba pero aún así esa chica no pudo sacarlo de su cabeza nunca más.

De la guerra, el odio y otros amores (Libro 1 de amores y otras aberraciones)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora