Leningrado, diciembre 1941
Camila
Nieve.
En eso se podía resumir la vista de toda la ciudad desde hace un par de horas, ya que no ha dejado de nevar desde tempranas horas de la madrugada. Una capa blanca y espesa de nieve recubre cada rincón de Leningrado, cientos de metros de una sábana blanca recubren esta noche dando su propio espectáculo y siendo la nieve el principal protagonista.
Por obvias razones, la nieve viene acompañada del frío.
Un frío que te hace ceder hasta los huesos, uno quees capaz de atravesarte hasta lo más profundo de ti, aunque estés en tu casa tratando de conservar el calor. Sinceramente no me puedo imaginar que tipo de infierno deben estar viviendo en este momento todas las personas que están en las calles sin ningún tipo de protección contra aquella nieve que se ve hermosa desde cualquier ventana pero que para cualquier persona que no solamente la vea sino que también la éste viviendo debe ser horrible.
Hoy es navidad ó al menos eso es lo que dice el viejo calendario que está pegado detrás de la puerta desde hace meses, Sofi le ha hecho un gran círculo remarcando que hoy es un día especial y aunque debe serlo, la verdad es que hace mucho las navidades dejaron de ser tan importantes para las personas como lo eran antes.
Sofi tal vez no recuerde mucho de aquellas navidades, sin embargo, yo si lo hago.
Cientos de luces de colores alumbraban la ciudad desde un mes antes de la fecha tan esperada, aquellas luces le daban un toque tan hermoso a cada centímetro de Leningrado que parecían pequeñas estrellas bajadas del cielo que se habían ubicado en perfecto orden rodeando la ciudad con colores rojos, verdes y azules. Recuerdo que mi padre siempre solía decirme que si llegabas al final del camino dónde aquellas luces nacían, debías pedir un deseo ya que era imposible saber dónde comenzaban. Era como un camino infinito que según mi madre representaba el camino estrellado que guió a los reyes magos para llegar a Belén.
Pero no solo las luces tomaban aquel protagonismo en navidad, también lo hacían las personas, quienes desde antes no dudaban en comenzar su ajetreada búsqueda de regalos para sus seres más queridos.
Desde finales de noviembre se podía ver como las personas ya comenzaban a sacar sus mejores artículos para vender y como los compradores tenían que hacer fila para poder entrar a alguna tienda y llevarse el regalo perfecto. Las jugueterías deslumbraban con nuevos modelos de soldados de maderas, espadas y castillos de muñecas que podían sacarle el brillo a cualquier niño que se posase fuera de las vitrinas de aquellos lugares que parecían salidos de algún cuento de hadas, porque para un niño era imposible que un lugar tan pequeño, tuviera tanta hermosura y magia dentro de sí, aquello solo podía ser obra de las hadas y duendes de los cuentos que nos contaban en las noches cuando éramos pequeños.
Las panaderías comenzaban a mostrar sus pasteles.
Los panaderos se esforzaban tratando de hacer los más vistosos y apetitosos mientras que era imposible no perderse en el olor de canela que rodeaba cada calle a través de las galletas que eran infaltables en cada hogar.
Así era como toda la ciudad se llenaba de aquel espíritu navideño que poco a poco fue dejado de lado por la guerra, por obvias razones, las jugueterías ya no existían y si es que lo hacían eran con muy pocos juguetes que solo podían ser costeados por aquellos que no necesitaban ese dinero para subsisti.
Es decir nadie en Leningrado.
Las panaderías ya no abrían por el simple hecho de que no había ni siquiera harina para poder hacer aquellos pasteles que en épocas pasadas fueron capaces de quitar varios suspiros y deseos por ser tan afortunados de probarlos. Las luces ya no existían y aquel camino tan inifnito ya no se mostraba desde principios de noviembre , simplemente se había extinguido a través del tiempo demostrando que al igual que todo lo que rodea al ser humano, podías desaparecer en el momento menos esperado y que no era tan mágico ni milagroso como mi padre siempre me repetía y trataba de convencerme de que creyera.
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De la guerra, el odio y otros amores (Libro 1 de amores y otras aberraciones)
Ficción históricaLa guerra es una palabra infaltable en cada conversación. El odio es lo único que le da sentido a la vida. El amor es sólo un recuerdo que de a poco ha sido aniquilado por los humanos o tal vez nunca existió.