II

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Septiembre 1942, Zúrich Suiza

Lauren

El suave sonido de la música que nacía del gramófono me hizo recordar a Berlín.

Es cierto que Berlín no era ya ni la sombra de la hermosa ciudad que hacía que mis ojos se desbordaran por la impresión. Pero no podía negar que la extrañaba.

No sé que extrañaba realmente, si mi corazón deseaba regresar a esa ciudad que nos había acogido tan plácidamente hace cinco años ó el pequeño momento de felicidad que había sentido en aquel lugar.

Fuese cual fuese lo que había desatado aquel momento nostálgico, éste simplemente se esfumó cuándo los últimos acordes de la canción se acabaron a través del fin de ésta.

La canción había terminado, pero Ray se había asegurado de ponerla de nuevo porque sabía cuanto me gustaba escucharla.
Sonreí ante este gesto, a pesar de todo él seguía siendo el mismo chico del cual me enamoré hace cinco años.

Solo que yo no era la misma Lauren de la cual él se enamoró.

A veces trataba de buscarla, trataba de que volviera a mí, porque él se merecía tener de esposa a esa Lauren, pero ella nunca volvió.

Mientras más lo intentaba, más se alejaba aquella Lauren y al final no podía ni siquiera reconocerme en el espejo, ya no veía aquellos ojos verdes que mostraban felicidad ante cualquier reunión.

Ahora solamente había tristeza en ellos.

El delicado sonido del violín hizo que me transportara lejos de aquel tren, hizo que me transportara a Berlín, a aquel viejo estudio donde daba lecciones de ballet.

Vamos Sarah, quiero ver un perfecto fouetté comenté entre risas mientras esperaba el momento exacto de la canción para que al fin la rubia pudiera lucirse.

Ella solo tenía doce años pero aún así era toda una experta en casi todos los pasos de ballet y más que hacerlos a la perfección, era la delicadeza con lo que los realizaba que lograba darle aquel toque tan peculiar a su baile. Tenía un talento innato que no podía ocultar cada vez que aparecía en mi estudio y comenzaba a practicar los pasos que le había enseñado la clase pasada.

Ella tenía un futuro prometedor en el ballet, era una de las pocas chicas que había conocido en mi vida que le apasionara de esa forma y que lograra transmitir tantas emociones con unos cuantos pasos.

-Está bien contestó mientras se acomodaba al ritmo de la música para comenzar el fouetté.

Lo bueno de Sarah es que a diferencia de mis otras alumnas ella jamás se negaba a exigirse más de lo que debía, era como sino le importara pasar días encerrada entre estas cuatro paredes practicando hasta que sus pies dolieran y sangraran.

Ella sabía que esta era una oportunidad única y no la desperdiciaba nunca.

Vamos alza un poco más la pierna izquierda —dije mientras veía cuidadosamente cada uno de los movimientos que comenzaban a adquirir vida en medio del estudio con la pasión y entrega que ella dejaba al realizar el paso, era la primera vez que lo realizaba pero iba bastante bien, tal vez con algo de práctica durante unas semanas llegaría a dominarlo recuerda jamás perder la delicadeza cuando lo realizas, tienes que hacer algo que valga la pena para que te elijan como prima ballerina —ella sonrío porque ese era su sueño y tenía talento para llegar a serlo, los giros iban envolviéndola como una muñeca en una caja musical hasta que la música terminó y también ella con un elegante tour en l'iar —Bien, eso fue hermoso Sarah no dudé en aplaudirla mientras ella respiraba agitadamente por la pirueta.

De la guerra, el odio y otros amores (Libro 1 de amores y otras aberraciones)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora