IX

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Leningrado

Camila

Guerra.

Es una palabra que todo el mundo conoce al pie de la letra.

Todo el mundo la respira cada segundo de su vida, es una palabra que siempre ha existido en el ser humano y que puede acarrear miles de otras palabras y sentimientos. La verdad es que la palabra guerra es una palabra muy potente que la mayoría no le toma el peso.

Todos sabemos los por menores de ella , la vivimos todos los días, le tememos todos los días y hasta hay veces que te enamoras de ella.

Llegas a un punto en que aquella palabra se tatúa en ti y deja de adquirir significado ó algún tipo de relevancia porque no ves más allá de ella.

Mi sueño está en algún día no muy lejano, hablar de la palabra guerra sin sentirla dentro de mí.

Mi sueño es que algún día la palabra guerra no sea un tatuaje sino más bien una cicatriz de un pasado remoto.

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Mi mirada no quedaba fija en ningún punto en específico de la oficina de Lev, porque todo me llamaba la atención. Su oficina era bastante pequeña, sin embargo, eso no era algo malo, era bastante bueno ya que hacía que la calefacción se quedara impregnada en cada una de las paredes que estaban perdiendo su color blanco hueso y ya estaban amarillas por la humedad y el descuido.

Yo había estado presente cuándo este lugar era uno de los más emblemáticos y lujosos de Leningrado, no obstante, al igual que todo lo que nos rodeaba, ahora ya era parte de aquel escenario oscuro, triste y desalentador que se vivía en cada kilómetro a la rotonda.

El piso también tenía las claras señales del descuido y maltrato de los años, pero ¿qué más se podía esperar de una ciudad que era bombardeada noche y día?, la verdad era bastante suerte que aún el edificio se mantuviera en pie y no fuera como muchos otros de la ciudad que estaban destruidos casi en su cien por ciento y aún así las personas seguían viviendo ahí.

Yo era una de esas personas.

Una bomba cayó en el lado oeste del edificio dónde arriendo un cuarto desde hace un par de años y aunque fueron afectadas todas las personas de hasta tres habitaciones antes que yo, no pensaba cambiarme, ya que no tenía otro lugar a dónde ir. Además que después de tanto tiempo en situaciones peores que el hecho de que una parte del edificio este destruida, te acostumbras a esto y no temes a nada, no le temes al hecho de cualquier momento los pilares podían ceder y el edificio finalmente se derrumbase, ni tampoco me daba miedo que la escalera no funcionase.

Creo que ese tipo de cosas habían dejado de ser relevantes hace mucho tiempo y sólo tratabas de hacer cosas para vivir el día para asegurarte de no ser un cadáver más en la calle aunque sea por el día porque nadie ni siquiera los soldados podían asegurar si mañana se levantarían, no podían asegurar si los alemanes finalmente arrasarían con la ciudad y se decidieran a matar todo a su paso pero te podías asegurar de llegar vivo hasta la noche, si eras lo suficientemente inteligente y dejabas atrás cualquier tipo de razonamiento humano, podías ser afortunado de vivir otro día más de vida.

Aún recuerdo que cuando la guerra comenzó.

En ese momento eran muy pocas las personas que se atrevían a robar, casi nadie vendía lo que les sobraba y rara vez eras capaz hasta de recoger los casquetes de hielo que se formaban en el río ó en las veredas cerca de las calles para tener algo de agua. Hoy esa imagen es más que común , se ha vuelto tan vulgar que ya no te importa ni te sorprende ver aquello ó ver cosas peores.

De la guerra, el odio y otros amores (Libro 1 de amores y otras aberraciones)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora