XXXII

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Marzo 1944

Ruthenia, Hungría

Lauren

Miedo.

Incertidumbre de que va a suceder en el siguiente segundo.

Ambas sensaciones mezcladas pueden ser mortíferas, no obstante, ya sabía de memoria que morir no era el mayor miedo que tu piel podía sentir, sino más bien lo era el hecho de seguir viva y querer morir en cada segundo, en cada suspiro que la vida te regala aunque tú no lo desees.

El mayor miedo que puede recorrer todo tu cuerpo es querer aferrarte a la muerte y que ésta no te permita agarrarte de ella y a pesar de todo el sufrimiento, siga echando más vida de la que realmente quisieras.

El mayor miedo que puedes vivir con cada respiro es el de saber que ni siquiera la muerte puede darte la paz que necesitas y que tu vida éste en las manos equivocadas.

El peor dolor es aquel del cuál tú no sabes nada hasta que lo sientes en carne propia, es cuándo comienzas a pedirle al destino que se apiade de tu alma y te dé la oportunidad de finalmente desfallecer  pero no lo hace porque el destino no escucha los ruegos desesperados de nadie.

La vida no perdona a nadie solamente es azarosa en todos sus sentidos y que hoy te muestre un espléndido verano no significa que después de él no venga el invierno, la única diferencia que hace es cuándo cambia de estación para cada persona pero de ahí la vida no se inmuta ante nada ni nadie, todos pasan por todas sus estaciones aunque así no se quiera.

Los minutos, las horas y los días se acumulaban entre las penumbras de no saber ni siquiera cuándo era un nuevo día ni cuándo la noche se volvía absoluta.

La paciencia se iba de ti hasta un punto en que llegabas a perder la cordura frente al miedo y te enganchabas de los recuerdos para no caer en ese camino tan disperso que es realmente perder toda la humanidad de la cuál algún día te sentiste lleno. Sin embargo, los recuerdos siempre han sido un arma de doble filo en dónde sacarlos de aquel baúl tan oculto que tienes en tu alma puede tomar dos caminos totalmente contradictorios y que nunca se van a juntar para formar uno solo.

Por un lado pueden ayudarte a crear esperanzas y por el otro pueden ser tan mortíferos como veneno porque de a poco te destruye cada vez más hasta que llega a un punto que te ves tan impregnado de ellos que simplemente no los sueltas y te vuelves uno más de esos recuerdos, ese es el día en que la muerte al fin logra calmar tus deseos y te regala el más anhelado obsequio, que es al fin estar en paz y no vivir del sufrimiento.

No obstante, a veces aparece un tercer camino entre los recuerdos y es cuándo estos te azotan sin que tú les des la bienvenida, sin que tú lo decidas se limitan a aparecer como pequeños rayos de lo que fue alguna vez tu vida.

Se atreven a mostrarte una vida que seguramente ya no existe y que difícilmente podrá seguir existiendo.

A veces duelen  pero muchas veces también pueden ser solo una suave rendición frente al hecho de que deseas que la vida deje de existir en tu pecho, los recuerdos tienen un poder incalculable en todos, no hay nadie que no les rinda pleítesia porque no sabe que filo va a tomar cuándo los utilice.

El frío del lugar el cuál no estaba segura que si era por el hecho de que aún estábamos en invierno ó era por el simple hecho de que tener el cuerpo tan cansado podía llevarte a ese límite de que hasta la más cálida primavera se sienta como estar desnuda en la nieve.

Tal vez simplemente era una combinación de ambas posibilidades pero sea cuál sea la razón por la cuál mis huesos decidían tiritar para producir un poco de calor, estaba desesperándome de una forma que ya no podía controlar.

De la guerra, el odio y otros amores (Libro 1 de amores y otras aberraciones)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora