2 de 10 capítulos
Lauren
Nuestros cuerpos se debatían entre caminar ó desmoronarse en medio de toda la incertidumbre que vivíamos las seis mujeres que habíamos sido seleccionadas. Me negué a ver los crematorios que estaban a solo unos pasos de nosotras y de alguna forma mi respiración volvió a mi cuerpo cuando me di cuenta de que no nos dirigíamos a ese lugar.
Siempre lo había visto con miedo a aquel edificio imponente que era una clara muestra de hasta donde podía llegar la crueldad que identificaba al ser humano, no obstante, nadie además de quienes trabajaban directamente ahí ó los mal afortunados que eran reducidos a ese lugar sabían los secretos detrás de él, nosotras solo sabíamos el hecho de que cada cierto tiempo cuando se encontraban cenizas en el aire eran de las personas que habían pasado por ese horrible lugar y que dejaban nuestro mundo a través de una lluvia de polvo blanco y un olor infernal minutos después de la caída de estar partículas.
Sin embargo, me alegré de que hoy aquella visita no estuviera en mi panorama y me sorprendió de que siguiéramos caminando hasta las afueras del campo. Ninguna de nosotras tenía la más mínima idea de que harían ó cuál era el destino que nos tenían preparado, pero todas a la vez sabíamos que no pasar por los crematorios ó el temido edificio que estaba a su lado donde miles de personas entraban y no volvían a salir, era lo mejor que nos podía pasar en este lugar.
Mi sorpresa fue aún más grande cuando se nos derivó a una casa de dos pisos a las afueras del campo, casi escondida en medio de la nada, todas veíamos con admiración esa casa de dos pisos de ladrillos rojos , cortinas blancas que desde la entrada se notaban como si fueran a desaparecer por su aspecto tan limpio y sedoso que mostraban desde afuera.
Nos hicieron entrar a aquella casa y a pesar de que mis ojos no podían dejar de mirar cada detalle que envolvía a esa vivienda, recordándome claramente a la casa que había tenido alguna vez en Zurich,mi atención dejó de estar en eso cuando nos dirigieron a una pequeña habitación que apenas tenía un escritorio y un foco que se encontraba sobre nuestras cabezas.
El soldado que nos había dirigido aquí era la típica imagen de un perfecto soldado alemán, alto como nadie, con un par de músculos que de seguro venía desarrollando desde el principio de la guerra; no parecía tener más de 23 años lo cuál me sorprendió porque no solían poner soldados tan jóvenes a cargo de los campos. Claro, a menos que sean mujeres porque al parecer nuestros torturadores tenían una fascinación en poner mujeres jóvenes contra nosotras que solían ser preciosas pero esa mirada angelical era capaz de mentirte y hacerte creer que la belleza estaba relacionada con la misericordia, lo cuál todas las que habíamos pisado algún tipo de campo sabíamos que era una mentira que nuestro cerebro trataba de inventar a través de ilusiones que no eran reales.
Porque la realidad era que mientras más bonitas eran, mayor era el nivel de crueldad con el que se presentaban.
Suspiré al dar un leve vistazo hacia el soldado de cabellos rubios quien no dudó en prender un cigarrillo mientras suspiraba con una sonrisa al vernos.
—Debo decir que son afortunadas —dijo con el claro acento que no era de Berlín, su acento era menos refinado que el que tenían en la capital, por lo cuál pude deducir que él podía ser de las ciudades del norte —Se han salvado de una muerte segura—aseguró recostando levemente su cuerpo sobre el escritorio mientras ninguna de nosotras se atrevía a ver otro panorama que no fuera el piso de porcelana blanca que se encontraba a nuestros pies. Escuché la risa de aquel hombre como si viera algo gracioso en la situación que estábamos, no obstante, esa risa fue rápidamente disipada por el sonido de su voz—Realmente tienen mucha suerte escorias —señaló antes de dejar su cigarrillo en medio del cenicero de plata que tenía en su escritorio y acercarse a nosotras.
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De la guerra, el odio y otros amores (Libro 1 de amores y otras aberraciones)
Ficción históricaLa guerra es una palabra infaltable en cada conversación. El odio es lo único que le da sentido a la vida. El amor es sólo un recuerdo que de a poco ha sido aniquilado por los humanos o tal vez nunca existió.