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Principios de enero 1944

Zurich, Suiza

Lauren

La ciudad se mostraba envueltra entre una fina capa blanca de nieve, cielos de ceniza que se apoderaban de todo el escenario que iba más allá de nuestras vistas y con unos leves toques naranjas con amarillo.

El cielo trataba de mostrar que pronto sería el atardecer.

Las calles se mostraban atestadas de personas que se dirigían de un lugar a otro como siempre se mostraba en movimiento Zurich mientras el frío de esta temporada se encargaba de enfriar hasta los más tibios corazones. No obstante, el sentimiento que tomaba protagonismo bajo mi pecho no era el frío común de estos meses, sino más bien el frío que me invadía desde hace un año.

Un año que llevaba despertándome todas las mañanas con el frío impregnado entre mis dedos y así en cada zona de mi ser, un año más en dónde la esperanza trataba de adueñarse de mi corazón.

La esperanza de que finalmente la guerra terminara y todo el dolor que sentía lograra reducirse a cenizas y se alzara en los cielos lo más lejos posible de mi alma, sin embargo, cada día esa esperanza era reducida entre las pocas noticias que llegaban a la ciudad y los rumores que se dispersaban cada minuto de boca en boca tratando de crear una llama que parecía inexistente después de cinco años seguidos de guerra.

A pesar de que la palabra guerra era el tema principal de cada conversación, las noticias que llegaban y eran confiables seguían siendo escasas a tal punto que ya te acostumbrabas a no creer en nada que se pudiera tildar como noticia . Supuestamente los aliados estaban ganando territorio en Italia como también ya estaban llegando a lugares más centrales como Polonia y Francia, sin embargo, las pinceladas de esperanzas que trataban de cubrir a las personas que deseaban con todo su corazón que la guerra terminase eran tan poco profundas por el hecho de que aquí en Zurich todo seguía igual, excepto por el hecho de que el pequeño paraíso que se había convertido la ciudad estaba siendo devastado por la presión alemana de quedarse finalmente con el poder de ésta.

Suspiré ante los pequeños copos de nieve que se agolpaban en la ventana del taller de Karlie, después de un año viviendo con ella al fin podía entender la magia que podía desprender el paisaje que se imponía frente aquellas ventanas; era precioso e inspirador los amaneceres que se podían dislumbrar imponentes cada mañana como también eran profundos los atardeceres y ver como el sol se ocultaba a través de las montañas de la ciudad.

¿Estás bien?—me di vuelta al escuchar la suave voz de aquella castaña, llevaba doce meses mostrando el mismo rostro de preocupación desde que había decidido vivir con ella.

Según Karlie era preocupación frente a que no estábamos seguras de que nos traía el destino, no obstante, yo sabía que esa preocupación se derivaba a un tema que trataba de ocultar cada mañana cuando me levantaba con la brisa y cada noche cuando trataba de ocultar mis demonios.

Ese tema era Ray.

No lo había visto desde aquella mañana en Berlín hace un año.

Nunca le disculpé la cobardía que fue capaz de cometer contra esa familia, sin embargo, no era sorprendente para la ojiverde verme sentada pensando en como las cosas serían si jamás hubiera encontrado aquellos ojos color avellana en mi camino hace tanto tiempo atrás. Me dolía recordarlo pero me dolía aún más saber que jamás lo disculparía aunque él tratase de pedirme disculpas.

Sabía que la guerra dañaba a las personas, las hacía llegar a su límite de sobrevivencia donde solo realizaban lo que el ambiente les permitía realizar para poder sobrevivir, sin embargo, jamás podría ser capaz de perdonar el hecho de que su instinto haya sido más fuerte que su sentido común.

De la guerra, el odio y otros amores (Libro 1 de amores y otras aberraciones)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora