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Lauren

Blue moon sonaba en el gramófono, mientras sonreía al escuchar como Ray trataba de cantarla.

Era una canción de 1934 y aunque no había ningún cantante actual que no le hiciera ciertos retoques y la cantara como si fuera suya, mi versión favorita siempre sería la que daba el estadounidense Frank Sinatra. Me encantaba la dulzura y suavidad que dejaba aquel cantante en todas sus canciones, era como si "hablara con el corazón " como Ray me había comentado cuando escuchó por primera vez sus canciones.

Aunque no le gustara aceptarlo, él también era un fanático de Sinatra quién a sus veintiocho años y cuatro años de carrera estaba arrasando el mundo con su voz y sus interpretaciones impecables.

Blue moon, now I'm no longer alone, without a dream in my hear—me cantó Ray al oído mientras se abrazaba a mi cintura y me besaba mi cuello con delicadeza.

Estos momentos tan simples definitivamente eran mis favoritos, aquellos momentos en dónde no habían reglas que seguir y Ray solo me mostraba su corazón como lo había conocido desde la primera vez que nuestros caminos se cruzaron—Without a love of my own—él tomó mi mano y me dio una vuelta para que quedara frente a él y comenzáramos a bailar, a pesar de que todos los invitados nos esperaban abajo, yo no me negué a disfrutar la canción con él, así que me acerqué a él mientras mis caderas se movían frente al son de la canción. Una sonrisa invadió su rostro al ver que yo le seguía la corriente y por dos minutos en dónde solo nos movíamos como nuestros corazones querían, pude sentirme como aquella chica enamorada de 22 años que sólo quería que aquel chico se le declarara.

Nunca había sido de aquellas chicas que esperan tener una vida de ensueño, de esas que quieren casarse con el chico correcto, formar una familia y tener hijos. Siempre pensé que estaba en contra de aquella idea porque no me imaginaba construyendo una familia con algún chico.

Sin embargo, cuando aquellos ojos color avellana aparecieron en el salón de mi casa supe que él sería distinto a todas las personas que había conocido, es extraño recordar aquella sensación tan agradable que me dejó con solo presentarse y aunque en aquel momento no podía ser capaz de imaginar que terminaría casándome con él cinco meses después de aquel encuentro y que nos mudaríamos a Berlín un par de meses después. Debo admitir que Raymond Kitchner se convirtió en el único chico que había sido capaz de hacerme creer en el amor, me hizo creer que podía ser feliz de una manera que jamás había sido capaz de vivir ó imaginar.

Eres tan hermosa Lauren Jauregui—me susurró mientras volvía a darme la última vuelta de la canción, no sé como era posible que después de cinco años me siga derritiendo ante las mismas palabras de siempre, ante su cariño, él parecía perfecto en casi todos los sentidos posible y no dudaba en enamorarme cada día con sus simples gustos —Me robaste el corazón desde el primer día que te conocí y aún lo sigues haciendo - sus manos envolvían con suavidad mis caderas y yo reposé mi cabeza en su hombro porque no quería que este momento terminaría y quería impregnarme con el olor de su perfume que tanto me gustaba. Ray era un chico guapo, con sus ojos avellanas podía tener a cualquier chica, lo sabía porque mi hermana Taylor no se cansaba de decirme lo afortunada que era de haber encontrado a un chico tan guapo como él.

Tenía rasgos que lo hacían tan distinto a los alemanes, definitivamente había heredado los rasgos ingleses de su madre con aquellos ojos avellana que deslumbraban seguridad, aquel cabello castaño que a veces cuando se levantaba de la cama solía estar ondulado, aquella sonrisa que parecía estar abierta a todo el mundo y esa mirada soñadora de que quería saber todos los misterios de la vida; aquella mirada que mostraba que él quería saber como el mundo giraba y todas las cosas que abarcaban al mundo.

De la guerra, el odio y otros amores (Libro 1 de amores y otras aberraciones)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora