Capítulo 11
La luz del atardecer pinta el cielo.
El naranja sutil que indica el final del día comienza a iluminar levemente el piso, los árboles, los autos, el calor de verano comienza a disminuir rápidamente mientras el sol comienza a desaparecer en el horizonte. Caminamos con pasos cansados a través del cementerio de autos que antes solía ser una autopista, descuidándonos del alrededor, en total silencio, como ha sido desde hace tres días.
El entusiasmo que me invadía ha desaparecido, tal vez fue lo que me dijo Daniel o tal vez solo estoy agotado, solo sé que tengo temor de llegar a la resistencia. Solo cinco kilómetros para llegar a la ciudad, cada vez más cerca de descubrir la verdad, ¿es eso bueno? La verdad ya no tengo idea si lo sea.
Observo a Daniel, avanzando lentamente, con la cara baja casi todo el tiempo, con una sudadera azul marino que encontró en un auto, con el gorro puesto, sin apenas voltear a verme, sin decir ninguna palabra o hacer ningún solo ruido a menos de que sea realmente necesario. En ocasiones tengo ganas de romper el silencio, pero no tengo el valor, después de todo yo fui el que empeoró la situación.
A los costados de la autopista ya hay varios edificios y comercios pequeños, muchos son pequeños restaurantes costeros y otros solo son gasolineras u otras cosas. Desde aquí podemos alcanzar a ver el enorme mar que está a varios kilómetros de la autopista, a su alrededor varios edificios altos y aún más alejado de la ciudad y aquellos edificios, bastante alejado, se puede alcanzar a observar un triángulo. Desde la distancia en la que estamos, el triángulo luce diminuto, brilla como una estrella en medio del cielo naranja, luce tan pequeño que cualquiera podría creer que los humanos somos unos patéticos por perder la guerra ante aquellas cosas, pero la verdad es que no perdimos la guerra contra los triángulos, perdimos la guerra por lo que había dentro de ellos. Desde la distancia en la que estamos no se escucha sonido alguno de su presencia, pero se alcanza a ver el diminuto lazo que une el agua con la punta del triángulo, ese diminuto lazo solo es muestra de que las sombras siguen consumiendo nuestro mundo, secándolo, como dijo Erik una vez, ellas no venían a colonizar, venían a luchar por lo que necesitaban, nuestros recursos. Que bien les salió la jugada.
-Ahí es un buen lugar para pasar la noche -le digo mientras señalo un camión turístico atravesado en medio de la autopista, Daniel sigue con la mirada la dirección en la que señalo y solo asiente con la cabeza.
Caminamos los metros restantes atravesando el camino lleno de autos quemados, chocados o abandonados, en ocasiones encontramos algunas provisiones, comida, pilas, herramientas, pero después de horas repitiendo la misma tarea resulta cansado y tedioso al grado de dejar de hacerlo.
Dan llega hasta la puerta del autobús, intenta forzarla, pero no da resultados.
-A un lado -le digo acercándome al cristal que cubre gran parte de la superficie de la entrada, agarro de una camioneta a lado del camión una prenda de ropa y la envuelvo en mi mano. Sujeto mi pistola y golpeo el cristal con la empuñadura del arma hasta que el cristal revienta. Quito los restos de cristal en los bordes y al final queda un espacio suficientemente grande para que ambos entremos.
Al subir lo primero que observo es el cuerpo del chofer, con su cabeza sobre el volante y un agujero en ella, en el piso a su lado, una pistola. El olor de putrefacción es fuerte, pero ya no resulta desconocido, más bien familiar. Recojo el arma y le retiro el cartucho, después comenzamos a avanzar por el estrecho pasillo lleno de mochilas y papeles tirados, mientras el resto de los asientos están totalmente vacíos.
-Cierra las cortinas de las ventanas y revisa si hay algo útil en las mochilas -le digo a Dan mientras comienzo a buscar en las enormes maletas y los bolsos del lugar algo que nos pueda servir, pero al final no logramos encontrar algo realmente útil más que ropa y aparatos electrónicos.
Nos sentamos en los asientos, cada uno de un lado diferente, y comienzo a buscar en mi mochila algo que comer, después le entrego a Dan una parte y yo me quedo otra. Quedamos iluminados únicamente por la luz de una linterna y en silencio total, probando el sabor desabrido de la carne seca acompañado por galletas rancias, lo mismo que la mayoría los días.
- ¿Qué crees... que les haya ocurrido? -me pregunta Dan observando a través de su ventana.
- ¿A quiénes?
-A todos lo que iban aquí, ¿por qué el conductor se suicidó pero los demás huyeron?
-No tengo idea, tal vez creyó que era inútil correr, es decir, observa la autopista, está llena de autos quemados y están cerca de un triángulo, pensó que huir era una pérdida de tiempo y optó por la salida fácil.
-Hombre con valor ¿eh? -Dice mientras suelta una pequeña risa-, es decir, dicen que es la salida fácil, pero si fuera fácil ya todo el mundo lo hubiera hecho.
-Eso creo--le respondo mientras me acomodo en el asiento para dormir.
-Lo único que pude ver aquel día fue a Javi.
Su comentario me ha desconcertado, y me giro para observarlo, pero él ya está viendo en dirección mía. Sentado, con la cabeza baja, cubierta por la capucha de su sudadera, el silencio se hace presente por unos instantes hasta que él continúa.
-El día que me golpeaste, lo único que pude ver en ti fue a Javi -dice mientras esboza una imperceptible sonrisa-, pero ¿Sabes? Ese día yo era Javi. Sé que suena patético, pero estaba actuando de la misma manera en que él lo hacía cuando estaba molesto. Era frenético, era desquiciado, no pensaba en lo que hacía. Y no me perdono lo que le hice a los niños. Me convertí en él... y no quiero ser como él -la voz le tiembla, mientras se limpia las lágrimas que comienzan a escurrir de su rostro, alza la mirada, con los ojos cristalinos-. Estoy loco, estoy perdiendo la cabeza...
-No, no lo estás solo es...
- ¡Lo estoy! No me lo puedo sacar de la cabeza, lo puedo escuchar, lo puedo ver aún, a Javi, en ocasiones a Erik o a Cristina, no me los puedo sacar de la cabeza, y no lo aguanto.
- ¿Y qué piensas hacer? ¿Rendirte?
Niega levemente con la cabeza, desviando la mirada.
-Es que... ya... ya no sé qué hacer, y ya no lo aguanto, y quiero salir de esto, ya me canse de lo que soy desde el maldito momento en el que recordé todo lo que Javi me hizo y... solo quiero salir de esto, pero no sé cómo -me observa directo a los ojos, desesperado, pidiendo mi ayuda, y yo sin saber que contestarle, se limpia una vez más el rostro y prosigue-. Siento ser tan patético, y tan débil, pero... solo necesito escuchar que todo estará bien.
-No. Nada estará bien Dan -me observa curioso, por un momento confundido, pero no deja de observarme, me acerco, lo sujeto de los hombros y lo observo directo a los ojos-. Nada estará bien, no vas a salir de esto fácil, vas a tener que luchar, vas a tener que resistir, y será difícil, pero ya no te diré mentiras y tú ya no vas a fingir que crees todo y que estás bien. No hay final feliz, este mundo no cambiará, seguiremos viviendo en este mundo hasta que se nos acabe la vida, o hasta que nos disparen, o hasta que un rayo mortal caiga del cielo y nos mate a todos, pero no viviremos eternamente ni estaremos juntos por toda la vida. No hay un mundo mejor después de este y tampoco regresará la vida que había antes de toda esta mierda. Lo siento, pero eso es lo único que te puedo decir, esa es la única verdad que hay. Y la única verdad que si te puedo decir es que no te dejaré, pase lo que pase, y que saldremos de esta, juntos.
De un brinco llega hasta mí y me abraza fuertemente, con lágrimas en sus ojos, mientras lo abrazo de igual manera.
-Lo siento, todo, lo siento -me susurra con la voz quebrada.
Nos quedamos en silencio por varios segundos, hasta que se retira, se limpia el rostro, regresa a su lugar y se acomoda para dormir.
Yo me paso a uno de los primeros asientos para hacer la primera guardia.
-Aquel día -escucho a Daniel a mis espaldas-, no era yo.
-Lo sé -le contesto antes de que el silencio sea lo único que prevalezca en el lugar.
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La última esperanza Parte 2: Resistencia (The last hope #2)
Science FictionLas razones para vivir se acaban. Lo único que queda es a lo que te puedes aferrar. Hace quince años las sombras llegaron a la tierra y con su llegada acabaron con gran parte de la población. Ahora Evan y Daniel continúan su viaje, luchando contra l...