Capítulo 13

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Como una nube naranja.

No, no era como un hongo, de aquellos que solían pasar en las películas o caricaturas exagerando la situación. Era una nube naranja, roja y amarilla, desde ella salían disparadas bolas de fuego de diferente tamaño, dejando detrás de ellas un rastro de humo negro. Aquella diminuta figura triangular que se alcanzaba a apreciar desde la distancia en la que estábamos se había convertido en una bola distorsionada y deforme de diferentes colores, mientras en nuestros oídos resonaba cada vez más hueco y menos fuerte el estruendo de la explosión. A pesar de la distancia, el color del cielo, del agua, de todo, en segundos se volvía tan brillante que cegaba la vista.

Solo segundos después de la explosión, todo el lugar se tornó oscuro, pasó de ser una nube naranja a una nube negra que ascendía al cielo. Después lo pude observar. El mar comenzaba a dibujar diferentes formas, el agua dejo su tranquilidad para pasar a ser un desastre. Se formaron olas, olas enormes, gracias a la onda expansiva, desde el punto de la explosión, y directo a la costa. Estamos suficientemente lejos, pero a pesar de eso se podía observar lo altas que eran. Conforme más se acercaban a la costa, más fuerza perdían y su tamaño reducía, y a pesar de eso, llegaron a la costa. Del tamaño suficiente para derivar un edificio de cinco pisos sin problema alguno, con la fuerza suficiente para arrasar aquella pequeña zona costera, aquellas pequeñas casas, las enormes palmas, la gran cantidad de hoteles, con la suficiente velocidad para desaparecerla en solo instantes. El lugar dejó su calma para pasar a crear un ruido de destrucción total. Nosotros estamos bastante alejados como para preocuparnos acerca de eso, al igual que la ciudad. La autopista está ubicada en una parte alta, recorre el borde de una montaña, arriba de nosotros, arboles, y debajo de nosotros, mas árboles. La ola llega hasta la base de la montaña, y se lleva consigo cientos de árboles, pero no logra en lo más mínimo representar una amenaza para nosotros. También logra llegar a los suburbios de la ciudad, pero con muy poca fuerza para llegar más lejos.

— ¡Maldita sea! —Exclama Daniel, acercándose lo más que puede —. ¡Wow! ¡Eso fue increíble! ¿Lo viste? —Grita a través del ruido provocado por la ola, la cual pierde toda su fuerza y comienza a asentarse y a regresar lentamente al mar, arrastrando consigo cientos de escombros— Es... Es... asombroso.

— ¿De qué hablas?

—Pues de que —me dice en tono de burla—. ¡De eso! —Añade señalando a la nube gris que antes era un triángulo, y que ahora solo es humo y piezas de fuego en el agua—. Guerra. Victoria. La guerra por recuperar lo nuestro ha comenzado.

—Dudo que eso sea bueno —le contesto acercándome cautelosamente a él, me cuesta trabajo despegar la mirada de la situación, me cuesta trabajo creer lo que ví.

— ¿Cómo puedes decir eso? Eso que vimos fue buena señal, los humanos se alzan, se unen, para luchar, para ganar —cada frase la dice en tono heróico.

— ¿En serio genio? ¿Cuándo te llego una invitación que diga: "Ven con nosotros y únete a esta pelea para ganar lo que nos corresponde, Atentamente: el diez por ciento de la humanidad restante"?

—Eso es patético.

—Igual de patético que pensar que unas hormigas van a poder ganarle al pie que las quiere aplastar.

— ¿Nosotros somos las hormigas? —pregunta en tono ingenuo y cambiando su rostro a uno de curiosidad. Igual que el viejo Dan.

En ese momento el zumbido de los aviones se hace presente y aumenta de intensidad. Exactamente el mismo sonido que escuchamos varios minutos atrás. Daniel corre y se sube en un auto y comienza a hacer señas al cielo. Lo sigo, repitiendo los mismos movimientos.

Vemos cómo avanzan, en dirección al lugar por donde salieron minutos atrás, a una gran velocidad, pronto pasarán exactamente sobre nosotros. Dudo que nuestros esfuerzos sirvan de algo.

—No va a funcionar —le digo a Dan, bajando mis brazos. El avión está a solo metros de estar sobre nosotros y no han disminuido la velocidad.

Entonces, un rayo de luz azul atraviesa el cielo, y se estrella contra un avión, envolviéndolo en llamas tan pronto como lo toca. Explota de una manera igual a la que las explosiones en la noche de los fuegos artificiales se producían: La chispa creaba llamas y se esparcían a cualquier dirección. Del centro a todas direcciones.

— ¡Al suelo! —alcanzo a gritar.

Sujeto a Dan, lo jalo y nos tiramos al piso. Los escombros golpean el auto a nuestras espaldas y el concreto frente a nosotros. Nos arrastramos para protegernos contra un auto. En el cielo el segundo avión continúa avanzando, pero esta vez vuela más rápido, dando varios giros para evitar todos los rayos que han comenzado a dibujarse en el cielo, y disparando. Sigo la trayectoria de sus disparos, y del mismo punto de donde los aviones habían salido anteriormente, cinco esferas se alzan, todas intentando derribar al avión. Su tamaño pequeño, tal vez únicamente para un tripulante, le permite avanzar con gran velocidad y dar varios giros, sin embargo, un rayo de luz logra impactarlo y destruirlo.

Las esferas no esperan verlo caer, avanzan demasiado rápido para poder notarnos, en dirección al triángulo. Asomo la cabeza y observo la gran cantidad de esferas acercándose al triángulo, todas formando un círculo alrededor de la zona de la explosión.

—Ja —exclama Dan a mis espaldas mientras nos ponemos de pie—. Les ganamos tontas. O tontos. No sé. ¿Las sombras tendrán género?

— ¿Crees que eso importa? Vámonos de aquí antes de que regresen.

— ¿Por qué nos vamos?

—Porque después de eso reforzaran sus guardias en busca de sobrevivientes y de encontrar el lugar de dónde provenían los aviones.

—Suena lógico.

—Lo es. Ahora vámonos. No tenemos tiempo que perder.

Comenzamos a correr entre las filas de autos que parecen no tener fin. Volteando la mirada de vez en cuando para observar que hacen las esferas, y afortunadamente siguen distraídas en la zona de la explosión.

— ¿Crees que la resistencia lo hizo? —me pregunta Daniel a mis espaldas con el aliento entrecortado.

—No tengo idea.

Conforme más avanzamos a la ciudad, desde la distancia en la que estamos, se alcanza a distinguir la destrucción que hay, los edificios colapsados o gravemente dañados. A mi mente vienen las palabras de David, lo que menciono acerca de la resistencia militar aquella vez que fui a interrogarlo junto con Tomás.

«Ese lugar ya no existe, no más, nosotros estuvimos ahí, ¡Yo estuve ahí! ¿Y sabes qué fue lo que ocurrió? Que los matamos a todos, a los niños los quemamos vivos, mientras lloraban pidiendo piedad, a los soldados los matamos uno por uno, procurando hacerlos sufrir, y después de eso, ¡Bum!, volamos ese sitio en miles de pedazos, ¿Y sabes qué fue lo mejor? Que todos murieron, y que todos sufrieron, lloraron y nadie pudo hacer nada para cambiar eso».

El recuerdo me toma por sorpresa y toma tal fuerza en mi mente. De repente me invade una tristeza enorme, intento ignorar la idea, convencerme de que todo lo que dijo fue falso, pero cada vez que lo hago, recuerdo el ataque que realizaron, el ataque que dijo que iban a realizar.

«Basta, estás aquí para descubrir la verdad, estás aquí para recuperar a mi hermana».

—Si fueron ellos entonces no nos conviene ir para allá, las sombras los buscarán, y probablemente los destruyan —dice Daniel intentando recuperar el aire, volviéndome a la realidad.

—Sí, ahora tenemos más razones para sacar a mi hermana de ahí y luego largarnos.

— ¿A dónde?

— A donde sea que no haya guerra.

Daniel ríe levemente a mis espaldas.

—Y decías que el de las fantasías era yo.

Lo ignoro y comenzamos a avanzar cada vez más rápido. En mi interior el deseo de encontrar a Sara, de rescatarla, de poder estar con ella después de tanto tiempo se hace más fuerte, pero también se vuelven más fuertes mis inseguridades y el miedo de por fin afrontar la verdad.

«Sara, estamos por llegar, aguanta un poco más»

La última esperanza Parte 2: Resistencia (The last hope #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora