Nada. No hay nada.
Giramos la esquina para encontrarnos con el terrible resultado, el resultado que temía. No hay edificio alguno, no hay hospital alguno, en lugar de eso hay restos de columnas, de paredes, y lo demás son escombros enormes, todos hundidos en un enorme agujero en el piso que se extiende por toda la zona donde el hospital debía estar y que comienza a hundirse más allá, en donde estamos el piso está inclinado y con enormes cuarteaduras.
Guardamos silencio, intentamos entender lo que ha ocurrido, intentamos aceptar lo que ha ocurrido.
«Ese lugar ya no existe, no más, nosotros estuvimos ahí, ¡Yo estuve ahí!, ¿Y sabes qué fue lo que ocurrió? Que los matamos a todos, a los niños los quemamos vivos, mientras lloraban pidiendo piedad, a los soldados los matamos uno por uno, procurando hacerlos sufrir, y después de eso, ¡Bum!, volamos ese sitio en miles de pedazos, ¿Y sabes qué fue lo mejor? Que todos murieron, y que todos sufrieron, lloraron y nadie pudo hacer nada para cambiar eso »
Tal vez David estaba en lo correcto, porque este lugar no es más que escombros y cenizas. A mi mente vienen cientos de recuerdos e intento contenerme antes de romperme en lágrimas. Dan avanza cauteloso, atónito, y después quita escombros con el pie de un enorme cartel.
«Resistencia Militar de América»
Eso es lo que dice el cartel, mientras a un lado hay un enorme escudo circular, y dentro del círculo, todo el continente americano está representado.
—Era... aquí —dice Dan en voz baja—. No... No puede ser esto posible.
Alza la mirada, me observa, observa como tambaleo, observa como me contengo, hasta que cedo y caigo al piso. Sin fuerzas para llorar, sin fuerzas para hablar, con las ganas de sacar todo mi ira, con la frustración invadiéndome.
«Tú la dejaste ir Evan, tú la mataste»
No puedo dejar de torturarme, no puedo terminar de creer todo lo que ha ocurrido. No sé qué hacer, o cómo reaccionar, solamente quiero que todo esto acabe. No puede continuar con la idea de saber que esto ha sido un fracaso.
«Tú la mataste»
—No te des por vencido —dice Dan acercándose a mí, pero me cuesta trabajo escucharlo, en mi cabeza solo rebotan los buenos recuerdos, los buenos momentos, que no son más que eso, recuerdos « ¿De verdad creías que la ibas a encontrar? ». Lucho por contener las lágrimas, por no llorar, por no gritar, por eliminar de mi mente tanta ira, tanto dolor, tanta tristeza—. Tal vez hay sobrevivientes, deberíamos buscar —dice en tono suplicante.
—No hables del diablo que se te puede aparecer, niño.
Una voz masculina, fuerte y profunda surge del otro extremo de la calle, pertenece a un hombre que avanza a nuestra dirección, con un traje negro y grueso, como el de un policía, pero con un chaleco enorme, una bufanda negra que cubre su boca y un gorro negro que cubre su pelo. Avanza rápido, con un rifle en sus manos, y detrás de él otros tres hombres con la misma apariencia y con armas largas en sus manos.
Me pongo rápidamente de pie, tambaleando, me coloco enfrente de Dan y les apunto con mi arma, pero en seguida ellos nos apuntan. Alcanzo a observar su brazo, con la misma insignia que la que tenía el cartel.
—Antes de que jales ese gatillo estarás muerto —dice él hombre, en ese momento escucho crujidos detrás de mí, giro ligeramente la vista y tres hombres se colocan detrás de nosotros, apuntándonos.
Mi mano tiembla y mi apariencia no ha de ser nada buena, como se supone que puedo intimidar, si ni siquiera tengo las ganas de hacer algo.
— ¿Son de la resistencia? —es lo único que sale de mi boca, con la voz ronca y débil.
—Éramos —dice acercándose aún más, quedando a pocos metros de Daniel y de mí—. Pero ya no hay resistencia.
Los hombres de atrás nos arrebatan violentamente las mochilas y las lanzan a los hombres del otro extremo.
—Quince —dice un hombre observando su mano.
—De acuerdo —le contesta el hombre que parece ser el jefe—, les diré que haremos. Nos llevaremos sus cosas —los hombres comienzan a buscar por nuestro cuerpo algo más y nos arrebatan nuestras armas, después avanzan y se unen al resto de su grupo, no nos resistimos, simplemente cedemos, Dan me observa desesperadamente pero no tengo la menor idea de que hacer, en este momento mi cabeza está en blanco y son muchas cosas las que no puedo comprender, las que no puedo aceptar, en ese momento una sola cosa cruza mi mente y la esperanza de que Sara este con ellos surge dentro de mí—, y ustedes pueden escoger si se van o los matamos...
—Estoy buscando a dos personas —lo interrumpo.
—Ja, buena suerte con eso...
—Se llaman Sara Bernard y Eddy... Eduardo Miller.
Todo el grupo se queda inmóvil, en silencio, dejan de buscar en nuestras mochilas, dejan de hablar, todos voltean a vernos. En ese momento un hombre surge de la parte de atrás del grupo, el jefe lo intenta detener, pero él avanza directo a mí, saca su pistola y la coloca debajo de mi barbilla. No puedo observar o distinguir sí es hombre pero su voz es lo que lo indica.
— ¿Quién demonios eres? ¿Por qué los buscas?
—Sara es mi hermana, ella vino aquí hace años —me cuesta trabajo hablar, el resto del grupo nos está apuntando, no despegan la mirada de nosotros—, y Eddy es el hermano de mi mejor y única amiga, Cristina. Ella me pidió que lo rescatará.
El hombre piensa unos segundos, no dice nada, me observa curioso, dudoso, después se quita el gorro y deja al descubierto su boca. Dibuja una sutil sonrisa. Es un hombre joven, tal vez y apenas alcanza los veinte años, de tez blanca, con el pelo negro, levemente chino, con el rostro sudado y una mirada muy expresiva, una mirada de alegría.
—Mi hermana... —susurra, su voz detonando que aún es joven, mucho más que su jefe, después me abraza fuertemente y se despega de mi rápido, sin eliminar de su rostro la sonrisa—. ¿Dónde está ella?
—Diez —señala una vez más el hombre que hace unos minutos habló, el jefe solo asiente.
Me cuesta trabajo creer lo que está ocurriendo, dentro de mí la esperanza de que Sara esté cerca, en algún otro refugio, se aviva más que nunca, sin embargo no logro encontrar la forma de decirle que su hermana ya no está, únicamente lo observo a los ojos y es suficiente para que entienda. Elimina la sonrisa por confusión y luego por seriedad.
—Lo siento —le digo. Él únicamente se aparta y baja la mirada.
—Creo que dentro de mí lo sabía —dice sin observar a nadie, después retrocede un poco.
—Eddy tenemos que...
— ¿Pueden venir? Deben venir —interrumpe Eddy a su jefe. El hombre lo duda pero después asiente.
—Vaya, si te pareces mucho a ella después de todo —dice Dan, a lo cual Eddy solo le esboza una pequeña sonrisa.
— ¿A dónde vamos? ¿Me van a llevar con Sara? ¿Con el resto de la resistencia? —interrumpo, acercándome a Eddy, con la emoción dentro de mí. Sin embargo él me observa confundido, después observa a ver a todos sus compañeros y voltea a verme, con compasión.
«No»
—No sé cómo decirlo... —busca las palabras, mueve sus manos sin saber que decir—. Esto es toda la resistencia que queda —añade señalando a todos sus compañeros.
«No, no, no»
Y después mientras su voz se corta añade:
—Sara... Sara está muerta.
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¡Hola a todos! Una vez mas agradezco el que sigan la historia, los invito a votar y compartir su opinión de la historia, de verdad eso me alienta y me encanta conocer su opinión. Espero que la historia les siga gustando, y en capítulos posteriores esta situación se explicara más. Háganme saber cualquier sugerencia u opinión y agradecería mucho sus votos y el que comparan y sigan la historia. ¡Muchas gracias!
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La última esperanza Parte 2: Resistencia (The last hope #2)
Science FictionLas razones para vivir se acaban. Lo único que queda es a lo que te puedes aferrar. Hace quince años las sombras llegaron a la tierra y con su llegada acabaron con gran parte de la población. Ahora Evan y Daniel continúan su viaje, luchando contra l...