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Y ahí estaba en la cancha cinco, observando como un tenistas portugués iba y venía corriendo por toda la cancha a causa de las pelotitas de Tenis que lanzaba el tenista argentino 'Delpo'

Mi cabeza se concentraba en el partido pero era imposible.
No entendía nada del Tenis.

Extrañaba de varias maneras a Dennise, tenía un vuelo pactado a Australia hace ya cinco días. Y yo debía quedarme hasta finalizada la competencia.

Mi tobillo estaba mejor, no tanto, pero ya me daba igual.

Al comienzo del primer set, cinco muchachos con la camiseta de Argentina tomaron asiento dos junto a mi y tres en las butacas de atrás que eran los asientos reservados desde la comisión de los juegos.

Uno de ellos me conversaba, Tomi. Se llamaba.

-Che boludo anda a comprar gaseosa. -dijo uno atrás mío.

-Pero si vos querés, está jugando el otro, para un toque.

-No decile que compre algo para comer -dijo 'Tomi' observando el partido.

-No, mira el partido -le lanzaron una remera y le cayó en la cabeza.

-¡Basta boludo! -reí, como se peleaban me recordaba a mi hermano y sus amigos.

Uno me pasó un vaso gigante de cerveza mientras que otro tomaba una selfie con su celular.

Éstos se cansaron de saltar, gritar y alentar.

Así pasamos el partido y mi pie vendado no fue el protagonista, la pasé súper y éstos me invitaron a comer a la noche en la playa.
Acepté ya que la última vez que había ido a la playa de noche fue en mi viaje de egresados. Hace cinco años, que para mi era una eternidad.

Intercambiamos números, y al final del partido salí del estadio posteando una foto en Twitter.

Esa tarde noche, conversé con los nadadores argentinos que estaban de turno el gimnasio mientras que ellos y yo entrenamos para ponernos de punto.

A eso de las 21 terminamos, ya que entraba el próximo turno, y quedaron pendientes en ir a ver el partido de tenis del único argentino que seguía en píe en estos juegos en semis contra el español Rafael Nadal el mismo 17 de agosto y ya no faltaba nada.

Al subir al piso quince, donde estaba el apartamento designado para mi, tomé un baño y pronto me prepare para salir, llevando las cosas necesarias.
El elevador se tardaba en llegar por lo que baje directamente por las escaleras.

En el lobby del edificio se expandía melodía francesa que daban el toque de elegancia que le faltaba al lugar.

Aunque por el momento me sentí un poco observada por la gente que vestía finamente y cenaban en la planta baja del edificio.
El vestido para nada elegante que llevaba era el centro de esas miradas, era un vestido simpre de un color verde manzana muy clarito arriba de la rodilla, sin ninguna estampa ni ningún tipo de detalle.
Y ni hablar de mis pies que prácticamente iba sin calzado, sólo era una plantilla que rodeaba mi pie y dos tiras de agarre.

En la puerta me esperaba mi Carroza Real. Junto a cuatro príncipes azules.

-¡Hay Carito! -uno imitó la voz de una mujer muy afeminada lo que me causó tanta gracia que casi me caigo al caminar- ¡Saliste por todos lados hoy!

-¿Que tal muchachos? -anuncie mientras que los saludaba con un beso en la mejilla a todos- ¿Como que salí por todas partes?

-¡En televisión! -anunció Agustín que estaba pendiente de jugar con las llaves del automóvil.

-Ah, si todos están muy atentos a cualquier detalle de Río. -tranquilice a los muchachos pero veía que el carrito de golf no se movía- ¿A quien esperamos?

-A delpotito mi amor, a quien más -comentó Lucas que iba caminando hasta un depósito pequeño de basura.

-¿Delpotito? -reí nuevamente mientras Agustín comenzaba a hablar.

-Delpotito es un pronombre que le pusieron estos boludos a Delpo. -dijo Agustín mientras señalaba hacía la izquierda.

Y ahí es cuando me di cuenta que Agustín, Lucas, Federico y Tomás eran los amigos del tenista al cuál estábamos observando esa misma tarde.

-¿Se te quedó el ascensor? -dijo Federico gracioso, mientras que los otros se 'mataban' de risa, prácticamente.

-No, sino llegaba cuatro horas después... -sonrió y los saludó con un saludo de hombres a cada uno- ¿Caro?

Al preguntar todos sus amigos rieron delante de su interés por saber que hacía yo, allí.

Los muchachos me compraron unas galletas en el camino hacia la playa.

Agustín conducía, mientras que Tomás iba de copiloto. En la segunda fila de asientos iba Lucas y yo y en la tercera fila, la que iba mirando hacia atrás estaban Del Potro y Federico.

No podían decir una palabra que ya se reían por lo tanto a mi también me hacían reír.

-Che Juan, te pasaste hoy -Lucas le tocó la cabeza- el otro se quedó relajado, lo mataste -rieron ellos.

-Si, a la próxima me alientan más -rió y el autito se estacionó.

Bajé de un salto y tocamos la arena aún tibia.

Lucas bajo un pequeño reproductor de música y colocó cualquiera desde su celular, mientras caminaban hacía la orilla de la playa.

De repente, Ulises Bueno comenzó a sonar.

-¡No, cambia eso! -empujé a Lucas y se cayó al suelo.

-Noo boluda, temazo -alucinó Lucas desde el suelo.

-Posta, deja -dijo Tomás.

-No mejor no, si le recuerda a su ex seguro -continuó Martín y yo lo observe.

-No Caro.

-No Caro. -dijeron Agustín y después Federico.

-¿Mi ex?

-Que tal si comemos pizza... -Dijo Lucas cuando comenzó a ver que el clima entre nosotros se colocaba tenso.

-Si dale, que rico -avanzo Agustín

Yo hice el paso más lento y me coloqué al lado de Martín.

Martín Martín, o Juan.
Lo que quieras.
Los errores quedaron muy atrás pero eso no debe decir que los halla olvidado.

J.M. Del Potro ™Donde viven las historias. Descúbrelo ahora