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—¿Cómo que qué? –le grité

—Caro, te presione para que me dejes hacértelo. Seguro que tu novio no hace eso y está mal. Él es un buen hombre, y yo no puedo entenderlo.

—Martín, no puedes irte.

—Sería más prudente si me marcho.

—Y que pasa si tengo ganas y quiero más.

—Tienes a un novio que te hace pedir más, seguro. Por que a mi no me lo pediste.

—Ahora quiero más.

—Caro…

—Síentate Martín. –lo obligué y tomó asiento mientras yo giraba hasta él para quedar frente a él.

Tomé su mano derecha y la acaricié mientras la acercaba hasta mi rodilla y la dejaba allí, con su mano izquierda hice lo mismo que era donde tenía su fractura.
Abrí un poco mis piernas y me saqué la remera que llevaba en unos segundo.

—¿Tengo chupones? Martín… –le pregunté mientras le enseñaba mi cuello.

Y el aprobó.

—¿Te puedo hacer yo algunos chupones? –le pregunté y sentí por primera vez, su respiración temblar– O, no quieres que nadie se de cuenta.

—Puedes hacerme lo que quieras.

Y ese fue el punto.
Le bese el cuello y cuándo me subí a él retiré su boxer y también mis braguitas.

Lo monté, y él con sus manos me guío las casi cien veces que subí y baje arriba de él, cómo si no hubiera mañana. El observaba mis pechos y mis ojos y susurraba cada vez que podía, se mordía el labio y empujaba cada segundo más.

Me beso, mientras tomaba un pequeño descanso sobre su pecho y seguí mi proceso mientras no dejaba de besarlo.

—¡Ay Martín! –grite cuando sentí algo caliente caía sobre una de mis piernas– ¡Quiero más, más!

Al momento que le grité, terminé yo también y me hizo girar.
Dejándome en la famosa posición del perrito y sin problemas de sueño o cansancio para mi lo espere ansiosa.

—Dime algo, tu novio… ¿Te lo ha echo así?

—No Martín, nadie me…

—¿Puedo ser él primero? –me preguntó

—Ohh si si Martín

Y se preparó, e hizo que mordiera algo y me dijo que no gritara tan fuerte.

—Martín –le dije levantado la voz

—¿Sí?

—Si duele no me lo saques.

Y al instante sentí cómo entraba y mordí la almohada. Pero no había entrado ni los primeros tres centímetros.

—¡Sigue Martín! –le grité y salió y volvió a entrar producido que gritara palabras que no tenían sentido y cada vez más fuerte– ¡AY MARTÍN!

Y entró hasta lo que pudo y volvió a salir otras tres veces hasta que se acercó a mí me tapó la boca y entró hasta el fondo.

—No queremos que tu novio se enteré… –me susurró mientras dejaba caer algunas lágrimas por el dolor que sentía.

J.M. Del Potro ™Donde viven las historias. Descúbrelo ahora