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—¡Cuando le apagan las luces ella se luce y yo se lo hago otra vez…! –grite al lado de Marina la hija de Lucía también hermana de Melissa.

En un momento un poco mágico, se abrieron las puertas de aquel puerto en dónde sobre el agua estaba un gigante Yate que tenía un cartel que decía los nombres de los novios.
Allí se daría la gigantesca fiesta.

Y se dio.
La mayoría habían cambiado su vestuario, hasta los hombres.
En dónde la mayoría ya tenían sólo una camisa.

Las puntas del yate eran las que más estaban ocupadas.
Simplemente el mar era lo que más me gustaba.
Melissa abra organizado todo y a la tal perfección.

El Dj estaba en el tercer piso del yate, eran un morocho bastante alto con gigantes ojos verdes.

Estuvimos hablando con Arthur y Lucas, o sólo Lucas y yo, en eso nos invitan a participar de los juegos de azar ya disponibles en el subsuelo.

Y cómo no podrían faltar los juegos de azar por la familia de Juan, se daban corazones de chocolates con las iniciales de los novios para apostar.

De una pequeña simple vista, vi como Pablo; él amigo de papá, se acercaba a las mesas de ruleta junto a su padre.

—¿Quien es Lucas? –preguntó Arthur de repente.

—Un friend de por ahí ¿Por?

—Me parece un poco conocido, pero te conoce mucho… Digo…

—Es cómo un hermano de mi hermano. –lo interrumpí al último.

—¡Chiquitina! –pablo.

Moví mis pies sin querer y observé a Arthur.

—Hola… –anuncié y le dí una mirada y luego sólo me dediqué a observar mis pies– Él es Arthur.

«¡Tú prometido! ¿no?»

No. No y no.

Tomé unos segundo de conversación con Pablo y llevé a Arthur hasta afuera me senté en un sofá y vi el mar.
La costa. Los edificios. Todo, hasta Lucas en el piso de arriba.

No le hablé a Arthur en todo esto, pero sinceramente cuando tenía a Lucas cerca mío me provocaba algo.
Que obviamente Arthur no lo hacía, tal vez sería por que Lucas se había convertido en mi primer amor, en ese amor no correspondido, o tal vez hasta prohibido. Como la familia de mamá vivía en Rosario normalmente íbamos de vacaciones a Santa Fe, que a la vez es la provincia de nacimiento de mi abuelo padre de mi madre.
Con Lucas, en Santa Fe marchó excelente, no éramos nada, pero lo éramos todo, a pesar de ser adolescentes yo comprendí lo que era amar a una persona, a la distancia, en la cercanía y hasta él con sus novias y yo bajo la guardia de mi hermano.

Ahora es adulto, los dos. Ahora tenemos otras prioridades, empleos, novias, novios, parejas, familia, razones por las que vivir. Y vivir separados, por que ya entendí que no servimos para estar juntos.

A mi prometido le suena el celular y atiende. El pensamiento de la palabra prometido me da vueltas el estómago. Extraño los momentos en donde podía estar con Lucas, en donde podía hablar tranquilamente mis problemas de que el esmalte de uñas se había corrido, de que habían cortado la luz y a mi me daba miedo, y hasta de ver pasar un auto y de chica ya tener una pequeña pasión por los autos que no podía conseguir.
Lucas fue mi gran amigo. Mi otra mitad, mi todo tal vez.

Y lo teníamos claro de chicos, de adolescentes. «Creo que fue más que un beso, Lu» «Fue más que eso…»

La fiesta pasó en un abrir y cerrar de ojos.

—¡Esa es mi chica! –anunció Paulina de repente la insulte por invitarme a medianamente engañar a Arthur.

J.M. Del Potro ™Donde viven las historias. Descúbrelo ahora