J.M. Del Potro ™

54

Me llegue a dormir, sobre el cómodo sofá en el que estaba sentada, hasta que sentí que lo llamaban a Arthur que hacía de mi soporte.

—Los Fellphs, están afuera, mi señor, quisieron forzar la seguridad. Están armados. –y de repente abrí mis ojos más de lo normal.

—Llévatela. –anunció Arthur y sentí como me levantaban del sofá sin mi autorización y cinco guardias irían conmigo.

Mi cabeza me daba vueltas. Típicos efectos del alcohol, pero no había tomado ni una gota. Vi a Arthur alejarse, y como la gente se movía al rededor de él.

Los guardias, atravesaron la puerta de la cocina y me hicieron asustar ya que comenzaron a correr entre todas aquella personas trabajadoras que hacían una reverencia rápida ya que el hombre que me llevaba tenía un estado físico que corría bastante. Pasaron la cocina, los hornos, y doblaron por un pasillo, entraron a una pieza y comenzaron a sacar cajas de cartón como si buscarán algo. En el suelo recién descubierto había una especie de césped cinético, lo sacaron y abrieron una compuerta con una pequeña escalera sólo entraron tres guardias conmigo. Que entre ellos reconocí al guardia que mejor hablaba español. Roger. Que aún me llevaba entre sus brazos.

—¿A donde vamos? –pregunté observando todo mi alrededor borroso.
No tuve respuesta alguna, hasta que pararon de correr, y sentí que me dejaban sobre el sofá y veía a la madre de Arthur y a mi madre.

Pronto escuche llamadas telefónicas, cifras numéricas, libros a pedido y datos. No comprendí nada, en absoluto, hasta que un dolor punzante vino de repente en la boca de mi estómago, lo que me hizo dar un alarido bastante fuerte.
Me tome del lugar que me dolía, y mamá se hasta mi, de repente el lugar sufrió un corto circuito de luz.

Todo quedó bajo la luz de la luna. Me levanté dejando de lado todo hasta observar el lugar bajo la pequeña luz.

Un poco de agua basto. No se ataques de pánicos, pero estaba muy cerca de conseguir uno.

—El avión ya está esperando. –anunció Roger en voz baja y me levantaron del suelo y comenzaron a dirigirse al parecer a un nuevo compartimento con escaleras hacia abajo.

El tipo que me llevaba, bajo las escaleras a un ritmo impresionante, y corrío por lo que parecía un ducto de agua, con obviamente un poco de ayuda.

Corrimos y pasamos por siete escaleras, cada una representado una calle, y a la octava doblamos para la izquierda y por último subimos por una. Me manche las manos, ya que las escaleras estaban aceitosas y mi vestido estaba un poco manchado.

El lugar donde fuimos a parar fue una calle muy transitada. Realmente no conocía Berlín, y había un departamento con ladrillos en el frente aún sin terminar, pero tenía una escalera por la cuál tuvimos que subir. Al llegar arriba un avión, un pequeño avión nos esperaba.

Esa noche fue de película.