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Tarde un poco estar al máximo en mi humor. Y sin motivos.

Quise por un momento pensar que metas tenía para cumplir, pero lo único que me recordaba Dennise era; ver un partido de fútbol de preferencia fútbol argentino. Y una perforación en la oreja, cualquiera.

Entonces mientras Mirian y Em cocinaban, Dennise y yo lavábamos la cocina entera ya que había echo un desastre entre Mirian y Dennise cuando intentaban hacen dulce de leche, y colocarlo en alfajores.
Exactamente como los que hacía Mirian desde muy chica.
Pero con el dulce de leche se les pasó la mano.

A las tres, quedamos en salir con Arthur Miller. Sí, el que le había echo un 'chupón' a mi mejor amiga.
Pero quedamos que sólo era un juego, y para mi estaba bien.

Ese jueves, veintidós de septiembre.
Fue mi día.

Tarde en pensar si salir o no salir con Arthur Miller esa tarde, el muchacho de veinticuatro años, parece el típico chico malo de las universidades estadounidenses, ese que es capitán del equipo del colegio, que lo siguen las muchachas, y que lleva una vida en el sentido de fiestas, noches.

Aunque Dennise me asegura que no es nada de lo que pienso, aún lo dudo.

Tiene un auto. Un mustang negro. Habla inglés perfectamente, y su español es refinado.
Es alto, no se aún si tiene ese tal «cuerpazo» como lo describen todos. Pero al usar sus camisas, su pecho termina de abarcar todo espacio vacío.

En fin, conduce normal.
Y tampoco es que las calles de Cancún sean muy movidas, ni mucho menos un jueves a las tres y siete minutos.

—¿Tienes familia? –preguntó el mientras conducía, en nuestra conversación sólo había lugar para dos «¡Hola!» y dos «Chau...»

—Sí, mi madre en Madrid, mi padre en Buenos Aires, tengo una hermana y un hermano.

—¿Están separados? –preguntó el y yo me quedé muda y con dudas.

—No lo se, es complicado.

—Entiendo

—¿Y tu familia?

—Mi madre y mi padre, y ahí se terminó. Me hubiera gustado tener hermanos y eso.

—Y ellos ¿están juntos?

—Sí, pero mi madre perdió dos embarazos antes de mi, y mi padre quería un niño, al final lo consiguió.

—¿De donde eres, donde vives?

—Vivo en diferentes partes, en realidad. Ahora estoy aquí, hace menos de un mes estaba en Inglaterra, no se que sera después, pero yo nací en KirkLand, una isla. Mamá debía olvidar un poco lo que pasaba y mi padre la visitaba cada vez que podía.

—Debe haber sido mucho al instante para tu madre.

—Así es, pero pudo marchar mejor. ¿Y tu tienes pareja?

—No, últimamente nada me ha salido bien, y para ese tipo de relaciones uno debe estar lo mejor posible en situación sentimental.

—Sí, a mi tampoco me ha ido bien. Mi madre siempre quiso una novia ejemplar. Lo que según ella no pude conseguir nunca, de ahí me marché de mi ciudad y no regrese, excepto en las fiestas patrias.

—¿Estas estudiando o trabajando?

—Estudiando, aún que ya me recibí en odontología y derecho además estoy estudiando para chef. Quiero aprender y aprovechar mientras pueda –sonrió observando la carretera– ¿Tú?

—Estoy haciendo arquitectura y urbanismo a larga distancia, me gusta la carrera pero no se si podré continuarla.

—Sí... ¿Que clase de comidas te gustan? –preguntó cambiando de tema.

—No se, me gustan muchas. Pero casi nada 'raro' o 'exótico' como dicen los chef –el rió gracioso– las pizzas son lo mejor que puede haber, de ahí, vienen los postres que son otras cosas.

—Entonces te encantan las pizzas. Supongo que visitaste Italia, quiero aprender a hacer ese tipo de pizzas.

—No he visitado Italia –me observó un tanto se sorprendido– pero seguro no abandono el país nunca.

—Me sorprende que no visitaste Italia, los muchachos me dijeron que viajabas mucho. Debes ir a conocer.

—¿Estuviste preguntando? –al terminar de hablar al instante su rostro se puso colorado.

—No voy a mentirte, he hablado con los muchachos y con Dennise que la conozco un poco más que a las demás. Ellos me comentaron algo y Dennise sólo me dijo que eras tú la que debía contestarme. Se ve que son buenas amigas.

—Sí, nos conocimos y al instante supimos que teníamos algo, ella pensaba como yo y yo como ella.

—Aquí es. –anuncio el mientras un hombre se acercaba a abrirme la puerta.

—Señorita... –el hombre hizo una reverencia y Arthur terminó de sacarme del automóvil.

—No sabía que veníamos a este lugar, al menos me hubiera puesto un vestido.

—Así estas perfecta. ¿Ya habías venido aquí?

—Pasamos la vez anterior con Em, y quedamos en venir al menos una vez.

—Pueden venir otra vez, si quieren. –dijo él mientras entrábamos en el restaurante– Vas sentarte aquí –anuncio mientras alejaba una banqueta de la barra.

—¿Yo sola? –le pregunté mientras obedecía lo que me decía

—Sí, ya vuelvo –me sonrió con dulzura y se fue.

Mire hacía los lados y había mucha gente, gente dentro de sus propias conversaciones, en sus mesas riendo y comiendo helados, y bebiendo cervezas.

Saqué mi celular, no tenía ninguna idea de donde había ido a parar Arthur Miller. Lo que sabía era que en mi familia las cosas estaban de mal en peor. Mi hermano había vuelto con su ex-novia, y acababa de tirar todo sus estudios a la basura.

—¿Que pasó? –preguntó tranquilo Arthur de repente y del otro lado de la barra.

—¿Que pasó contigo? –sonrió y el observó su cambio de ropa.

Llevaba un delantal sin mangas en negro y tenía una inscripción en su pecho derecho; Arthur. Decía

—¿Trabajas aquí? –pregunté al instante.

—Algo así –alargó el castaño-rubio.

Y ahí me enseñó que le apasionaba hacer.

J.M. Del Potro ™Donde viven las historias. Descúbrelo ahora