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Dicen que si es Mayer es bueno ¿no?

Y lo fue y mucho.

El sábado almorzamos pizza a las cuatro y media de la tarde.

Gracias flaco. Gracias
No lo podíamos creer.

Argentina está de fiesta.

Después de tantos comentarios y observaciones hacía el equipo y el capitán, están en la final.

—Hoy se sale fuerte ¿no caro? –me empujó hacía Martín, Leo.

—No creo –le sonreí– Fede me dijo que si ganabas iba a hacer un buen asado.

—Pero yo hablé del domingo.

—Caro quiere que Delpo la invité a salir... –sonrió Fede y todos observaron a Martín.

Y al final quedamos en salir.

Pablo se puso en contacto conmigo, había una oferta de trabajo para el 23 de septiembre, en Australia.

Y que rápido pasaban las horas.

En segundos eran las 23, en donde estaba dentro de una falda y un pequeño top negro.

En el bar-boliche inglés, sonaba electrónica desde el estacionamiento, era uno de los más conocidos en toda Escocia, ya que se encontraba en la punta de una montaña, y por que asistirán diferentes celebridades.

Tome asiento apenas llegué, junto a Leo.

Mientras que Martín y Fede buscan algo para tomar.

—¿Que tal estás con Martín? –me pregunto Leo, mientras que se movía al ritmo de la música.

—De malas –le sonreí– y vos ¿"Que tal estás con Martín"? –le dije haciendole una broma.

—De malas... –hizo una voz de mina y casi nos tiramos al piso a reír.

—Sorry –me acarició el cabello

—¿Como haces para que te brille tanto? –observó por varios segundos sin pestañear mi cabello.

—Sabes hay que lavarse el cabello, primero. –reimos– Y después te lavas normal.

—Bue, si vamos así... –susurro mirando hacia otro lado y observé.

—Caro ella es Nathacha. –anuncio Martín mientras que frente mío tenía a una rubia de ojos mieles claros, alta y menuda, típica modelo inglesa, sin olvidar que Dennise es inglesa– Práctica tenis, también y habla español.

—Hola. –anuncio ella y rápidamente observó hacía Juan Martín– ¿Quieres bailar?

Y quede helada, abriendo mi boca producto del atrevimiento de ella.

—Dale y con Caro vamos, también. –sonrió Leo y me llevo hasta el centro de la pista.

—¿Por qué? –le grité a Leo

—¿Por qué, que? –me gritó Leo atravesando el sonido electrónico.

—No seas así, por que me hace eso. –observamos a Martín desde un poco lejos. Ella estaba con los brazos al rededor de el y el no hacía absolutamente nada por sacársela.

—El es un boludo. Muchas veces no se da cuenta que hace, y normalmente deja que las mujeres vallan y vuelvan...

Ante la confesión de Leo, mis dudas se presentaron.
¡Claro! Yo soy solo una más.
Una, más.

Ahora tiene sentido, por que a mi también me da igual la relación que tenemos.
Por que no nos importa.
Nos da igual.
Somos diferentes por lo tanto no nos hace mal.

Tarde en mi reacción.
Leo esa noche me acompañó hasta la habitación y dijo que no tenía problema en acompañarme al día siguiente al aeropuerto a pedido mío.
Leo estaba soltero, pero nada indicaba una relación más que amigos. Pero a menos problemas más descanso y libertad para uno.

Regresé a Madrid y me encontré con mamá y un Gino instalado en casa.
Ese domingo 18, Gino me acompañó a correr a la tarde mientras mamá iría al cine.
Gino me comentó sobre algunas cosas que mamá le había comentado, sobre todo que mi hermano entró a la policía y Clari en Brasil.

Para el 19, lunes. Acompañé a mamá para sacar una tarjeta de débito, y un vuelo hasta Ibiza para el 21.

El veinte a la mañana, mi semana recién había comenzado.
Era martes en España y en Alemania. Pero en el aire era un tiempo suspendido.

Y la verdad tenía muy pocas ganas de asistir al evento en Berlin.

Ni bien pise suelo alemán, tenía una llamada entrante desde España.

—Caro. Me detectaron una enfermedad en el pecho. –Mamá y su llanto silencioso.

Suspire con lágrimas en el suelo.

La maleta que llevaba había triplicado su peso y está ya no era la única que me pesaba.

—Y necesito un médico, alguien que me ayude...

Tarde en hablar, por que me costaba mucho.

Y no hable hasta que vi algo blanco.

Traté de levantar mi mano para cubrirme los ojos y poder ocultarme de la terrible luz que me encandilaba. Pero lo único a lo que llegue fue a tirar un par de cables que tenían unas inyecciones en los extremos.

Pero simplemente me dormí, dejándome llevar por la suavidad de la almohada en la que me recostaba.

De pronto estaba caminando entrando a un lugar colmado de gente, pero aún de mañana, hacía frío pero no llevaba ningún tipo de abrigo.

Hasta que llegué al centro de la gente y fui la atención de todos ellos.

Llevaba una corona en mi cabeza y un sencillo vestido verde oscuro, hasta las rodillas.
Me recibieron con un cálido aplauso, allí estaban Dennise, Laura, Analia y Lihz, además del resto de mis compañeros de rutina.

Volví a caminar a través de todos ellos, pero esta vez para mostrar mi corona a los presentes.

Salude a cada uno hasta que mi tiempo se acabó.

Mamá y papá venían a buscarme en su auto, ya era tiempo de volver a casa, pero mientras subía al automóvil observé el cielo.
Gris oscuro, con amenazas de lluvias.

Papá decía que me apurara qué se hacía tardé, pero apenas subí el automóvil comenzó a moverse.
Las ventanas estaban heladas, como con mínimos copos de nieve que impedían que los vidrios bajaran.
Delante del automóvil corrían un grupo de ocho alumnos en filas de dos, corrían a una velocidad humana e iban por el centro de la ruta colmada de árboles coposos en hojas, qué, a cualquiera dejaban sin escapatoria.

—Hay Dios... –escuche una terrorífica voz de mamá– ¿POR QUE HAZ VENIDO POR ACÁ? –le gritó a papá y yo observé al frente.

Los estudiantes que iban corriendo se dispersaron entre los árboles y en el centro de la ruta una mujer vestida de blanco con el cabello negro hasta debajo de la cintura, con el vestido roto y manchado con sangre.
Mi corazón bajo hasta el suelo, mientras que la mujer se elevaba a casi cien metros de donde nos encontrábamos.

J.M. Del Potro ™Donde viven las historias. Descúbrelo ahora