28

137 7 3
                                    

28 de noviembre/ 2016

Cerca de las una, llegue al hotel.
Mientras Paulina entraba a su habitación, yo seguí caminando unos pasos más y llegué a la mía.

Cuando llegué, me lancé a la cama.
Paulina quedó en traerme unos papeles y algo de ropa para mañana.
En unos minutos tocó el timbre y abrí la puerta.
Paulina me trajo todo y prometí bañarme y ella ir a dormir.

Entonces deje un poco de ropa y fui a bañarme, mi baño duro cinco canciones y de ahí me seque el cabello.

Pronto me puse un poco de ropa y cuando por fin me recostaba, sonó el timbre.

Me levanté insultando a Paulina por no haberse ido a dormir, y observé la hora eran las 2 y 10, de la madrugada.

Abrí la puerta y me encontré con una persona bloqueando la puerta.

—¿Me dejas pasar? –pregunto él, con un pequeño brillo en sus ojos verdes.

—No… –le susurré y él empujo la puerta hasta que pudo entrar, mientras yo solo daba algunos pasos hacía atrás.

Sin esperar algunos segundos el me sostuvo de la cintura en un movimiento ágil y me abrazó colocando su cabeza sobre mi hombro.

—Hola… –susurró Martín que sólo me sostenía, por que yo solo dependía de sus brazos que eran como una cuerda para no tirarme al suelo a llorar.

—No, Martín… –me escondí en su pecho ya que estaba sin calzado y él era muy alto.

En un momento sentí que cerró la puerta y como me hacía girar sobre mis pies, hasta que sentí lentamente como mi espalda chocaba contra la puerta.

Nos alejamos unos centímetros, que no fueron muchos ya que mi respiración se juntaba con la de él.

Me sentí un poco observada por un segundo hasta que olvide esos sentimientos y sólo observe el suelo.
De alfombras color beige, con un Martín con zapatillas celestes flúor.

Por un segundo quise sonreír pero no pude, aunque todo eso fue interrumpido por sus ojos y su interminable mirada. Con su mano derecha había levantado mi mirada, produciendo que mis ojos sólo miraran los suyos.

Suspire.

Que bonitos ojos.

Y lo sostuve de la nuca y lo acerque a mi, lo bese.
Primero probando sus labios.
Sintiendo el sabor, provocando que abriera sus labios y llevando el control, mordiendo cada centímetro y dejándolo libre, produciendo un pequeño ruido que se hacía por toda la habitación.
Sus manos apretaron mis caderas, elevándome mientras me deslizaba por la puerta y produciendo que yo me separará de él y me quejara.
Pero no duró mucho tiempo ya que mientras terminaba de entrelazar mis piernas en su cadera, beso mi cuello y a mi me comenzó a faltar el aire, mientras sostenía su hombro derecho y su nuca con la otra mano.

Sentí que su mano derecha subió por mi cadera hasta llegar a mi pecho izquierdo y lo apretó mientras sus  subían el ritmo y me producía calor. Mucho calor.

Con su mano izquierda que se encontraba en mi espalda, me apretaba cada vez más a él, produciendo que estuviéramos muy juntos tan juntos cómo para qué yo sintiera como su humanidad iba creciendo poco a poco.

De un momento a otro apretó mi trasero arriba de la tela del pijama que llevaba.
Y me separé por completo de él, pero aún sobre su cadera.

—¿Qué haces aquí Martín? –le pregunté en un segundo.

—Es muy larga la historia… –dijo y me regaló un pequeño beso mientras se movía.

Hasta que de un momento a otro soltó el agarre de mi cintura y me dejó caer a la cama.

—Martín, no debes estar aquí. –le dije mientras él se sacó una campera blanca seguida de su remera y se acercó hasta mi. Colocando sus manos un poco más arriba de mi cabeza.

—Que no deba, no significa que no quiera estar aquí… –y con su rapidez saco mi short– Aparte somos amigos ¿no?

—No lo cre… –al instante me interrumpió dándome un beso y pude sentir como su lengua casi tocaba mi campanilla y sus manos comenzaban a recorrer el largo de mis muslos.

Una de sus manos apretó nuevamente mi precio izquierdo y comenzó a abrir la camiseta de dormir que llevaba.
Bajo sus besos a mi cuello y sentí como su amiguito fiel rozó mi parte femenina.

—Oh Martín… No Martín… –le susurré con el poco de aire que me quedaba, antes de perder el control por completo y dejarme llevar, pero en ese instante comenzó a morder mi pecho sin piedad arriba de la tela, ya que no llevaba brasier para dormir.

—Por favor… –me susurró al oído– Dejame despertar mañana aquí… Quiero hacerte el amor…

—Oh Martín… –gemí ante su confesión y me beso la mejilla.

—No quiero que arruines tus relaciones por mí, pero quiero que seas sólo mía, mía, mía…

—Martín. –le susurré con los ojos cerrados a través de la oscuridad, ya no me importaba nadie, sólo él, él y nadie más.

—Quiero hacerte el amor y hacértelo lento y quiero que lo disfrutes, tanto como yo lo estoy disfrutando ahora. Y quiero hacerte gritar, sólo dímelo.

—Martín… –volví a susurrarle y me introduje en el roce que hizo un poco de presión su cadera sobre mi punto más débil.

—Si lo quieres dime, y si de verdad quieres que me marché, dime, pero no hay vuelta, no habrá nada más de esto y…

—Hazme el amor Martín… –le susurré y me deje llevar, me beso el cuello, sentí como su pantalón deportivo caía al suelo y observé que sin sacarse su bóxer, dejó salir a su amiguito y tampoco se molestó en sacar mis bragas y las hizo a un lado de un solo roce encontró mi punto y se deslizó hacía adentro sin descascar.

—Ohh sí –gemí mientras él subía mis piernas hasta su cadera.

Me incoó en la cama, mientras le arañé su hombro y volví a hacerlo.
Tres, cuatro, cinco, salió desesperadamente y volvió a entrar dejándome sin aire, entró siete veces más. Hasta que terminamos.
Él descansó un segundo sobre mi pecho, y al cuándo se recupero, salió despacio mientras gemía por lo bajo ante lo sustracción que sentía ya que ya me había acostumbrado a su tamaño.

Le toqué sus hombros y baje por el largo de sus brazos, hasta que observé cuando acomodaba su miembro en su lugar.

—¿Martín que te sucedió en el dedo? –le pregunté al instante que vi su dedo meñique enyesado por completo.

—No pasó mucho, sólo un golpe… –dijo y me regaló un beso y tomó su pantalón.

—¿A dónde vas?

—Creo que fue un error venir…

J.M. Del Potro ™Donde viven las historias. Descúbrelo ahora