Capítulo 9.

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ESCRITO POR.

Amie Clinton.

— ¡Ring! ¡¡RING!! ¡Ring!... ¡Rinnng! — Escucho el sonido del timbre escolar.

Al despertarme de mi reconfortante siesta la cual realicé en uno de los pupitres de madera, con mis brazos extendidos y mi cabeza apoyada encima; me doy cuenta que es receso. Creó que soñé algo, pero no lo recuerdo. Y era algo interesante. ¡Qué asco...! Estaba babeando mi sweater.

Era la campana que daba a un receso de quince minutos, para luego cambio de lección, coloqué mi mochila sobre mis hombros para así levantarme perezosamente de la silla limpiándome las babas. Espero que nadie más haya visto esto. Tenía que esforzarme más en pasar el último año. Sarah repetía grado y Alanna por sus excelentes calificaciones se saltaría un grado para salir este año con nosotras, es una cerebrito. No podía quedarme atrás, tenía que sacar toda mi inteligencia, esfuerzo y responsabilidad a flote para ver si conseguía pasar. ¡Qué flojera!

Al mantener mi postura ya de pie para salir, percato algo raro, tengo el presentimiento de que alguien me observa. Nada de qué preocuparme, puesto que estoy en una clase con muchas personas, alguna de ella debió mirarme algo raro. Pero aún siento que me miran como si fuera un bicho raro, seguro porque babeaba en media clase. Observo como poco a poco los estudiantes salen no tan ordenadamente pero sí velozmente por la puerta, al igual que yo. Mi estómago ardía de dolor, ese dolor era hambre. Fui a la cafetería por algo de comer un Yogurt de arándanos con avena o algo así. ¿Era avena sola o granola?

La clase siguiente era matemáticas, por lo que caminé muy deprisa, prácticamente corriendo mientras me comía mi yogurt, ya que faltaban pocos minutos para entrar y estaba dispuesta a no llegar tarde y la fila de la cafetería me hizo perder mucho tiempo. Al entrar por la puerta de la clase de matemáticas con tarrito en mano, deposité el envase de yogurt ya vació en el cesto de botellas hechas a base de plástico. Camino como de costumbre a paso ligero y dejo caer mi mochila gris sobre mi asiento habitual. Una vez sentada, saco el móvil ya que la profesora está en otras y creo que aún no ha empezado la clase. Tenía algunos mensajes y una llamada perdida de Sarah. Luego le marcaría.
Con mis manos en el móvil, percato la mirada pícara de un chico detrás de mí, me guiña un ojo y hago cara de asco, pero no sólo me observa a mí de tal forma, también a las demás chicas que poco a poco ocupan sus respectivos lugares, literalmente las desnuda con la mirada. Pervertido.
Rodé los ojos y aparto la mirada de aquella situación. Saqué mi libro de matemáticas así mismo un bolígrafo. Me preguntaba en qué clases se encontraban Alanna y Sarah. ¿Por qué me llamaba Sarah?

Pasan los minutos y continuó jugando que el bolígrafo entre mis dedos mientras finjo prestar atención y entender, sacaba y guardaba la punta, sacaba y guardaba la punta, sacaba y guardaba la punta del bolígrafo mientras golpeaba la mesa, era un sonido irritante ya que todos estaban en silencio prestando atención a la clase de la maestra Alemana Julia Schmidt, trato de concentrarme, en verdad estoy tratando y he pensado seriamente en que ella me odia y me tiene entre ojos, siempre que pregunto algo me contesta de mala forma con su acento Alemán pronunciado. O puede que sea solo mi imaginación, no es una mujer muy agradable. Aunque ella no está aquí para ser agradable, estaba aquí para enseñar y caer mal; pero a la amargura andante esa, nada le cuesta sonreír de vez en cuando. A pocos segundos de darle una ojeada al reloj de la pared de en medio de la clase; el bolígrafo se cae por detrás, justo al lado de uno de los zapatos del chico de hace un rato. Imagino que a toda la clase le dio satisfacción no escuchar más el sonido de mi bolígrafo. Sin voltear a ningún lado, estiro mi mano en total silencio intentando alcanzarlo y acto seguido, el tipo sentado empuja con su pie mi bolígrafo haciendo que se alejé de mí aún más. Pero qué...

El Trío Perfecto.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora