Capitulo 43

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Por fin en casa. Me abrumada tener tanto que hacer. Esto...aquello... Con las manos ocupadas y el tiempo volando en un pestañeo. Y todo por dejar las compras navideñas para último minuto. En fin...Era navidad y todo lo valía. Luego de desayunar con mis dos hermanas esta mañana, habíamos tomados rumbos diferentes. Yo había ido a la empresa de papá a tomar un auto prestado, el mío estaba guardado en casa y estaba segura de que si regresaba allí, me daría muchísima flojera y luego no saldría de compras. Así que era mejor de una vez. Encendí el auto y conduje de tienda en tienda por todo San Diego, manejando de aquí a allá. Tratando de conseguir un lugar vacío en algún estacionamiento lo cual era imposible un 24 de diciembre al medio día. Las personas estaban más locas que nunca, muchas de ellas me desearon una feliz navidad. Me gustaba ver sonrisas. Mirar a alguien y que te sonría como si te conociera de toda la vida te hacía sentir bien. Eso me hace creer aún en la humanidad, saber que podemos rescatar todos esos lazos que nos unen. Ser buenas personas y querernos los unos a los otros. Aunque a veces cueste tanto...

En fin. Había hecho todo un espectáculo en una tienda de accesorios, Mamá quería unos pendientes nuevos y yo los había visto primero que la señorita de gafas negras que los vio dieciséis  segundos después.

— Disculpe. Yo ya los pedí. — Digo sonriendo tratando de ser cortés.

— Yo los compraré. — Contestó sin una pizca de amabilidad. Me miró de mala forma, como con desprecio. Se veía de clase muy alta y yo andaba vestida como vagabunda. Eso explicaba cómo me miraba y su trato.

— Eso está por verse. — Pensé ignorando su comentario. En cuanto el chico que atendía se desocupó sacó los pendientes e inmediatamente los tomé mirando por encima del hombro la mujer de gafas negras. Pagué por ellos y salí del lugar. La tipa me miró de nuevo de mala manera y le sonreí descaradamente.

Eran tantos regalos... Por la noche haríamos una cena. La cena de acción de gracias. Era una gran cena para todos. Asistirían nuestros respectivos novios, el tío Dave, la tía Liz y la hija de Nana con su nieta. Nana, mis hermanas y mis padres, los padres de Owen y Owen. A la media noche brindaríamos y nos desearíamos todos una feliz navidad. En noche buena.

No olía del todo bien, digo. No me había duchado y llevaba la ropa de ayer por la noche luego de la presentación, en otras palabras sí, me veía desaliñada y como mendiga. El cielo estaba nublado y una fría brisa rondaba mi cuerpo haciendo que mi piel hiciera un mecanismo de defensa y se erizara. Almorcé sola en un restaurante cercano, me veía patética. Digo. ¿Quién almuerza solo en navidad? Al auto ya no le cabía ni una sola bolsa más. Había comprado obsequios para todos. Y por todos me refiero a todos. Cada vez que mis a mis brazos nos les quedará espacio para otra bolsa. Iba al auto a dejar las que tenía, y regresaba por más. Así es señores, tengo un serio problema como compradora compulsiva, lo que pasa es que no siempre lo admito.
Cerca de la dos de la tarde salí de un centro comercial, caminé hasta el estacionamiento para colocar todas las bolsas que cargaba, en el auto, y me disponerme a conducir a casa para dejar los regalos debajo del árbol, estaba segura de que ya no había lugar para más regalos pero de uno u otro modo mis regalos estarían allí. Mientras caminaba en dirección al auto sobre mis deportivas Converse negras, estando lejos observé un auto de mercancías, miré como el conductor mientras retrocedía le arrancó el retrovisor izquierdo al auto de la empresa de papá con la parte trasera del camión. Era tan solo un pequeño camión de refrigerado.

— ¡Hey! ¡Oiga! ¡Cuidado! — Grité corriendo hasta allí. Me posicioné en frente del camión refrigerado mirando al conductor enfadada. — ¿Está loco? — Grito sin quitarme de su camino miraba el retrovisor en el suelo. — ¿Qué demonios cree que hace?

— Quítate de ahí pelirroja. No es mi problema. — Contestó el mugroso hombre desagradable. Tocó su bocina a más no poder, lo que ocasionó que diera un brinco. Y me obligó a quitarme del camino. Intenté abrir la puerta del conductor pero esta no cedió, sin continuaba así iba a lastimarme. Dejó una sonrisa perversa en su cara y se marchó.

El Trío Perfecto.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora