Capítulo 48.

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Para la pelirroja de dulces labios...

¡Hola! Mi amor.

Te escribo este correo porque no tengo la valentía necesaria para decirte todo lo que tengo que decirte con palabras que salen de mi boca. Ni siquiera te podría decir tres cosas sin sentirme avergonzado de mí mismo, de mis acciones y de todo el mal que te he hecho. Harto de mí mismo te escribo esta carta y no espero que me entiendas, me he sentado tantas veces confundido con el computador en mano, a pensar qué diablos voy a decirte en estas siete palabras, de dónde coños saco el valor, no espero que entiendas, no entre tinta de computadora y papel electrónico, sé que te gustaría más a la antigua pero me expreso mejor de esta forma. Sabes que mi caligrafía es un asco. Son solo escritos melancólicos de un pobre diablo, dedicados a un ángel sin culpa alguna. Te lo digo de esta manera porque no encuentro otra para hacerlo. No podía mirarte a los ojos, no a esos ojos verdes que regresan el tiempo hasta cero. No a esa voz dulce que deleita mis oídos. No a esa expresión de tu rostro al estudiarme, como si conocieras todos mis miedos, mis pecados y mis secretos. No tengo el valor, y perdón. Perdóname por todo, mi Sol. Perdóname porque nadie es perfecto y con esto no trato de justificarme, es solo que soy humano y el más imperfecto de todos. Probablemente luego de leer esto, me odiarás, eso es de seguro. Aunque también sé que en tu corazón no hay lugar para el odio, todo llega a su límite, créeme que ya lo sé. Puede que me equivoque no sé. No sabes las ganas que tengo en este momento de correr hacia ti, abrazarte con todas mis fuerzas y que nuestros corazones se unan al ritmo de los latidos, que me cuentes sobre tu día y viceversa, estar ahí, contigo. Sarah, yo te amo y aunque lo pongas en duda, yo no dudo, ni un segundo. No dudo en que cada día al levantarme junto a alguien más, tan solo pensaré en ti y en nada más que en ti, en tus profundos, salvajes e incomparables besos. Te amo con mi vida. ¿Recuerdas? Hasta después de ella...
No tienes una idea de lo mucho que me gustaría regresar el tiempo. Cuando todo era perfecto, cuando no había complicación alguna y podía llamarme a mí mismo; hombre. Tenerte de nuevo aunque sea un segundo, darte un último beso, llenarte la cara completa de ellos. Disculpa mis días a medias, mis inmadureces y los malos ratos que te hice pasar. Lo lamento demasiado pero ya sé lo tarde que es.

«Perdón...»

«Un día conocí al amor de mi vida, para serles sincero me enamoré de ella desde el primer día, nos conocimos en el jardín de niños pero yo era mayor. Llevaba dos largas trenzas detrás de las orejas hechas por su madre las cuales me obligaba a desatar en la hora cuenta cuentos. Pues para ese entonces amaba tocar su sedoso cabello.
Un día conocí al amor de mi vida, y al sonar la campana del recreo, ya se había olvidado de mí. En diferentes grados pero seguía mirándola de la misma forma.
Un día conocí al amor de mi vida, en aquella fiesta estaba más alta y ya no usaba trenzas. Comprendí que para entonces ya no era una niña.
Un día conocí al amor de mi vida, me las había arreglado con el destino para volver a entrar a su vida y acariciar una vez más su sedosa melena.
Un día conocí al amor de mi vida, y desde ese momento supe que no sería nadie más.
Un día conocí al amor de mi vida, y todo se me escapaba de las manos sin siquiera darme cuenta.
Un día perdí al amor de mi vida, me alejé, la abandoné como un maldito cobarde temiéndole a los errores de adultos.
Un día conocí al amor de mi vida, y estoy convencido de que esperaré el tiempo que sea necesario, tal vez toda una vida, para volver a estar con el amor de mi vida...»

Te amo, joven de ojos verdes, mentiría al decirte que no me enamoré de ti. Cómo no hacerlo si al fin de cuentas lo bonito de mi vida eras tú. Había jurado nunca ser dependiente de nadie, Sarah, pero apareciste. Siento demasiadas cosas por ti, y perdóname si alguna vez actué como si no me importaras. Perdóname por no poder hacerte feliz, por no ser la persona que mereces y por hacerte tanto daño. Nunca he parado de pensar en ti y créeme que no lo hago ahora. A veces pienso que nunca voy de dejar de extrañarte, es un hecho que no lo haré, no mientras siga respirando. A donde sea que vaya me seguirá lo que siento por ti y el peso de mi cobardía por dejarte. No me importa cuál sea nuestra edad, si tienes y tengo arrugas o canas, yo esperaré todo el tiempo que sea para pedirte otra oportunidad. Quiero que seamos viejitos, sentados al lado en mecedoras, tomados de la mano mientras comemos maníes y nos reímos de todas nuestras aventuras como jóvenes estúpidos. Te conozco perfectamente, te he visto acertar y en derrota. Que peleas con la vida por ese helado de limón y las pasillas.

El Trío Perfecto.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora