Capítulo 12.

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Ha pasado una semana exactamente desde el día que mis hermanas trajeron los cachorros a casa con su caja mojadas y sus narices congeladas.

El día siguiente de ese día, era lunes, por lo que habría clases normales, y bueno; ninguna de nosotras asistió. Que esto no lo sepa mamá y papá. Decidimos tomar el día ya que tendríamos que atender el tema de los cachorros y convencer a nuestros padres acerca de si podrían quedarse con nosotras. También yo por mi parte, debía estudiar, ya que estaba en semana de pruebas y no pienso que quiera que me pase lo que ocurrió el año anterior. Estos cachorritos no pueden distraerme.

Me levanté de mi cama primero que todos, a la misma hora que usualmente despertaba para ir a la preparatoria, en pijama bajé las escaleras y corrí veloz hasta donde se encontraba los cachorros, en la sala trasera para ver cómo estaban. Por más que me decía que ellos no eran una distracción, sabía perfectamente que si lo eran. Me parecían tan adorables, se me desbordaba el corazón de la ternura, con ver sus caritas todas redonditas y afectuosas, o su torpe caminar, infunden amor y ternura. Ninguno había despertado aún, pero observé que no había ni una gota de la leche que les preparó Alanna anoche, en los tazones. No quería imaginarme cuantas horas o días habían pasado en los que no habían probado bocado. Subí las escaleras de nuevo y me dirigí a los dormitorios de Alanna y Amie.

— Amie. ¡Despierta! — Exclamo gruñona golpeado la puerta con mis nudillos para que se levante.

— Ya sé que hoy hay escuela, Sarah. — Contesta Amie somnolienta desde el interior de su habitación. Intento abrirla pero tiene paso. Ya ha perfeccionado su técnica. Apuesto que duerme en la ducha para no escuchar mis gritos por la mañana. — ¿Por qué tienes que gritar siempre?

— Porque sí. — Le digo riéndome. — Bueno días para ti también.

— Buenos días. — Contestó gruñona y somnolienta mientras se quejaba.

— ¡Oye! Amie. — Agrego a unos cuantos pasos de su puerta. Retrocedí y tiré de la manilla para entrar en su habitación, ya le había quitado el seguro.

— ¿Si? — Pregunta aún en la cama cubriendo su rostro con la manta.

— Hoy no iré a la Secundaria.

— Pues, yo menos. — Dice volviendo a cobijarse.

— Por lo de los cachorros. Ya sabes... — Continúo hablando y se destapa la cara de golpe.

— Sí, es cierto. Gracias por recordarme, esa es una buena excusa y además hoy tenemos mucho que hacer. — Asentí y caminé en dirección a cerrar la puerta e irme. — Y por cierto Sarah, dile a Alanna que salga por alimento para los cachorros, ella dijo que lo haría. Enseguida me levanto. — Continúa hablando.

— Levántate ya. — Le exijo para molestarla y que empiece enfurecer. Jalo su cobija por los pies, sosteniéndolos hasta tumbarla al suelo. Salí deprisa antes de que pudiera defenderse mientras maldecía.

Salí de dónde se encontraba Amie corriendo y al ver que no me perseguía y caminé un poco más para ingresar al dormitorio de Alanna, el cual está más al fondo del pasillo.
Al caminar hasta allí, percato que la puerta está entre abierta lo que es poco usual y pienso que seguro ya despertó hace un rato. Entro en la habitación, empujando la puerta por la manilla y observo que, Alanna no se encuentra en su cuarto, lo que me parece extraño. Tampoco está en el baño. Me retiro de su dormitorio y me dirijo junto a Amie mientras me empuja por haberla sacado de la cama, hasta la cocina, de donde procede ese olor tan agradable y delicioso.

Era la señorita Miller junto a una de las cocineras, se encontraban preparando nuestro desayuno.

— Buen día, Nana. — Saludamos Amie y yo al mismo tiempo al encontrarnos frente a la señorita Miller. En ocasiones me refería a ella como "Nana" ya que era una manera cariñosa de llamarla y ella amaba que la llamáramos así. Si la llamábamos por "Señorita Miller" se molestaba. Siempre fue así, la señorita Miller alias "Nana"

El Trío Perfecto.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora