— Son $26 dólares con cincuenta. — Soltó el hombre del taxi. Me veía como una mierda. Es más. Me sentía así también. Le di un billete de veinte y uno de diez y salí como alma que llevaba el diablo hasta mi habitación. Solo quería llegar, acostarme en mi cama y quedarme dormida llorando sobre la almohada. — Conserve el cambio. — Dije dándole un portazo al taxi.
— Pero...— Dijo el hombre. Lo ignoré y lo último que recuerdo fue que encendió el auto y ser marchó. Caminé hasta la puerta y me detuve un par de pasos antes de abrirla.
— ¿Y las llaves? — Pensé mirando a la nada, perfecto, estupendo. Solo esto me faltaba. Estaban en el bolso de Amie a su lado en Javi's. — Eres una genia Sarah. Deberías tener un trofeo...— Me dije a mi misma. No podía ser más idiota en una noche. No, enserio no podía. Imposible.
¿Y ahora qué? Parecía que no había nadie en casa cosa que no me sorprende en el absoluto, y además quién va abrirme la puerta pasada la media noche. Tendría que dormir en una silla de la alberca y esperar toda la noche ahí intentando no morir de hipotermia hasta la mañana, tipo siete am, que llega Miller. Necesitábamos una puerta que se abra con reconocedor facial. Eché a las suertes y abrí la manecilla apretando hacia abajo. Abrí la puerta que curiosamente estaba abierta... (Maldita maña de no cerrar la puerta con seguro) aunque bueno, eso me dio ventaja porque no llevaba las llaves. Ya no dormiría en la silla de la alberca.
— Bingo.
Caminé hasta la cocina, la mayor parte de las luces estaban apagadas y apuesto que los tres cachorros dormían acurrucados en un sofá de una de las salas traseras. ¿Por qué seguía llamándolos cachorros? Ya no eran unos bebés, en lo absoluto. Se oía un leve golpe en el suelo proveniente de mis sandalias de tacón. La casa estaba fría y desolada, no sabía si mis padres estaban pues porque ni siquiera me tomé la molestia de revisar las cocheras o alrededores. No me gustaban del todo las casas tan grandes, las casa grandes ocultan grandes vacíos, y no me refiero a lo material. En fin. Encendí la luz de la cocina. Dejé mi móvil en la parte de una esquina del comedor. Abrí perezosamente el refrigerador pero ni siquiera tenía hambre. Llevaba los ánimos por el piso. Cerré la puerta del refri, apagué la luz y subí a mi habitación.
¿Qué era esto para ella? ¿Qué significado tenía? Digo... Discutían, no la mayor parte del tiempo, pero si lo hacían, generalmente él volvía a ella con algunas flores y su corazón arrepentido, algunas pocas veces era ella. Pero esto era diferente, se podría decir que fue la gota que derramó el vaso, que había abierto la caja de pandora y que se habían escapado todos los males, excepto la esperanza suya en la relación como el la mitología griega. Ella seguía atada a él como el primer día. Esto era solo una pelea, estas cosas pasan. Luego se disculparan y probablemente todo va a volver a ser como lo era antes. ¿O no? ¿Estaba en lo cierto?
Estaba cansada de siempre lo mismo, siempre las mismas peleas absurdas, estar en continuas guerras y que nunca bastara, que nunca fuera suficiente, que nunca se cansara de vivir así. Las cosas debían ser diferentes. Por ratos la culpa invadía a Sarah reprochándose cada vez más todo lo ocurrido. Odiándose ella misma por lo que había hecho. ¿Pero ahora qué iba hacer? No se puede devolver el tiempo. Lastimosamente lo hecho, hecho está.
Abrió la puerta de su habitación y la cerró a sus espaldas, se recostó a ella y poco a poco se fue agachando hasta quedar sentada en el suelo con la espalda recostada a la puerta. Sus ojillos verdes estaban cansados de llorar. Seguramente mañana sería otro día y se arreglarían las cosas como ella quería y como anhelaba su corazón. Otro día estando enfadados u otro día sin él. Quién sabe...
No se había molestado en cambiarse la pijama, estaba muy cansada de la vida por un día como para cambiarse su ropa que olía a su propio sudor, tal vez también a un poco de alcohol. Antes de quedarse dormida se quedó con la mirada fija en el techo se su habitación pensando y meditando.
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El Trío Perfecto.
Teen Fiction¿Tienen hermanas, o hermanos? Como ya saben la vida con ellos, suele ser un poco frustrante; pero también tiene bastantes beneficios. Hay altibajos como en cualquier familia, hay problemas, hay discusiones y reconciliaciones. Las Clinton, probable...