Capítulo 14.

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Sábado tranquilo y soleado. Desperté muy temprano como de costumbre, me deslicé por las sábanas y reposé mi cuerpo sentada a la orilla de la cama con mis piernas blancuzcas colgando o casi colgando. Podía tocar el suelo con la punta de mis dedos, acariciaba a la dulce Dona, la cual todos los días me alegraba las mañanas con sus sollozos de hambre. Busqué dentro del armario mi traje deportivo, para así salir a ejercitarme como lo hacía la mayoría de los sábados por la mañana. Me coloqué las deportivas de correr, tomé una liga y amarré eficazmente mi cabello para que no me molestara. Miré a Dona la cual me observaba con su carita tierna; cuando crezca un poco más, Dona y yo saldremos a correr juntas, de algún modo sería mejor por las noches, en algún momento voy a optar por correr de noche, el sol no me daría de frente y sería más fresco.

Tomé mi banda elástica de brazo, para colocar ahí mi móvil, saqué los auriculares de mi mochila y bajé las escaleras deprisa. Antes de dirigirme a la cocina para desayunar, primero me caminé hasta donde se encontraban los tazones de alimento de los cachorros, opté por depositar en cada tazón, una cantidad necesaria de alimento, pero al detenerme en medio de la sala, observé que ya tenían alimento en su interior, supuse que Alanna o Amie lo hicieron primero. Seguramente fue Nana.
Caminé hasta la cocina por un poco de jugo de naranja y tal vez una tostada, saludé a mamá y a Nana, la cual se encontraba preparando el desayuno de todos, terminé mi desayuno exprés el cual consistía de huevos revueltos, una tostada y jugo de naranja recién exprimido.
Salí de mi casa rumbo al parque central para dar varias vueltas. Encendí mi móvil y subí el volumen de la música para así relajarme y sentirme menos pesada mientras ejercitaba. Primero caminé, luego poco a poco me encontraba trotando por las aceras asfaltadas, hasta que por fin terminé corriendo.

Estuve ejercitándome dos horas, haciendo pequeñas pausas cada media hora, el salir a correr no solo representa una forma de mantenerme en forma o liberar las toxinas dañinas de mi cuerpo, sino algo con respecto al cansancio mental producido por la secundaria, mi estrés y en ocasiones solamente para desahogarme de problemas de mi vida. No era fácil ser yo. Y no lo digo sonando como una típica chica deprimida y melancólica que solo busca atención. No. Si no como solo una persona más, todo el mundo tiene problemas y no todos saben cómo solucionarlos, incluyéndome. Al terminar me dirigí al puesto de bebidas en el cual siempre compraba mi botella de agua fría. Donde aquel hombre mayor y tan amable que me las vendía, la bebía y la depositaba el plástico en un cesto de reciclaje, de regreso.

Bebí toda la botella y seguidamente caminé tranquila y relajada hasta mi hogar. Al pasar por el marco de la puerta de la entrada principal, observé el interior de mi casa. Afuera frente de la fuente había un coche lujoso el cual nunca había visto y suponía que no era de nadie conocido. Todavía era de mañana y una visita era algo fuera de lo común a esas horas. Digo. No llegas a desayunar a una casa...

Lo que más me sorprendió al entrar, fue ver que en la primera sala de estar se encontraba una mujer algo mayor, bien parecida, cabello rubio cenizo, ojos cafés y de vestimenta elegante. Estaba en silencio revisando lo que parecía ser su móvil.

— Buenos días. — Saludo amable al percatarme de su presencia. Amabilidad y cortesía ante todo.

— Buen día. — Contesta mi saludo de manera cortes con una sonrisa de por medio. Ella no era una empleada nueva de la compañía ni tampoco parecía ser una socia. Conocía la cara de todos, creo. ¿Quién era ella? ¿Por qué estaba en casa tan de mañana? ¿Por qué nadie la había atendido aún?

— ¿Puedo ayudarla en algo? — Le pregunto deteniéndome y ella me estudia con la mirada.

— Estoy bien. Estoy esperando. — Me dice como diciéndome que me fuera, y yo asentí. Me dio una sonrisa tímida que dio a resaltar sus patas de gallo.

El Trío Perfecto.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora