Capitulo 36.

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Pasé el resto del día en aquel sofá viejo y duro, el de la sala de espera. Elliot estaba de pie llenando algunos datos en la secretaria.

Algunos detalles de cómo pasó, él se encontraba con ella antes del accidente y la prueba de la alcoholemia había salido positiva.

Leí algunas revistas de decoración de interiores que se encontraban en una cesta de revistas. El vuelo de mis padres se retrasó por las fuertes tormentas y con suerte llegarían mañana al medio día o al atardecer. Alanna se encontraba atascada en el tráfico. Había tomado un autobús hasta San Diego. De seguro llegaría mañana temprano. 

Mi estómago me seguía doliendo, mi cabeza a punto de explotar, mis ganas de llorar se habían reavivado, y el estrés de mis hombros abarcaba hasta comprender las entrañas de mis huesos.
Moribunda, agonizante, desahuciada, afligida, desolada y atormentada, así me encontraba. Los pensamientos invadían mi mente, pensamientos de muerte y soledad, pensamientos de perdición y melancolía. Me odiaba a mí misma por lo que había pasado, maldecía cada momento de la fiesta y después de ella. Estaba furiosa conmigo misma, decepcionada y defraudada. No merecía que Adam me volviera hablar, que me dirigiera la palabra o que me alzara la mirada.
Podía seguir odiándome muchas más horas, muchos más días o muchos más meses. ¿Con qué cara podía mirar a Amie ahora? Me comporté peor que ella en esa fiesta, como una lunática, a la cual no le importa nada. No podía juzgarla. No después de comportarme así.

El dolor de mis estomago fue cada vez más fuerte, ahora me sentía mareada, podía sentir las gotas de sudor frio bajando por el extremo derecho de mi frente, tenía frío, mucho. Mis piernas empezaron a temblar y mi corazón latía más fuerte. Mis manos estaban heladas, podría apostar que mi cara era tan pálida y amarillenta como una "Cala".
Inhalé y exhalé aire tratando de neutralizar mi expresión. Algo me pasaba, no me sentía nada bien. Estaba tan cansada, pero ya había dormido y el cansancio no se iba. Estaba cansada emocionalmente.

Elliot se acercó a sentarse en la silla de antes. Me enderecé un momento, colocando firme mi espalda. El suelo dio un brusco movimiento repentino, perdí totalmente el equilibrio de mis piernas temblorosas.

— ¡Elliot! — Suelto en seco.

Mientras Elliot actuaba rápidamente, me sostuvo antes de que mi cabeza fuese a impactar contra el filo de la mesa de vidrio de la sala de espera.
Todo se volvió gris, lo último que recuerdo es a Elliot pidiendo ayuda a gritos mientras me sostenía en el suelo. Me desmayé.

Abrí los ojos somnolienta, al abrirlos miré mi brazo izquierdo. Había una bolsita de suero colgando en unos de los tornillos de la pared, la bolsita estaba conectada a mi brazo izquierda mediante un largo tubito plástico y una aguja dentro de la muñeca. Estaba fijado con cinta de hospital. Había una enfermera en frente colocando un algodón con alcohol en mi nariz. Elliot estaba junto a ella con cara de pasmado. La enfermara tomó mi mano derecha y pinchó mi dedo anular con un glucómetro saliendo unas gotas de sangre de mí dedo. Reaccioné instantáneamente y retiré rápidamente la mano, observaron que me encontraba despierta.

— Sarah. — Aclara su voz, Elliot. — ¿Cómo te sientes?

— Cómo si me hubieran metido dentro de una bolsa y sacudido por media hora. — Contesto. — ¿Qué diablos me pasó?

— Tuviste una hipoglucemia. El nivel de azúcar o glucosa en tu sangre disminuyó provocando que perdieras el equilibrio y te desmayaras. — Contesta la joven enfermera.

— Y en español, te dio un bajonazo de azúcar.

Ella parecía solo unos años mayor, usaba un vestido blanco por encima de la rodilla, mayas blancas, zapatos de muñeca blancos y una diadema muy delgada blanca. Llevaba su cabello negro recogido con un moño francés. A demás de un documente o "Carnet" de identidad de laborista del hospital, colgando de un cordón en su cuello. Alice Rowbottom era su nombre.  

El Trío Perfecto.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora