Capítulo 46.

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Siete quince de la mañana, aparqué el auto en el estacionamiento de la academia, aparentemente habían audiciones para principiantes no tan principiantes. "Step by Step" iba a agrandar las categorías para aceptar a más artistas esperando por explotar sus habilidades. Y sí, yo iba a ser una jueza más, y sí, llevo quince minutos tarde. Bajé del auto con mi maletín de cambiarme. Y me empecé a hacer paso entre la fila de personas que llegaba hasta una de las puertas delanteras. Me quedé sombrada al mirar la cantidad exagerada de personas que allí había. Hace tres días había llegado de la playa y aún tenía las sexys marcas del sostén del bikini, en la espalda.

— ¡Con permiso! — Dije haciéndome paso mientras me ponía el gafete o tarjeta con mi nombre y asignatura, colgando de mi cuello. Caminé deprisa hasta mi asiento y saludé a los de mi mesa. Luego de alrededor de una hora observé el asiento a mi lado. "Isabelle Cranston" decía el papelito pegado en la silla. Había pasado una hora. ¿Dónde estaba ella? Hacía más de dos meses que no la veía, mucho más, desde la actuación de navidad. Me levanté en dirección hacia dónde estaba Emma Jensen, la encargada y representante de este lugar. Estaba como loca respondiendo preguntas de todo el mundo, caminando de un lado a otro, en algún momento iba a explotar. Tripas volando de aquí a allá.

Caminé hacia ella y le toqué el hombro. Se dio la vuelta con su tableta en mano mientras detenía una conversación en su oreja. Pensé que hablaba sola, pero no, conversaba con alguien por teléfono.

— Señorita Jensen. — Solté. Me miró seria de alto a bajo y negó con la cabeza.

— ¡Oh! — Exclamó sorprendida. — Miren quién decidió aparecer... — Dijo. Sonreí falsamente y bajé la mirada. Estaba terminando febrero y yo asistía a mi primer día de academia este año, había faltado a cinco clases. — Pensé que habías decidido abandonarnos. De nuevo. — Aclara molesta.

Sarah no iba dejar nunca más en su vida el baile. Solo había tomado un muy largo descanso.

— Por supuesto que no. — Recalqué frunciendo el ceño. — ¡Aquí estoy!

— Es un alivio. ¿Y tu año nuevo?

— Estuvo bien. — Respondí, atendió otra vez la llamada de su oreja y se despidió con la mano casi ignorándome. — Em, espera. — Solté impaciente. — ¿Sabes algo de Isabelle?

— ¿Cranston o Lee?

— Cranston.

— ¡Oh! ¡Ella! — Dijo y asentí con la mirada. — No vendrá. No dijo por qué. Su abuelo llamó hace tres días y dijo que estaba enferma o algo así. Si la vez dile que no siga tu ejemplo. — Dijo una vez más antes de irse. Esa mujer podía ser una bruja si así lo quería.

— Púdrase. — Pensé.

Caminé hasta mi asiento y me quedé allí hasta las nueve de la mañana. Emma Jensen no era mi madre, era solo mi instructora de ballet y representante de este lugar. Me cae mejor su hermana como profesora de tango.

— ¿Sarah a dónde demonios vas? — Exclamó la bruja doble cara a mis espaldas. Resulta que ahora no estaba lo suficientemente ocupada hablando con alguien en su oreja, para ignorarme.

— A ver Isabelle. Si a ti no te importa, a mí sí. — Dije en un tono odioso. —  Tal vez regrese en unas horas. — Contesté. La dejé con la palabra en la boca y caminé deprisa sobre mis bailarinas hasta mi auto.

Pasé al frente de la academia a una pizzería, pedí una mediana para ella y su abuelo, luego pasé a un supermercado cerca de la academia y compré analgésicos, algo de jarabe y suero de manzana. No era exactamente mi favorito pero es el que siempre me ayuda para no deshidratarme. No sabía exactamente que tenía Isabelle, no atendía mis llamadas, pensé que probablemente era un resfriado o algo por el estilo, compré a demás pastillas efervescentes. Con el olor a pizza penetrando mis fosas nasales conduje a su casa. Al llegar a su vecindario, aparqué el auto enfrente. Era un vecindario tranquilo y parecía que los vecinos no se dirigían la palabra entre ellos, cada uno por su lado. Bajé de él tomando las bolsas y la caja de pizza. Subí las escaleras hasta el pórtico y toqué la puerta con mis nudillos.  El auto de su abuelo estaba parqueado también en frente y suponía que ambos estaban allí. Miré por el ventanal de la puerta el interior de la casa y parecía vacía. Toqué una vez más y un amable hombre de cabellos blancos abrió la puerta. Era un tipo de abuelito Rockero con estilo, miré el tatuaje de su brazo. Sonreí y lo miré a los ojos, eran marrones como los de Isabelle. Recordé que era su único pariente en el mundo. Eso debe ser triste.

El Trío Perfecto.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora