Capítulo 49.

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Madre abusiva uno punto cero. Nueve treinta de la mañana invadiendo mi habitación y zona de confort con una incumbencia no requerida.

— ¿Sarah estás adentro? — La ignoré y me cubrí la cara. Luego de casi medio minuto. — ¿Sarah? — Reiteró.

— No estoy. — Respondí y abrió la puerta. Me quedé acostada sobre la cama con la cara aún tapada. Me imaginé su cara, esa cara que pone de decepción y chasco.

— ¿Qué pasó contigo Sarah?...  — Aclaró su garganta, me senté en el borde de la cama y me levanté de golpe, me había mareado por haberme suspendido tan rápido. Me limité a no mirarla a los ojos y así mismo no decir, ni contestarle nada... — ¿Qué está mal en tu vida, Sarah? Está no eres tú, puede que tal vez Amie o Alanna, pero ¿Tú? — Se escuchaba decepcionada. No la miré a los ojos ni una milésima de segundo. Me di la vuelta para que no me viera. Estaba en brasier cambiándome la ropa olorosa de anoche, por pijama a mitad de la semana. ¿Qué que estaba mal con mi vida? Por Dios... ¿Enserio?

— No empieces mamá. — Me quité los pendientes largos y horrendos que me había regalado Jasmine. Nunca me habían gustado ese tipo de aretes, pero anoche no sé por qué parecían bonitos. Los deposité en un mini cesto de basura cerca de la cómoda. Encesté y celebré. Otra vez allí la mirada de decepción.

— ¿Por qué no viniste a la fiesta de tu tío, anoche? Dave preguntó por ti.  — Dijo mi madre enmarcando una ceja. Ahora jugábamos a la familia feliz.

— No tenía ganas de vivir. — Dije entre dientes mientras me masajeaba el cráneo con las yemas.

— ¿Qué?

— No tenía ganas de venir. — Solté.

— ¿Por qué? — Preguntó asombrada enmarcando una ceja.

— No lo sé mamá. Le compraré algo al tío luego. Lo siento ¿Sí? — Dije y mi cabeza ya había explotado desde el amanecer. La resaca me estaba dando patadas por todos lados, más en la cabeza.

Me duele decir que las madres no se equivocan, cómo podría en este momento mirarla a los ojos y decirle que tenía razón. Que todo lo que dijo acerca de él era cierto. Que no se equivocó en nada, que fue más como una psíquica maligna, con el manicure y el peinado intactos.  Escucharé un "te lo dije" de sus labios, y esa mirada. La mirada. Esa en la que se regocija cuando tiene la razón. Las madres no se equivocan, resultó siendo todo lo que ella dijo, y peor. ¿Pero tenía razón en que todo lo que sentía por él, era pasajero y luego pasará? ¿Qué tan bueno era eso? ¿Lo que sentía por él, iba a pasarse? ¿De verdad era pasajero? Porque yo no lo sentía así. Sentía algo más o menos como una eternidad de lloriqueos, aflicción y por supuesto. Sin él.  Que Clarie se enterara era lo último que quería en el mundo. Lo juro. No necesitaba la lástima de nadie y mucho menos la de mi familia. 

— ¿Te encuentras bien?

—  Sí. Por supuesto ¿Por qué no lo estaría? — Me estudió.

— Tienes los ojos hinchados, y apestas a licor y cigarrillos. — Me miró de alto a bajo, me limité a permanecer el silencio. Parecía ahora furiosa. — Sarah. — Dijo mi nombre como si le repudiara mi presencia. Aparté la mirada notoriamente.

— ¿Qué quieres que te diga? — Dije con un nudo en la garganta alzando las manos en señal de inocencia. Notó mis ojos empañarse.

— ¡Oh Cielo! — Caminó hasta mí y me impregnó con un abrazo. Sin siquiera decir nada ella lo supo todo. Vio a través de mí. Tal vez no lo dedujo inmediatamente pero sabía que no estaba bien.  — Lo que sea que estés pasando, está bien. A veces es justo y necesario llorar...

El Trío Perfecto.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora