3. Conversaciones y viaje.

4.4K 188 3
                                    

Estaba terminando de hacer mi maleta, Alex se había ido hace rato a hacer la suya. Salvatore nos dijo que nos íbamos mañana en la mañana. Trato de cerrar la valija dando saltos en ella, Salvatore dijo que duraríamos un buen tiempo.

Tocan la puerta.

—Pase —dije guardando cosas.

Abren la puerta y me giro para ver quién es.

Salvatore, mi padre.

Se preguntarán, ¿por qué lo llamo por su nombre? Él nunca me acostumbró en llamarlo así, como padre. Él no estuvo en algunas etapas de mi vida y, sinceramente, no lo veo como tal. Sólo sé que es mi padre y algunas veces, su socia.

—¿Qué necesitas? —interrogué de manera fría, girándome para mirarlo y cruzándome de brazos.

—Hablar contigo —respondió cerrando la puerta tras sí. Volví a mi valija.

—¿De? —Terminé de hacer la maleta y me senté en la cama.

—Sobre ti, Marie.

—¿De mí? —Estaba confundida.

—Tengo un pasado en Nueva York. Muchas personas van a confundirte y engañarte para hacernos daño —Su voz ronca daba miedo, pero ya estoy acostumbrada a esta frialdad de su parte.

—Sabes como soy. Tengo un instinto que nunca falla y eso lo sabes muy bien —Él asintió—, así que no vengas con tus discursos y largo. Sé cuidarme —Me levanté y abrí la puerta—. Largo —repetí.

—No me hables así o te arrepentirás —me advirtió mirándome a los ojos.

—Sabes que no te tengo miedo. Has dicho eso desde que tengo uso de razón y no lo has cumplido, recuerda que sé tus movimientos. Con que yo abra la puta boca, tú estarás en la cárcel o hasta muerto.

—¿Y por qué no lo has hecho? —Sonrió arrogante.

—Porque eres mi padre y aunque estemos como estemos, te aprecio... Y si me preguntas que si te quiero, mi respuesta es un rotundo, no —Lo miré fríamente.

¡Qué forma de demostrar nuestro amor!

Él sonrió triunfante

—Te dije, largo, que ganas te tirarte por el balcón no me faltan —Lo miré amenazante y él borró la sonrisa, saliendo de la habitación.

Escuché que murmuraba algo al irse pero no lo comprendí y tampoco es que me importe. Cerré la puerta y me fui a dormir.

Mañana será un largo día.

~•~•~•~•~•~

Me desperté por la luz que entraba en mi habitación, me fui a bañar y luego me vestí.

Me senté en la orilla de la cama, pensando en qué ocurrirá, en qué pasará allá, qué descubriré sobre mi padre, ya que él vivió en Nueva York por una temporada, hace casi 15 años, el día de mi cumpleaños.

Dentro de dos semanas cumpliré 17 años.

Alex entra a mi habitación, haciendo que me sobresalté.

—Buenos días, il mio sorella —me saludó haciendo que rodara los ojos.

—Ahora si no tocas la puerta, ¿verdad?

—Yo estoy bien, gracias por preguntar —respondió sarcástico.

—De nada —Me encogí de hombros y él rodó los ojos—. Ayer Salvatore vino a mi habitación —le comenté tras varios segundo en silencio.

—¿Para qué? —preguntó confuso.

—Me dijo que no confiara en nadie, y que quizás quieran hacerme daño, que él tiene un pasado... Lo de siempre —Me encogí de hombros—. Sabes que me sé defender, no sé por qué siempre me lo dice, si en lo último en que piensa es en mí.

—Pero es tu padre, Cass. De una forma u otra, te quiere proteger —Rodé los ojos.

—No lo defiendas, prácticamente, me crié sola, aprendí a defenderme sola, he llorado sola como también he sonreído de la misma forma... Para mí, todo lo hice sola. Nunca tuve un papá que me apoyara en sí. Nunca lo escuché decirme que me quería. Nunca sentí ese cariño paternal. Nunca estuvo para mí. He vivido mis dieciséis años sola. Y si quiere protegerme, que no lo haga o me hará más daño, aunque ya no me importa. Sabes que no tengo sentimientos o quizá, si lo tenga pero no sé qué son —Alex se quedó pensando mis palabras, sólo respiré hondo y me levanté de la cama.

—¿Quieres decir que no quieres a nadie? —me preguntó luego de unos minutos en silencio, luego de procesar lo dicho. Me encogí de hombros.

—No sé lo que se siente, nunca me lo han enseñando —respondí.

—Los sentimientos no se enseñan, se sienten.

—Quizás tengas razón pero, ¿crees que después de todo lo que he pasado, sienta algo? —le pregunté, él se quedó en silencio— Para que yo sienta algo..., alguien me lo tiene que enseñar o hacer recordar como se siente —Sonreí débilmente.

—¿Y quién te puede enseñar?

—La persona indicada —Sonreí.

—Okey... Ya entendí, no me quieres —Hizo un puchero. Tomé la almohada y se la tiré en la cara—. ¡Oye! —se quejó y negué divertida.

—Si te quiero, estúpido. Eres como mi hermano —Sonreí y agarré mi maleta—. ¿Vamos? Salvatore debe estar desesperado.

—Él me mandó a buscarte —Sonrió inocente haciendo que riera.

—Entonces, vamos o nos matará —dramaticé causándole un leve risa a Alex.

Abrí la puerta y bajamos las escaleras con mis maletas. Como esperaba, Salvatore nos esperaba en el living, con su típico ceño fruncido.

—Relájate o te saldrán arrugas... Oh no, muy tarde —Hice una mueca haciendo que él ruede los ojos.

—Vamos —habló serio.

Salimos de la mansión y guardamos las maletas en el auto. Atendió una llamada y luego de hablar con esa persona, colgó.

—Necesito ir a Roma.

—¿Y?

—Te estoy avisando para que luego no me estés preguntando por qué fuimos a Roma. Necesito...

—Hacer algo. Sí, sí, no me interesa —le interrumpí—. Vamos a Roma para que termines tu "negocio" y luego vamos a Nueva York —Él mantuvo la calma y respiró hondo.

Sonreí un poco, ya que eso es lo que quería. Nos fuimos al aeropuerto de Sicilia, en un avión privado que tiene Salvatore y fuimos a Roma.

Cuando llegamos, duramos un día allá.

Como siempre, Salvatore desapareció todo ese día, dejándome con Alex, pero prefiero mil veces estar con Alex que estar con él.

Al otro día, llegamos Nueva York, a la antigua mansión Morelli.

Busqué una habitación, dejé las maletas en el suelo y me fui a dormir. Estaba muy cansada.

---------------

¡Hola!

En multimedia, el amargado de Salvatore.

Cassidy. - [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora