Cassidy. - [TERMINADA]

62. ¡Mátame!.

— Fin del juego, Materazzi.

Abrí el auto y me subí encendiéndolo para ir a la casa de los Reeve.

Esta vez no seguiré matando. Me sentí muy satisfecha con los resultados.

Todos deben arder en el infierno.

Espero que recen por mí porque todo lo que he echo, no será exsuelto fácilmente.

Suspiro y apreto el volante. Después de un rato, llego a casa de los Reeve. Sigue igual pero con el ambiente deprimente, y lo esperaba, me preparaba mentalmente desde que me fui.

Recuerdo a Marena y a Vanessa y apreto los labios... Quizás esta no fue la mejor forma de arreglar las cosas pero si no lo hago, todo empeoraría.

Apago el auto y bajo, cierro la puerta y camino hacia la casa.

Abro la puerta encontrándome casi a todos sentandos en la sala.

— ¡Cassidy! ¡Por Dios!— Exclama Cristal y me abraza.

— Sé que soy importante para ustedes, sé que me extrañaron.— Sacudí mi cabello y sonreí de manera arrogante. Miré a todos los presentes y fruncí el ceño.— ¿Dónde está Alex?— Pregunté.

— Han pasado muchas cosas desde que te fuiste.— Empezó Max. Lily miraba su celular con la mirada perdida.

— Estamos tratando de pen...

— Lo secuestraron.— Soltó Lily interrumpiendo a Austin.

Sentí una punzada en el pecho, fue como si me tiraran un balde de agua fría.

Sólo una persona pareció por mi mente.

Apreté la mandíbula y saqué mi celular encendiéndolo.

— También lo hicieron con Aaron, Trent y Dakota.— Continuó Sofie.

Marqué su número ignorando que me llegaran infinidades de mensajes.

Maldito cabrón.

Aprovechó que no estaba para atacarme.

Cobarde.

Canalla.

Idiota.

Hijo de... ¡Ah! ¡Maldito Salvatore!.

— ¡Hija!— Exclama él.— ¿Cómo te va? ¿A qué se debe tu llamada?.

— No seas imbécil y no me llames así que me dan náuseas.— Escupí con rabia y todos me miraron detenidamente.— ¿Qué quieres?.

— Te quiero en el almacén en menos de una hora, de lo contrario, morirán.— Dijo restándole importancia.— Sin refuerzos. Sólo tú.

— Está bien.— Y colgué. Salí furiosa de la casa junto a todos interrogándome pero no les responderé, estoy muy cabreada.

Subí al auto y arranqué a toda velocidad hacia el lugar.

Duré casi cuarenta minutos en llegar pues, el tráfico no ayudaba. Y gracias a Dios me dio una hora.

Estacioné el auto, tomé mi arma y salí de él.

Camino por el lugar rodeado de guardaespaldas, algunos los reconocía, otros no pero no me interesa.

Unos de los guardespaldas se acerca, era el mismo que me tendió la emboscada con Peter en el callejón.

 — El señor Morelli la espera.— Avisa. Levanté una ceja y me reí negando con la cabeza, el tipo frunció el ceño.

 — Señor...— Murmuré negando divertida.— Aún no comprendo por qué le tiene respeto a ese cobarde.— Él no dijo nada, sólo se dio vuelta y comenzó a caminar hacia el almacén.