Capitulo 42.

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[Narra Ambar]:

Había creado específicamente mi malévolo plan contra Luna, detallando cada paso para asegurarme, de que fuese uno completamente infalible. Pero por mucho que me esforzaba, siempre ocurría algún tipo de fenómeno paranormal, que hacía que todas y cada una de mis magníficas ideas quedasen destrozadas. Yo, Ambar Smith, no podía estar siendo expulsada del colegio y mucho menos durante tres largos días. ¿Que se suponía que iba a decirle, yo ahora a mi madrina? No, definitivamente esto no podía haber ido peor. ¿Cómo iba a encargarme ahora de mantener alejado a Matteo de las garras de Luna?. Ay no, setenta y dos horas es muchísimo tiempo de absoluta libertad. ¡Que desgracia! Yo, la inigualable reina de la pista, siendo corneada por una absurda y patética delívery con ruedas...

—¿Pero vos estás pensando en la pavada que estas diciendo querida? Matteo jamás saldría con alguien como Luna, JAMÁS ¿escuchaste?, osea nada que ver. El agua y el aceite, pura grasada. Deja de flashear y concéntrate en tu próximo ataque y esta vez, que salga perfecto.— Me regañó la conciencia, haciéndome volver de un golpe a la realidad. Tenía razón, era inútil estar preocupándome por alguien como ella, la cual no tenía nada que hacer contra mi. Igualmente me encargaría de que empezara a conocer todo lo que soy capaz de hacer, para mantener lo que es de mi propiedad.

Acomodé un mechón de cabello tras mi oreja, elevando la cabeza hacia el frente, para poder centrar la mirada en los hinchados ojos del director. Llevaba cerca de diez minutos, sentada en una de las butacas del despacho de la dirección, escuchándolo hablar, sin pararse ni para respirar. Me dediqué a asentir, aunque realmente no estuviera prestando atención a nada de lo que me estaba contando. Yo solo quería salir de ahí cuanto antes. Y sabía que "aceptando", que había cometido un acto deplorable y "disculpándome" (cosa que sinceramente, no haría), lograría hacer que el dueño de la institución me dejara marcharme de una buena vez.

Y así fue, se tragó mi brillante actuación de arrepentimiento. De la cual, cabe decir que me sentía tremendamente orgullosa. Recogí mi mochila, colocando dentro de ella, un pequeño formulario que tendría que entregar, el día que regresara a clases. No veía la hora de volver a pisar estos pasillos. Tras el maldito incidente, mis mejores amigas se habían encargado de desmentir, todo tipo de rumores respecto al "supuesto cambio de examen". Mi reputación como reina de la pista estaba en juego y yo no iba a permitir que nada ni nadie, ensuciase el prestigioso sobrenombre que tengo. Siempre lo había cuidado en cuerpo y alma, como para que una chiquita como esa, me destrozara en menos de un día, todo el trabajo de una vida.

Cuando ya lo tuve todo listo, salí de la zona de los taquilleros y con la cabeza bien alta, caminé hasta llegar casi a la salida. Jazmín y Delfina estaban allí esperándome, acompañados de Gastón y...no sé por que, pero me sorprendía ver a Matteo después de haber pasado todo esto. Aunque no tendría por que, al fin y al cabo, yo soy su novia. Parece ser la primera decisión correcta que toma, desde que apareció esa chica en nuestras vidas.

—Amiga...— Jazmín se dio la vuelta, abrazándome a la misma vez que se disculpaba por no haberme podido ayudar más. Decidí cargar yo sola con toda la culpa y dejándola a fuera del problema. Una decisión inteligente, si tenemos en cuenta que Jazmín a penas sabe pensar.

—Nosotras no tuvimos la culpa, de que nos incriminaran injustamente en algo que no hemos cometido. Pero relájate, volveré.— Luna no sabía bien con quien se había metido. Me las iba a pagar y con creces. Me acomodé la mochila en la espalda y recogí mi café del día, el cual esta vez me traía Delfina.

—¿Ah no? ¿no la tuvimos?— Preguntó Jazmín confundida, cruzándose de brazos intentando descubrir en que se había perdido. 

—Obvio que no.— Delfina la interrumpió, evitando que siguiera haciendo un papelón. —Es un simple mal entendido, el cual se va a solucionar y entonces volverás.— Al una de las dos pareció entender lo que debían hacer. Suponía que Matteo pensaría que yo, había sido capaz de hacer algo como esto. Así que debíamos fingir que yo no había hecho nada.

Nuestro destino es chocar.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora