Capitulo 49.

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[Narra Nina]:

Mi subconsciente no paraba de darle vueltas a lo que había pasado ayer con Gastón.
A penas había pegado ojo en toda la noche.
Y para colmo, hoy hacía mucho frío. Abroché los botones de la chaqueta del uniforme, intentando calmar un poco mis notables temblores.
Pero para mi desgracia, a pesar de tener calcetines altos, ya era demasiado tarde como para ir a ponerme unas medias.
Mi papá había estacionado el auto justamente ahora, frente a la casa de mi mamá.
¿No podía haber llegado hoy tarde? Para una vez que se lo agradecería...
Rodé los ojos, refunfuñando estupideces en voz alta.
Me acomodé la mochila tras la espalda y caminé hasta llegar a la puerta del coche.
La abrí y me senté en el cómo sofá, dejando mis cosas en el asiento de al lado, para luego cerrar la puerta.
Solté un leve suspiro, al sentir el calor saliendo por el conducto del aire del coche.
Frote con mis dos manos, mis muslos, proporcionándoles un poco de calidez.
Me abroché el cinturón y mi papá comenzó el trayecto, rumbo al Blake.

—¿Cómo estas con lo de Super Felicity?— Preguntó intentando crear un poco de conversación entre los dos.

—Papá...¿cómo sabés eso?.— Abrí los ojos aterrorizada, agarrando con fuerza el bordillo de mi falda.

—Sos mi hija...a parte, te dejaste el computador encendido ayer en casa. Y cuando fui a apagarlo, leí sin querer el apodo de tu perfil.— Me explicó con calma, tratando de que no mal interpretara como lo había descubierto. Señaló por el espejo retrovisor, al otro asiento. Y allí estaba mi ordenador, junto a mis cosas. A penas me había dado cuenta de que no lo tenía, con todo lo que había pasado.

—Gracias por traermelo.— Le agradecí con una leve sonrisa. —Pero es muy importante que no le cuentes nada a nadie.— Supliqué juntando mis dos manos.

—Tú secreto esta bajo llave. Igual, no entiendo por qué no usas tu nombre. Sos re buena escribiendo, no tenés nada de que avergonzarte hija.— Comentó tratando de animarme con sus palabras. Me sentía cómoda plasmando mis ideas de forma anónima, ya que nadie podría juzgarme por poner todo lo que pensara. De la otra forma, me torturarían por cada post y se burlarían de la chica nerd que se las da de blogger. Así que, me temo que eso es mejor ni pensarlo.

—Ya bueno...— Balbuceé dejando lo demás en el aire. No quería seguir hablando de esto.

—Llegamos.— Sentenció Ricardo con una sonrisa, parando el auto frente a la entrada. —Si querés que pase a recogerte, llámame, no hay ningún problema.— Añadió antes de que quitar el seguro de las puertas, para dejarme bajarme.

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A penas habían alumnos merodeando por los pasillos de la escuela. Me había adelantado un poco en llegar, incluso más que de costumbre.
Dejé las asignaturas que no necesitaría en la taquilla y las cambié por las que si.
Sentía como el cuerpo me pesaba, seguramente por no haber descansado nada, ya que me había pegado toda la noche llorando, dejando a mis ojos sin más reservas para gastar.
Lo cual se tomó por nulo, cuando escuché la voz de Gastón al principio del pasillo.
Empalidecí por completo, sintiendo un fuerte nudo creándose en mi garganta.
La mirada se me nubló. Genial, otra vez iba a ponerme a llorar.
No, no podés hacer eso Nina, tenés que ser fuerte. Ese mino, no va a jugar más con vos.
Lo mejor sería que lo evitase.
Un mensaje de texto, hizo vibrar mi teléfono. Bajé la mirada automáticamente al bolsillo externo de mi mochila, sacando el dispositivo de esta.
Acomodé mis gafas, ya que se estaban resbalando. Mis ojos se abrieron como platos, al recibir una foto de una nueva portada de revista. Salir en ella con Gastón no era lo peor. Mi mamá había comprado un ejemplar de esa revista. Y me había mandando un mensaje muy histérica pidiéndome explicaciones. Era algo normal, ya que en la portada salíamos...¿besándonos?
Al expandir la foto, mis labios se abrieron, para luego cubrirmelos con una de mis manos. Estaba muy impactada.
Nos habían fotografiado besándonos.
Pero ¿quién pudo hacer algo así?
¿Cómo consiguieron la foto?
Si cuando pasó eso, estábamos los solos en el callejón.
Todo esto olía a gato encerrado.
Negué para mis adentro, maldiciéndo la hora en la que había decidido llamar a Gastón aquel día, para que me ayudara.
Y para colmo, no había arreglado nada. Yo no soy su muñequita de feria y quiero mi invisibilidad cuanto antes. Esto de ser el ombligo del mundo, empezaba a estresarme. Todos me miraban con asco y ya hasta me escondía cada vez que veía a el grupo de las tres malvadas.
Solo de pensar en encontrarme con Delfina, me producía auténticas taquicardias.
Guarde el teléfono móvil nuevamente en mi mochila, no sin antes contestarle a mi mamá que cuando volviese a casa, se lo explicaría.
Otro problema más, a ver que excusa me inventaba para Ana...
Recuperé la compostura y volví a reanudar el paso. Deseaba poder hablar con Luna cuanto antes.
Al llevar mi mirada al frente, pude ver a Gastón, el cual hablaba animadamente con su mejor amigo, cerca de la puerta de mi clase.
Me negaba a pensar en la posibilidad de que me estuviera esperando para platicar.
Ya que yo, me iba a negar.
Entre risas, rodó sus ojos, chocando su mirada con la mía.
Inmediatamente, baje la vista al suelo, con la intención de no volver a subirla y poder salir corriendo de allí cuanto antes.
¿Pero a donde?
El silencio se hizo en el pasillo, casi por inercia, me dí la vuelta.
No sabía que hacer.

—Nina esperá.— Se animó a decir. De repente, unos pasos apresurados se escucharon resonando por el suelo en mi dirección. Sin darme cuenta, había empezado a correr. Empezaba la persecución.
—Pará, tenemos que hablar.— Volvió a hablar, esta vez con la voz muy agitada.
Yo no sabía donde esconderme.
Recorrí el largo del pasillo con Gastón pisándome los talones.
Divisé el cartel del baño de señoritas y sin pensármelo dos veces, abrí la puerta de este, para meterme en uno de los aseos, en el cual cerré también.

—Maldita sea.— Escuché el grito enfadado de Gastón, darle una pequeña patada a uno de los bancos de los alrededores.

Mi respiración estaba completamente descontrolada. Tenía el pulso por las nubes.
Había agotado las pocas energías que tenía, metiéndome el spring de mi vida, a primera hora de la mañana.
Necesitaba a mi mejor amiga con urgencia. Volvía a sentirme como una mierda.

[Narra Luna]:

Me baje del coche de la dueña de la mansión y tras colocarme la mochila en la espalda, salí corriendo rumbo al pasillo principal.
Nina me había llamado, parecía estar llorando y unos gritos muy fuertes resonaban de fondo.
Me asustaba que hubiese podido pasarle algo.
Al llegar, divisé a Matteo junto a Gastón, frente a la puerta del aseo de las chicas.
El cavernícola del amigo del rey de la pista, aporreaba con sus dos manos dicha puerta.
Yo sabía que allí dentro estaba Nina, pero aún no sabía por que había tanto revuelo por las cercanías.
A penas me había contado que se había escapado de Gastón.
Aclaré mi voz y apreté con fuerza las tiras de mi mochila y empecé a caminar hasta quedar al lado de ellos.

—Salí o entro...te juro que lo hago, no podrás pasarte la vida huyendo de mi Simonetti.— Sentenció con firmeza, mientras la amenazaba con enfrentarla en este momento. Típico de esos dos, o se hacía lo que ellos decían o se volvían unos tarados sin límites.

—Deja de acosarla.— Le ordené haciéndolo sobresaltar. —¿No ves que no quiere verte? Ya se siente lo suficientemente mal, como para que tú la vengas a torturar. Vete.— Lo miré con pocas ganas, apartándolos de la puerta, para poder pasar. Una vez dentro, la cerré con pestillo.
Dejé la mochila en la encimera de los lavabos y fui puerta por puerta, hasta dar con la que estaba cerrada.

—Nina, soy yo...Luna. Abreme por favor.— Apreté mis labios, tratando de ocultar mi mueca de preocupación y tristeza.
—¿Qué te hizo?.— Pregunté sin dar rodeos, al dejarme verla, con los ojos llorosos.

—Lo odio Luna...lo odio.— Sentenció lanzándose sobre mis brazos, abrazándonos como si no hubiera un mañana.
Me necesitaba y fuera como fuera, siempre estaría ahí para ella. —Nos tomaron más fotos juntos y a parte de ser otra vez portada, tenemos un artículo enorme hablando sobre nuestro "amor".— Comentó sollozando en mi cuello. —Mi mamá lo sabe...¿entendés? Va a matarme. Y todo por culpa de Gastón, es un cobarde. No tiene caso que siga suplicándole, por que no lo va a solucionar. Soy su juguete...— Se maldijo apretando un poco el borde de los hombros de mi chaqueta.

—¿Qué?.— Pregunté muy sorprendida, tras enterarme de todo lo que había pasado. —Ah no...este chico ya se pasó de lanza. Yo voy a hablar con el, por que esto no puede seguir así. Tú no eres su juguetito ni mucho menos Nina.— Le regañé con cariño, intentando hacerla entender que tenía que darse su lugar. Pero sobre todo a respetar.
Tenía que empezar a valorarse.

—Lo peor es que yo...lo quiero.— Me quedé de piedra. Se soltó de mi abrazo y me miró directamente a los ojos, mientras negaba con la cabeza, maldiciéndose por sentir cosas por ese chico.
Algo me intuía, pero no sabía que estabamos hablando de algo tan fuerte, como para seguir queriéndolo de la misma forma, aún cuando la ha lastimado tanto. Esto iba muy en serio.
Y me asustaba, temía que mi amiga, fuera víctima de otra de las mentiras del duo dinámico.
Aquellos dos se habían encargado de amargárnos la vida, incluso de hacérnosla imposible. ¿Cómo íbamos a salir de esta ilesas? 
Había que trazar un plan.
Pero...¿cuál?.

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