Capítulo 64.

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Antes de empezar el capítulo, os dejo arriba el linck a mi nuevo vídeo en youtube de la canción de Soy luna — Siempre juntos.
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Ahora sí, os dejo con el capítulo.

[Narra Matteo]:

Llevaba cerca de quince minutos caminando sin parar y a toda velocidad, sin dejar de pensar en lo terriblemente humillado que me había sentido, al tener que haber salido huyendo despavorido del parque. Estaba empezando a apreciar el cansancio en las piernas, ni en un duro día de ensayo sobre patines, me había dejado tanto la piel como para llegar en ese momento a casa de Gastón. ¿Qué diantres era lo que pretendía con eso? A parte de hacerme pasar el papelón de mi vida. Nunca lo había visto tan enfurruñado con algo como lo está por que acepte que me pasan cosas con Luna, cuando eso no es así..

Había estado tan ensimismado en lo más profundo de mis recuerdos, que sino llego a fijarme por despiste en el nombre de la calle, me la paso y llego al final de la barriada sin a penas darme cuenta. Giré en la siguiente esquina, caminé un par de segundo más y allí estaba a gran mansión de los Perida. Una vez frente a la gran verja de metal, pulse el timbre y enseguida una de las empleadas del servicio doméstico me abrió. Me sentía tan enojado, que mis malos pensamientos no me dejaban razonar ni pensar con claridad, solamente quería echarle en cara la pésima idea que había tenido.

—¿Qué onda, tanto me extrañabas hermano?.— Preguntó Gastón entre carcajadas, desde el gran sillón del salón, en el cual estaba recostado jugando a la videoconsola.

—¿Se puede saber en qué pensabas? ¿Por qué mierda hiciste eso?.— A penas fui consciente del tono de voz tan alto que había usado, hasta que lo vi dejar y apagar la partida. Esto era serio.

—¿De qué hablas?.— Abrió los ojos completamente sorprendido, pausando la partida del juego.

—Dale Gastón no te hagas el que no sabes, ¿Para qué nos citaste a Luna y a mi?.— Me crucé de brazos mirándolo con caras largas.

—Relájate, solo te estaba haciendo un favor, ¿no te dije que yo me encargaba de ayudarte?— Dejó el mando de la consola sobre la mesa, apagó la televisión y se arrimó hacia un lado, para que yo pudiese sentarme en el otro espacio.

—No podes ser más pesado vos...—Accedí a tomar asiento a su lado, resoplando un tanto frustrado, llevándome las dos manos a la cabeza. —No hay absolutamente nada en lo que me tengas que ayudar.— Respondí girando mi cuerpo con calma, para poder vernos mientras hablábamos.       

—Por favor Matteo...— Estalló en carcajadas mientras me miraba como si todo esto se tratase de una broma. —Sos el único pelotudo que aún no se ha dado cuenta, ¿en serio me lo decís?— Preguntó nuevamente intentando contener las ganas de reírse. —Hasta Ramiro se dio cuenta, ¿por qué pensás entonces que Ambar está tan desesperada por quitar a Luna de su camino?— Alzó una de sus cejas, poniendo esa típica cara de "Sabes que tengo razón".

—Ambar no soporta que pueda haber alguien que la iguale, refiriéndome al patinaje, obvio.— Me encogí de hombros, ignorándo las carcajadas de mi supuesto mejor amigo.

—Ni vos te la crees campeón.— Se burló de mi, dando varias palmadas de animi en mi espalda.
—Está muerta de celos por que vé como la miras y lo idiota que te pones cuando estás con ella.— Lo confesó con total seguridad haciéndome sentir algo incómodo.
—Y no me digas que no, te pones loquito cuando ves a Simón. ¿No te has parado a pensar en que por algo será? Dale, más blanco y en botella chavón.— Rodó los ojos mientras se quejaba de mi actitud indiferente.

Nuestro destino es chocar.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora