Capitulo 40.

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[Narra Nina]:

Allí estaba yo. Parada frente a la puerta del cuarto de invitados, de la gran mansión de los Perida. Un par de segundos mas tarde, abrí dicha puerta y me adentré por última vez, en aquella cómoda habitación. Quien lo diría. Sino llega a ser, por la reciente aparición en mi vida, de mi nueva mejor amiga Luna, conociéndome, jamás me hubiera atrevido a tener una amistad con Gastón, a arriesgarme a llamarlo encontrándome en serios problemas y mucho menos a refugiarme tras la disputa con mis papás en su casa. Y todo esto, gracias a mis pequeños avances para hacer desaparecer mi excesiva timidez. Quizás no estuviera progresando de la manera más apresurada, pero iba dando pasos seguros y firmes, sin miedo a pensar en querer retroceder. Al acercarme a la cama, hallé bien doblada sobre esta un par de calcetines blancos, unos pantalones negros ajustados, que parecían estar hechos especialmente a mi medida y una camiseta azul oscura, la cual me quedaba un poco grande. Al parecer, se había tomado la molestia de ordenar al personal, que me prestaran un par de prendas de su armario. Cerré los ojos y sin pensármelo dos veces, me acerqué la camiseta a la cara, para aspirar durante un par de segundos, todo el olor que desprendía esta. Mis fosas nasales se inundaron del delicioso aroma del perfume de Gastón. No podía creer, que yo fuese a llevar una de sus tantas camisetas. Podía considerarme una auténtica privilegiada. Después de fangirlear durante unos minutos frente al espejo por llevar su ropa puesta, decidí que ya era hora de afrontar la realidad. Recogí las pocas pertenencias que me quedaban y tras echar una última ojeada a la habitación, salí de esta, cerrando tras de mi la puerta. Atravesé a buen ritmo todo el pasillo y bajé las escaleras hasta llegar nuevamente al salón.
Lo busqué por las habitaciones cercanas, pero ni rastro de Gastón por ninguna parte.
No quería marcharme sin despedirme de él y mucho menos sin agradecerle nuevamente todo lo que había hecho por mi.

—Estas muy linda.— Su cálida y armoniosa voz, resonó por toda la habitación, haciéndome girar para encontrármelo a escasos centímetros de mi, con una de sus sonrisa de oreja a oreja.
O había escuchado mal o el chico de mis sueños me había elogiado. Mis mejillas no tardaron en delatar mi completo asombro, volviéndose coloradas.
Tenes que relajarte Nina.
Él solo está siendo cortés contigo, los caballeros siempre hacen eso.

—Vine a despedirme. Ya me voy. Muchísimas gracias por acogerme en tu casa y hacérmela pasar tan bien. Te debo una.— Algo en mi interior, se movió.
De repente, unas terribles ganas de llorar se adueñaron de mi.
¿Por qué estaba sintiendo esto?.
—Mañana me encargaré personalmente de devolvértelo todo.— Comenté refiriéndome a la ropa que llevaba puesta.

—Apuntaré eso.— Me miró mientras sacaba las manos de los bolsillos de la chaqueta. —Quédate la ropa.— Sentenció dejándome sorprendida.

—Pero es t...— Me interrumpió, por alguna extraña razón, antes de que pudiera seguir hablando.

—Pero ahora es tuya.— Finalizó con una amplia sonrisa en los labios, acercándome a el para darle un último abrazo.
Nunca me habían gustado las despedidas.

—Te voy a extrañar.— Y en menos que canta un gallo, desaparecí dejándole en estado de shock, parado en medio del salón.

[Narra Luna]:

Todo el trayecto de camino al Roller, me la pasé pensando en aquel repentino y sorprendente beso en la mejilla de Matteo. Seguía sin dar crédito a lo que había pasado. A penas estábamos empezando a ser amigos. Aunque..quizás solamente se estaba despidiendo, ya que no iba a estar viviendo más en la mansión. Y eso me ponía triste. Espera un momento...¿me pone triste? Oh dios mío, si...pero, ¿por qué?. Argh, últimamente no sé que pasa. Me irrita que tenga tanto poder sobre mi, se supone que debo saber manejar mis emociones, pero desde que apareció el chico fresa, siento que ya no puedo. Y no lo entiendo. A lo mejor, simplemente debo tomar distancia...así todo será mucho más fácil. Si, decidido. Eso es lo que haré. Caminé por la entrada hasta llegar al bar, donde allí, tomé asiento en uno de los sillones del centro. ¿Dónde estará metido Simón? Me dijo que era importante...a parte, quiero contarle todo lo que descubrí. No me quiero ni imaginar, la cara que pondrá cuando le afirme que fue Ambar, la que cambió mi examen. Él me había perjurado más de mil veces, que sentía que todo esto estaba formando parte, de un malévolo plan de Ambar, para arruinarme la vida. Mientras que yo, me mentía a mi misma, pensando que no podía ser capaz de ser tan mala. Pero, lo cierto es que sí. Podía y tendría que estar más alerta que nunca. Esa chica, no sabe donde están los límites.

Nuestro destino es chocar.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora