Capítulo 79.

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[Narra Matteo]:

Podría decirse que me había quedado paralizado allí en medio de la sala de estar, rodeado por un montón de alumnos que me observaban.
Mordí sutilmente mi labio inferior, rodando los ojos al compás, ocultando las ganas de gritar que me habían entrado.
Cada vez que me decidía por algo, terminaba poniéndose en mi contra.
La buena suerte con Luna no existe tratándose de mi...
Confesé para mis adentros en un intento frustrado de ponerle algo de humor a la situación.
No importa lo que pase, voy a seguir con lo que tenía planeado, si después de eso sigue comportándose de esta manera conmigo, me retiraré como buen caballero. Pero al menos sabré que hice caso a mis sentimientos y puse todo de mi parte para intentar tener algo con ella.
Nada ni nadie podrá detenerme, ni hacerme cambiar de parecer.
Bueno, ya va siendo hora de dejar el mundo de la reflexión.
Dí una pequeña vuelta en el sitio, mirando a cada espacio de la sala, provocando el silencio instantáneo, puesto que mi cara de malas pulgas lo decía todo.
No me apetecía tener que estar explicándome ni que empezasen a haber rumores absurdos.
Ser el chulo del colegio tiene sus ventajas.
Abandoné el sitio caminando sin ningún tipo de prisa, ya que para ser honesto, lo que menos me apetecía era hablar con Ámbar, pero si quería solucionar las cosas, tenía que hacerlo aunque no tuviera ganas.
Subí las escaleras hasta llegar al segundo piso, giré en la esquina, para avanzar por todo el pasillo hacia la habitación de Delfina, donde por alguna razón suponía que estaría.
Una vez allí, alcé la mano en un puño, dando varios toques contra la madera de la puerta.
Esperé un par de segundos en silencio, el pomo de la puerta se giró abriéndose y mostrando dentro del cuarto al grupo de las tres chicas juntas.

—Mi amor, me siento muy mal. ¿Te enteraste de lo que pasó?— Confesó Ámbar levantándose de la cama para venir a saludarme con un cálido abrazo, poniendo voz de apenada para hacerse la víctima.

—¿Nos pueden dejar a solas?.— Pregunté casi en forma de orden, separando con descaro su cuerpo del mío, creando una buena distancia entre ambos. Esperando pacientemente en silencio a que alguna de ellas dijera o hiciera algo.

—S-sí, estaremos cenando en el comedor, les dejamos charlar tranquilos.— Asintieron al mismo tiempo, saliendo amablemente por la puerta una detrás de la otra.

—¿Me podes decir que mierda pensaste, si es que pensas obviamente, cuando te volviste loca y casi agredís a Luna?.— Me crucé de brazos mirándola fijamente a los ojos, sin a penas moverme, dejando una postura firme a modo de muestra de la magnitud de mi enojo.

—Estoy harta de que todo el tiempo esté entre vos y yo, ¿acaso no ves que te quiere alejar de mi? Nos quiere separar Matteo. Yo estoy en mi derecho de defender lo que es mío y de luchar por nuestro amor. ¿entendés ahora?— Se justificó desesperadamente sintiéndose muy atacada por mi, tratando de quitar importancia a lo que había pasado, por el simple hecho de que fuese por amor o mejor dicho por un ataque de celos compulsivos.

—No, de ninguna manera, no la culpes a ella de lo que te encargaste de matar vos solita. ¿De qué amor me hablas? Con cada cosa que haces te encargas de alejarme aún más de vos, es más, no quiero seguir siendo tu novio, ni competir con vos, ni estar más cerca tuyo, sos tóxica. Se terminó Ámbar, no doy más.— Comencé a enfadarme mientras le soltaba una tras otra, sin a penas coger aire, estaba muy inspirado o quizás solo me sinceré por completo.
Aunque básicamente creo que fue la mezcla de ambas cosas.
Quité el anillo que tenía en mi mano derecha, devolviendoselo con malas caras y deseando que lo cogiera para desaparecer cuanto antes de allí.

—¿Perdón? ¿en qué momento perdiste la cabeza? Nosotros tenemos que estar juntos, somos los reyes de la pista, ¿que va a pasar con nuestra imagen? ¿que van a decir los demás? No no..de eso nada, esa chiquita no se puede salir con la suya.— Se negó escondiendo sus dos manos como podía, evitando coger el anillo de todas las formas posibles.
Parecía estar más preocupada por lo que dijeran, que dolorida por perder al chico que "tanto" quería.
Se movía por la venganza hacia alguien que no le había hecho nada.

Nuestro destino es chocar.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora