Capitulo 39.

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[Narra Gastón]:

—Si, yo me encargo de todo.— Asentí paseandome de un lado a otro, recorriendo todo el largo del comedor. —No no, ya los encontré.— Atravesé nuevamente la sala, hasta quedar frente al armario indicado y abrí dicho mueble para sacar lo que mis padres me habían pedido. —Ya sé mamá, tranquilizate,  haré lo que me pediste, está todo bajo control.— Otra vez el mismo discurso. Estaba un poco cansado de que me tratase como a un niño de cinco años. No hacía falta que me repitiera el plan un millón de veces. Sabía perfectamente lo que tenía hacer. —Perfecto. No hay drama.— Esbocé un leve suspiro mientras rebujaba todo mi cabello, tratando de desestresarme. —Buenisimo...si...chau.— Me separé el teléfono de la oreja y tras comprobar que había colgado, guarde el dispositivo en el bolsillo del pantalón.

Menos mal, parecía que nunca se iba a terminar. No tengo mala relación con mis papás, simplemente estamos flotando en diferentes órbitas.
Ellos están las veinticuatro horas pendientes a sus diversas empresas. Y precisamente tiempo para mi, nunca tuvieron.
Quizás ese es el precio que debo de pagar, por tener todo lo que se me antoja.
Al menos, no soy el único que se siente de la misma forma.
Matteo ha llenado cada momento con puras carcajadas, haciendo desaparecer las tristezas de mi mente. O al menos lo ha intentado. La cuestión es que le debo la vida a mi mejor amigo.
O más bien dicho, a mi hermano.
Recogí todas mis cosas, depositándo el manojo de papeles, que me habían pedido que envíe, en la misma mochila de la escuela.
Mañana, antes de ir a clases, me encargaría de pasar por la oficina de correspondencia, para encargarme de enviarlos a tiempo.
Me desabroché la chaqueta del uniforme, colgándola en el perchero del gran recibidor.
Me remangué las mangas de la camiseta y caminé rumbo a la cocina, me moría de hambre.
Al entrar, me encontré de frente con Nina. La cual estaba colocándo una rica milanesa sobre la mesa.

—¿Lo hiciste vos?.— Me relamí los labios tras oler el rico aroma.
No estaba al tanto de esta pequeña facéta de ella.
Cada día, más me sorprendía.

—Sí, te ví bastante preocupado por el llamado de tus papás y decidí que era buena idea quitarte un peso de encima. Espero que no te haya molestado mi atrevimiento.— Limpió con delicadeza sus manos en el delantal, para después desabrocharselo y colocarlo nuevamente donde estaba.

—Al contrario, no sé que hubiera hecho sin vos.— Una ligera sonrisa se adueñó de mis labios. —Blanca no aparece y yo no sé cocinar, asi que te lo agradezco, de verdad.— Deslicé la mano hasta llegar a mi nuca, para acariciarmela suavemente.

—No hay de qué.— Asintió terminando de colocar los cubiertos para sentarse frente a mi, en la otra silla. —Y...¿todo bien con tus papás?.— Cogió uno de los cuchillos y en un abrir y cerrar de ojos, repartió una buena porción de milanesa en cada plato.

—Eso quería platicar con vos...— Podía notar como la tensión en el aire se volvía cada vez mas evidente. Carraspeé acomodandome en la silla, pensando en como decirle lo que tenía que contarle.

—De-decime...— A penas pudo articular palabra. Relamió sus labios por culpa de los nervios y centró toda su atención en mi.

—Sin más rodeos...— Exhalé todo el aire que había cogido y me dispuse a empezar con el tema. —A parte de pedirme unos papeles que necesitaban del trabajo, me han comentado que ya hay rumores de que estoy de novio con una nueva chica.— Hice un pequeño parón, en el cual serví agua en mi vaso. —Eso no es lo peor. Salimos en la portada de la revista más importante del país, asi que contá con que salgamos en todas las demás.— El silencio inhundó por completo cada recobeco de la cocina, haciéndome sentir sumamente incómodo.
Estaba en shock, pero yo necesitaba que me dijera algo.
Lo que fuera.
—Obviamente, yo aclararé todo este mal entendido...vos, podés seguir quedandote en casa, todo el tiempo que querás.— Añadí tratando de destensar el ambiente que se había creado.

Nuestro destino es chocar.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora