Capítulo 1

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Era el 3 de septiembre de 1940 y un militar envuelto en su uniforme llamado Chris estaba en Gales por cuestiones militares: esa misma noche los alemanes sobrevolarían una pequeña isla y la bombardearían. No era de su agrado ser nazi  pero tampoco sería bueno que su superior supiera de su modo de pensar y lo atravesara con una bala. No estaba ni siquiera interesado en la guerra. Hitler no era la persona más idolatrada por él, de hecho estaba totalmente en contra de sus ideales. Pero al ser un hombre nacido en Alemania tenía que cumplir con los objetivos, si no probablemente ya estaría enterrado en algún lugar de Múnich

Aunque no lo hiciera él se sentía culpable por lo que los alemanes estaban haciendo, acabar con vidas de personas inocentes así como así no era una sensación que fuera agradable. Por eso cuando supo que iban a bombardear la isla, Chris pensó que esta se merecía a un último visitante que apreciara sus paisajes. No estaba muy seguro de si se iba  a sentir mejor o peor. Más adelante descubrirá que sería una de las decisiones más importantes de su vida.

Chris, en la mañana del 3 de septiembre,le pidió al coronel Ax- su superior- permiso para permanecer todo el día fuera de la base. Con el permiso admitido y con su uniforme puesto, Chris salió de la fortificación- una enorme estructura de metal en donde se encontraba parte del ejército Alemán-y caminó por la asfaltada calle principal . La ciudad portuaria de Gales estaba empezando su actividad diaria: los trabajadores se subían al bus que los llevaba a la ciudad, los niños iban hacia sus escuelas, los pescadores iban con sus redes hacia sus respectivos botes y las tiendas en los costados de la calle empezaban a abrir sus persianas para exhibir sus mercancías.

Hace solo un par de meses los alemanes les habían arrebatado una de las bases a los galeses, y la gente, con su debida razón, estaba totalmente aterrorizada. Cada vez que un hombre con uniforme alemán caminaba por la calle las madres sujetaban más fuerte a sus hijos, los hombres se subían los cuellos de sus abrigos y los niños miraban directamente al suelo. Todos los alemanes lo disfrutaban, excepto Chris. Hubo un día en que Chris se encontraba de vuelta de su recorrido por la costa, cuando a una señora de largo abrigo y guantes, que estaba justo al lado de él, se le cayó su cartera de mano. Chris se agachó, recogió el bolso y lo sacudió para que el agua no lograra traspasar la delicada tela. Tras verificar que no le había pasado nada se lo entregó a la señora, que estaba con los ojos abiertos como platos, y ella, petrificada, recibió el bolso. Toda la gente miraba totalmente impresionada la escena: un alemán siendo gentil. La gente parecía que había visto un ángel caminando por la calle. Desde ese día Chris decidió supervisar más a sus hombres.

El 3 de septiembre los soldados Alemanes escrutaban a las personas con la mirada y sin sacar el dedo índice del gatillo, el día anterior habían intentado recuperar la base.

Cuando la calle se terminó y dio paso al puerto, Chris fue azotado por el olor a pescado como una bandeja de hierro. El lugar estaba repleto de algas y de coloridos pero desgastados botes de madera con nombres como Reina Victoria II, Hércules, Odiseo, entre otros. Los hombres, que probablemente habían heredado el oficio de sus padres, circulaban con ritmo apresurado entremedio de las aves que se debatían ferozmente las sobras del día anterior. Más allá de ese plano se podía ver la pequeña isla llamada "Cairnholm", el lugar que probablemente ya no existiría para el día siguiente.

El ruido de las pisadas en el asfalto dio paso al ruido de charcos de agua viscosa. Chris buscó el cartel que había visto el día anterior, cuando tuvo que comprar pescado para abastecer la base. Estaba rodeando un bote cuando lo vio: era un delgado trozo de madera clavado con un enorme y oxidado clavo en uno de los postes de un toldo que cubría unos botes. En unos garabatos casi ininteligibles se podía leer "Cairnholm". Mientras Chris se inclinaba para poder ver el contenido del cartel, un hombre de poblado bigote se le acercó con cautela y dijo:

Miss Peregrine y el extrañoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora