Capítulo 49

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- Mayor, tiene visita

- ¿Alguien conocido?

- Creo que lo vi una vez, pero no sabría afirmarlo mayor

- Gracias, salgo enseguida – Apilo los papeles desparramados en el escritorio y salgo de mi oficina

- ¿Dylan? Que gusto verte – nos damos un abrazo - ¿A qué se debe esta agradable visita?

- Hay alguien que necesita atención médica y pidió estrictamente que tenías que ser tú – dice apuntando un auto aparcado con el índice. Unos rizos se escapan por uno de los costados

- ¿Millard? – unos ojos azules enmarcados en cejas se asoman. Una mano aparece y apunta a un callejón cercano. Asiento.

Llego a la mitad del callejón y apoyo la espalda en la muralla

- ¿Chris? – dice una voz

- ¿Millard? ¿Dónde estás? – un toque en la mano faltó para que apareciera por arte de magia delante de mis narices. Sus ojos me miran con duda

- ¿No me veías?

- Debe haber sido por el brillo, no te preocupes – muestra sus dientes con una sonrisa – Ahora... ¿Cuál es el problema? – se dobla la manga izquierda de su camisa blanca y el lado izquierdo de sus pantalones caqui. Dos rasmillones tapaban completamente su codo y su rodilla

- Las pilladas a veces son peligrosas – me agacho y envuelvo con mis manos su rodilla sin llegar a tocarla

- ¿Estás listo? – cierra los ojos, aprieta los puños e infla los cachetes a no más dar – Por lo que han dicho no duele... - asiente, pero se queda de la misma manera

Acerco lentamente mi mano hasta que siento el contacto. Trato de llevar ese calor usual que precede al efecto sanador, pero por alguna razón nada pasa

- No duele...pero tampoco hay ningún cambio – añade Millard

- Debe ser que tengo muchas cosas en la cabeza. Hagamos un segundo intento ¿sí? ¿Listo? – vuelve a ponerse como antes

Pongo mis manos sobre su rodilla y me concentro solo en el contacto. Me olvido del sonido y de lo que veo. Me imagino el calor expandiéndose por mis dedos y traspasándose a la rodilla herida de Millard. No pasaron más de cinco segundos hasta que efectivamente el calor emanó de mis manos

- ¿Ves? Solo necesitaba un poco de práctica. Sigamos con tu codo antes de que pierda el efecto

Cinco minutos después nos encontramos conversando con Dylan y Millard los juegos que solíamos jugar en nuestra infancia

- Recuerdo uno en el que le vendábamos los ojos a alguien, no me acuerdo del nombre – dice Dylan mientras se peina el bigote con su dedo índice y pulgar

- ¿La gallinita ciega?

- ¡Ese! – contesta Dylan con una risotada que hace que su bigote se mueva de un lado a otro

- Nosotros también lo jugábamos. Pero nosotros le añadíamos más dificultad; al que pillaba se le vendaba los ojos, y los demás se juntaban en parejas y juntaban el pie derecho de uno con el pie izquierdo del otro – trato de replicar con mis manos – las caídas eran la mejor parte

- Deberíamos intentarlo algún día con los chicos – comenta Millard

Después de por lo menos un par de horas de conversación se forma un silencio. En la parcial obscuridad del callejón, en parte por el perfil del lugar como por el avanzado atardecer, nos encontramos sentados en un círculo

- Deberíamos irnos, Alma se debe estar preguntando porqué nos tardamos tanto – dice Dylan levantándose y sacudiéndose sus pantalones – Y al que van a enfrentar es a mí, así que vamos pequeño escurridizo

Con un abrazo me despido de Millard

- ¿Puedes creer que una vez este niño me hizo el tonto?

- ¿Cómo? – digo revolviendo el pelo al peculiar

- Íbamos de vuelta a la isla después de un pequeño paseo. Habíamos mantenido una conversación sostenida, sin ningún espacio, y de momento, cuando estábamos entrando en el bosque me di cuenta de que estaba más callado de lo normal. Dije su nombre en voz alta y lo único que me contestó fue el eco de mi propia voz. Millard se había quedado en la playa. Estuve por lo menos 10 minutos hablando solo. Y puedes imaginarte lo que es buscar a alguien invisible

- Debe ser difícil

- ¿De qué estás hablando? Tú puedes ver cosas que otras personas no – me dice en tono autoritario Millard

- Pero no siempre fue así

- Nos veremos uno de estos días – dice Dylan a modo de despedida junto con un apretón de manos

- Nos vemos

- Más papeles, mayor – dice Eigner sosteniendo una torre de hojas que le llega al pecho. Suspiro, cierro los ojos y me llevo el índice y el pulgar al puente de la nariz

- Puedes dejarlo en el estante. Gracias Eigner – el soldado se cuadra y sale de la habitación con la misma velocidad con la que entró

Me levanto y me dirijo a la pila de manuscritos; todos tienen el mismo título "antecedentes". Líneas, líneas y más líneas de los frentes de batalla, el avance de cada país, los recursos de cada nación (incluso las de los enemigos. Todos conseguidos gracias a la inteligencia secreta) y el número de tropas, entre un sin número de otros asuntos con menos importancia.

Unos nudillos suenan nuevamente en la puerta

- Debe ser Eigner con más papeles – le digo a mi subconsciente

Me dirijo a la puerta con los ojos cerrados, no quiero ver la cantidad

- ¿No vas a abrir los ojos? – dice una voz que no esperaba escuchar. Abro los ojos de golpe y me encuentro con ella

- ¿Alma? – digo al tiempo de que estiro un brazo y la pego a mi cuerpo - ¿Cómo? ¿Quién? – apunta con su pulgar hacia su espalda

Asomo la cabeza y ahí está James con el entrecejo fruncido y jugando con su anillo

- Ya sabes que esto está prohibido, así que espero que valga la pena – dice sin levantar la vista

- Gracias – asiente con la cabeza y se va

Cierro la puerta y me giro para ver cómo Alma pasea su vista por toda la habitación

- ¿Quieres algo? ¿Tienes hambre? ¿Sed?

- No, estoy bien – dice al tiempo de que comienza a acercarse a mi escritorio

Reacciono demasiado tarde; una de sus manos se acerca a mi escritorio y toma uno de los papeles. Me quedo pasmado en la puerta. Su cabeza se levanta y vuelva a dejar el documento en su lugar. Se gira lentamente. Una lágrima resbala por su mejilla 



¡No olviden comentar qué es lo creen que va a pasar!

<3

Miss Peregrine y el extrañoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora