Capítulo 56

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Me paseo de un lado al otro mordiéndome la uña del pulgar. Un escalofrío me recorre la espalda cada vez que un grito desgarrador traspasa la puerta; Bronwyn pasa un brazo por los hombros de Claire cada vez que esta se cubre los ojos por los alaridos, Fiona se peina nerviosa sus trenzas, Horace juega torpemente con la cuerda de su reloj de bolsillo, el asiento de Millar cruje cada cinco segundos por su inquietud, Olive abre y cierra incesantemente los broches de sus zapatos, Enoch está con los codos apoyados en sus rodillas y las abejas de Hugh han estado en un silencio expectante al igual que su dueño. Pasan diez, quince, veinte minutos que parecen horas. Tras una hora de expectación la puerta de mi habitación cruje y se abre; una Miss Avocet con las mangas alzadas y suspirando camina hacia nosotros

- Deberíamos dejarlo descansar unas horas. No ha sido la mejor experiencia de su vida. Niños vamos a la cocina, creo que todos nos merecemos una buena once - los niños con rostros decepcionados bajan uno a uno las escaleras

- ¿Puedo? - le pregunto a Miss Avocet. Esta asiente un par de veces con un rostro lastimero

Chris se encuentra boca arriba con los brazos cruzados sobre su pecho como una momia. Su respiración está moderadamente agitada. Su rostro aperlado por el sudor está compungido. Una venda blanca le cubre la mitad del torso y un hombro.

- ¿Alma? - musita con voz afligida

- Shhhh... necitas descansar - poso mi mano en su frente - voy a ir a buscar paños fríos, tienes fiebre - cuando me estoy levantando unos dedos se aferra a mi muñeca

- No te vayas - se me sale una pequeña sonrisa. Vuelvo a poner su brazo sobre su torso, que hacen que un par de gemidos salgan de sus labios, y le doy un beso en la frente - No tardo

En un pequeño piso junto a los pies de la cama hay un bol con vendas, algodón y agua rojiza. Dejo el bol en la encimera de la cocina y boto todo su contenido para que los niños no lo vean. Mojo las pocas vendas nuevas que quedan en agua fría y vuelvo a subir a mi habitación. Me arremango la camisa y suavemente comienzo a pasarle la venda fría por el rostro; comienzo por la frente, paso por el corte en la ceja, bajo hasta su mejilla izquierda, donde una mancha azul-violeta le cubre la quijada y media mejilla, rozo con mi pulgar el corte del labio y sigo delineando hasta su quijada derecha

- Te extrañé - su cálida mano envuelve la mía contra su mejilla. Sus nudillos purpúreos tiene restos de sangre seca.

- Yo también te extrañé - y por primera vez después de dos días sus ojos están sobre los míos.

El estómago se me vuelve a encoger como cuando lo vi hace unas horas, moribundo y apenas inconsciente.

Después de que hubieran pasado dos horas desde su partida sentí que algo no estaba bien. Siguieron la tercera y cuarta hora en donde mi anillo tuvo que soportar mi nerviosismo, le daba vueltas y vuelas preguntándome donde estaría. Cuando se cumplió la quinta hora Horace estaba igual o más nervioso que yo; se paseaba de un lado a otro con los brazos en la espalda y revisando su reloj de bolsillo más veces de las que pestañeaba, hasta que finalmente dijo:

- Debo decirle algo Miss P

Cuando terminó su relato tenía las manos sudadas, la garganta seca y el estómago apretado. Ni siquiera pensé en regañar a Horace - tampoco es que fuera su culpa. Él no sabe cuáles de sus sueños son premonitorios - solo salté del asiento y fui a buscar a Miss Avocet mientras montones y montones de sucesiones de imágenes se agolpaban violentamente en mi cabeza; Chris tirado en un lugar desierto, de camino a Inglaterra para ir a la guerra, inerte en el suelo. Sucesiones de imágenes que hicieron que la adrenalina corriera por mis venas y que mi corazón latiera desbocado.

Miss Peregrine y el extrañoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora