Entramos a la casa en donde Miss Peregrine me llevó a la cocina. Esta consistía en estantes y encimeras de madera, una mesa para seis personas, un refrigerador, un horno, un lavaplatos y una lámpara que pendía sobre la mesa. Las murallas tenían un papel mural de girasoles y las ventanas estaban tapadas con cortinas de género. Entramos y yo me apoyé levemente en la mesa, que se encontraba apoyada en una de las murallas de la cocina, mientras me pasaba la lengua por el labio sintiendo ese típico sabor a metal de la sangre. Miss Peregrine cerraba y abría múltiples muebles y sacaba frascos con extraños contenidos. Tras una exhaustiva búsqueda dejó un frasco trasparente que contenía, al parecer, azúcar. Se arrodilló para sacar un paño de debajo del lavabo. Cada movimiento que ella hacía lo hacía con gracia y con un tipo de delicadeza oprimida...o simulada. Su peinado y su vestido estaban igual de perfectos que en la mañana y lo que no podía dejar de ver eran sus maravillosos ojos. Eran de un color que parecía un azul-plomizo pero a veces se veían de un suave verde. Cada movimiento que efectuaba con la vista era corto y preciso. Creo que nunca había conocido a una mujer como ella. Y debo admitir que hace mucho tiempo no mantenía una conversación con una...y menos una habitación.
- Lamento haberla alarmado Miss Peregrine- dije apoyando ambas manos en la mesa
- La alarmada no era yo, era Miss Avocet. Aunque debo decir que los cortes que tiene en la frente y en labio me causaron un enorme desconcierto- me toqué instintivamente la frente que aún emanaba un poco de sangre
Miss Peregrine se mantuvo de espaldas a mí durante un buen rato, en el que al parecer, echaba la azúcar en un pocillo, luego le agregaba agua y finalmente batía. Al fin Miss Peregrine se dio vuelta y se dirigió hacia mí con la vista clavada en un pocillo que parecía agua sucia. Dejó el pocillo en la mesa a un costado de mi cuerpo y mojó una de las puntas del paño en él. Tomó hábilmente el trapo y con una enorme delicadeza empezó a dar cortos golpecitos en mi frente. Mi cara sufrió una mueca
- ¿Está usted bien? – preguntó Miss Peregrine cuando se percató de mi mueca
- Si, lo siento
Siguió con la curación de mis heridas.
- Miss Peregrine le puedo pedir un favor
- Por supuesto- dijo sin sacar la vista de mi frente
- ¿Me puede llamar por mi nombre? Cuando me dicen señor Häusser siento que soy viejo
- Por supuesto Chris- dijo con una sonrisa- y si es así, usted puede llamarme por mi nombre: Alma Lefay Peregrine
- Un placer-dije estirándole la mano a Alma- soy Chris
- Alma- dijo Miss Peregrine estrechándola
Iba a untar nuevamente el paño en el pocillo, y por cortesía me adelanté y lo tomé primero, y en ese momento nuestras manos se rozaron. No fue como creí que sería. Me imaginaba que sus manos estarían tajadas y ásperas por todo el trabajo que hacía, pero lo que toqué fueron las manos más suaves que había sentido en mi vida. Tratando de no darle tanta importancia a lo sucedido Miss Peregrine untó rápidamente el trapo en el pocillo y siguió el trabajo con mi cara. Esta vez, eso sí, estaba más cerca que antes: al parecer quería sacar hasta el último trozo de corteza que estaba en mi frente. Tras una laboriosa limpieza Miss Peregrine siguió con mi labio
- Antes de que prosiga Miss Peregrine le puedo preguntar ¿De qué está hecho eso?- dijo apuntando al "agua sucia"
- Es una vieja receta que Miss Avocet me enseño. Es agua con azúcar. Primero se refriega en el área dañada, se espera un tiempo y después se retira con abundante agua
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Miss Peregrine y el extraño
FanficMiss Peregrine la madame más querida por los peculiares habitantes de una pequeña isla... ¿Qué hubiera pasado si la historia fuera distinta?¿Si hubiera llegado un militar que hubiera descubierto que no era normal? ¿Qué pasaría si ese militar hubier...