Capítulo 18

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- Creo que deberíamos volver

Era le voz de Miss Peregrine que se encontraba entre Horace y Enoch esperando a que Emma terminara de secar su ropa. Eran ya aproximadamente las seis de la tarde, y tras un largo y agotador día en la playa todos querían volver a la mansión – incluyéndome - . Recogimos las cosas, nos cambiamos de ropa y emprendimos el viaje de vuelta.

Cansados y rendidos a los brazos de Morfeo los peculiares caminaban con un ánimo lánguido y pesado. Y ya que Horace era uno de los más cansados me ofrecí a llevar a Olive, pero esta decidió ponerse sus pesados zapatos y caminar por la tierra. Bronwyn era la única que parecía hecha de hierro; aun llevando todas las cosas parecía que hubiera descansado todo el día. Con paso tranquilo atravesamos el bosque y llegamos a la casa. La misma brisa despeina los árboles y el sol los recorta, y hace que todo tome un color anaranjado, dándole un tono tranquilo a la tarde. El olor a pino llega desde todos lados

- ¿Quién va a ser el primero en bañarse?

- Tú Fiona – contesta Miss Avocet

Estábamos a solo un par de metros de la casa. Lo más ansiosos se adelantaron y  se quedaron esperando en el porche a Miss Avocet que venía, como yo, un par de metros atrás

- ¿Te quedarás? – me pregunta Olive

- Lo siento, no puedo

- ¿Algún día lo harás? – me pregunta Claire

- No lo presionen, recuerden que él tiene responsabilidades fuera de este bucle – inquirió Miss Peregrine.

Al parecer ambas quedaron muy poco satisfechas con la respuesta. Me miraban con ojos suplicantes.

- Todo a su tiempo – les dije, pero parecía más un consejo para mí dicho en voz alta. Les guiñé un ojo

Al parecer con eso quedaron más complacidas.

Entramos a la casa, la mayoría de los niños se fueron al living a, literalmente, tirarse en los sillones. Yo me dirigí a la cocina a ayudar a Miss Peregrine y Miss Avocet a ordenar las cosas.

- ¿Necesitan ayuda?

- Lleva esto al segundo piso, por favor – dijo Miss Avocet entregándome las mantas -déjalo sobre cualquier cama

Tomé las mantas, salí al pasillo y subí las escaleras. El segundo piso era casi igual al primero pero con menos muebles. Los escalones y el piso de madera del segundo piso crujían bajo mis pies. Lo único que flanqueaba las murallas del pasillo eran cómodas de oscura madera que al parecer tenían ropa. Por lo menos había siete u ocho habitaciones además de un baño. En algunos de los cuartos los niños dormían en parejas y en otros solos. Había de todos los gustos: había una que era completamente rosada con peluches en estanterías y con dos camas, una cama de tamaño normal y otra gigante reforzada con acero – obviamente de Bronwyn - , otra que tenía diversos mapas pegados en las murallas, otra que tenía plantas por doquier, otra que tenía una cama con una correa que la atravesaba por la mitad – probablemente de Olive- , otra que tenía un inmenso armario plagado de impecables trajes , una que tenía un mosquetero adosado a la puerta – Hugh -, otra que estaba completamente oscura, y habían un par de habitaciones más pero no me aventuré a ir a verlas. Todas las puertas estaban abiertas, excepto una. Era la última puerta del segundo piso, era una inmensa puerta de madera oscura con varios cerrojos. Cuando puse mi mano en el pomo de la puerta e intenté abrirla un sonido seco lo impidió. Me quedé con la curiosidad pero no seguí pensando en eso, en su lugar me dirigí a la pieza que estaba completamente oscura. Después de un par de segundo de entrar mi vista se adaptó a la poca luminosidad: tenía un montón de frascos con distintos órganos en amarillos y verdosos líquidos en inmensos estantes, tenía que ser la habitación de Enoch. Deje las mantas en los pies de la cama y me dirigí al primer piso.

Fui a la cocina, retiré mi uniforme que estaba sobre la mesa y me fui al baño. Me saqué el traje de baño, me puse mis pantalones, revisé mi herida, me terminé de vestir y dejé el traje de baño en el canasto.

Ahora absolutamente todos estaban en el living echados en los sillones luchando con todas sus fuerzas por mantener los ojos abiertos. La primera en girarse a verme fue Miss Peregrine quien primero miró mis ojos y después el uniforme.

- ¿Ya te vas? – preguntó Jacob

- Sí – dije sin quitar los ojos de Miss Peregrine

- ¿Volverás? – preguntó Claire

- Por supuesto. No se desharán de mi tan fácilmente – dije con una sonrisa

- Trata de que no te pase nada de aquí a mañana, tengo una peculiaridad que mostrarte – dijo Enoch haciendo movimientos con sus dedos

- Trataré. Entonces...mañana nos vemos

- ¿Millard, puedes acompañar al capitán? – dijo Miss Peregrine

- Indudablemente

Me despedí de los niños y de Alma con un gesto desde la entrada del living. Millard subió a su habitación a buscar un suéter y luego de eso salimos por la puerta principal. Estábamos bajando los escalones cuando el sonido de las bisagras de la puerta nos hizo girarnos. Miss Peregrine, con la ropa que antes estaba mojada y con su pelo despeinado pero igual de hermoso, estaba de pie en el porche.

- Mmm...Eh...solo quería – subí los escalones – quería recordarte que tienes que revisarte el parche apenas llegues a tu base

Me acerqué hasta quedar a un par de centímetros de ella y le planté un beso en la mejilla

- Lo haré

- Adiós – dijo en un susurro apenas audible

Caminé junto a Millard hasta llegar al claro con los arbustos conversando de lo bueno y divertido que había sido hoy.

- Hablé con Dylan sobre cómo te había vista ayer, y me dijo lo de la "charla"

- ¿Qué charla?

- Ya sabes...eso de prepararse psicológicamente para que cuando los bombarderos pasen estés totalmente tranquilo

- Ah...esa charla

- ¿Pudiste? – me tomé un par de segundos para responder

- No...de hecho esto – dije señalándome las costillas – fue por los bombarderos

- Ufff... ¿Tanto nos quieres? – dijo Millard vacilón

- Sí, pero no le digas a los demás

- ¿Qué pasaría si les digiera?

- Algo así – lo tomé por la espalda y lo levanté haciéndole cosquillas

- ¡NO LES DIRÉ! – dijo entre risas - ¡DETENTE!

- ¿Lo prometes? – le pregunté sin dejar de hacerle cosquillas

- ¡LO...LO PROMETO! ¡DETENTE!

- Ok – lo bajé

Llegamos al claro de los arbustos

- Nos vemos mañana fantasmita

- Adiós capitán – dijo cuadrándose como un soldado

Me paré entre los arbustos del minotauro y la sirena, cerré los ojos y sentí, nuevamente, la horrible sensación. Abrí los ojos y Millard ya no estaba, solo había un espacio vacío, igual que en mi, ahora, vacío corazón...Ah y lluvia. Llovía como nunca antes había visto llover. En apenas un par de segundos ya estaba estilando.

Miss Peregrine y el extrañoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora