Capítulo 38

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- ¿Qué hora es? – dice mientras apoya su mentón en mi pecho

- No sé, cuando quise sacar la mano para verla me reprendiste dormida

- ¿En serio?

- Si – ahora sí, saqué la mano y pude ver la hora: "8: 27" – son las ocho de la mañana

- ¿Tienes hambre?

- No

- No importa, vamos a desayunar – se separa un par de centímetros pero mis brazos impiden que se siga separando

- ¿Por qué no te levantas? – digo con una sonrisa burlona. Sigue forcejeando, pero mis brazos no la liberan. Se vuelve a recostar y me planta un beso en los labios, dejando a todo mi cuerpo indefenso, y después, en menos de un segundo, se separa – eso es trampa...

- ¿No te gustó? – me quedé en silencio

- Vamos...

Se toma el pelo en una coleta antes de tomar la tetera y dejarla bajo el chorro de agua

- ¿Qué quieres tomar? – dice en puntillas mientras trata de alcanzar dos tazas de uno de los muebles superiores. Una de las puertas no me deja ver su cara pero estoy seguro de que debe estar con el entrecejo fruncido

- Te quiero – el sonido de la porcelana se detiene y ella vuelve a posar lentamente sus pies en el suelo, cierra la puerta y se gira hacia mí– té, quiero té – forma una sonrisa antes de volver a darse vuelta negando con la cabeza

- ¿Esa es tu mejor frase?

- La mejor que he escuchado

- ¿A cuántas se la has dicho?

- Solo a las que me han importado

- En números capitán

- Una... - ahora sí que se gira completamente y apoya su peso en el mueble

- Ven aquí – dice lentamente

La observo apoyada en la encimera con su pijama de dos piezas y con una sonrisa pícara e imagino como sería tener una vida estable, un hogar, una familia.

A muchas personas se les podría preguntar ¿Qué es un hogar? Y se encontrarían múltiples respuestas. Para mí, como me doy cuenta ahora, es donde esté "ella", la mujer que me sacó de una pesadilla y me ofreció su mano para reconstruirme, o mejor dicho, construirme desde el principio, pedazo a pedazo con su tan característica paciencia y cuidado.

Me acerco, ella posa sus manos en mis mejillas y las acaricia lentamente con sus pulgares

- Yo también quiero té – dice a unos milímetros de mis labios

- ¡Buenos días! – dice una voz a nuestras espaldas. Nos separamos en menos de un segundo

- Buenos días Miss Avocet – decimos casi al unísono

- Para que el agua hierva tiene que estar sobre el fuego – dice apuntando a la tetera que seguía en el lavamanos. Alma la toma y, luego de prenderlo, lo deja en uno de los fuegos – ¿Cómo pasó la noche capitán? – "capitán"... solo con esa palabra me recuerda el por qué estoy aquí

- Bien, el sillón es más cómodo de lo que pensaba

- Me alegro... ¿té o café? – dice mientras pone una caja metálica en la mesa

Miss Peregrine y el extrañoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora