Capítulo 37

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- ¿Tú tampoco puedes dormir? – dice Alma desde el marco de la puerta

- No... - cierro la boca y veo como se acerca

- Veo que has mantenido la chimenea prendida – dice echándole un vistazo al fuego

- Es lo mínimo que puedo hacer – una sonrisa se forma en su rostro. Se sienta en el sillón y sin dejar de mirar el fuego dice:

- ¿Caes estirado aquí?

- Sí...de hecho sobra espacio – asiente y frota sus manos - ¿Tienes frío?

- Un poco – me giro, desenvuelvo una manta que no quise usar, y que había dejado a los pies del sillón,  y la paso por sus hombros – Gracias...

- Ven aquí – mi mira, sonríe, se acerca y yo rodeo su cuerpo con un brazo y sostengo una de sus manos con la otra – Estás muy fría ¿Te pasa todas las noches?

- Mmm...no

- Tengo una idea – apoyo mi espalda en la esquina del sillón, con las piernas sobre el mismo, y saco una de las mantas que tenía estiradas – ven – se me queda mirando un momento – no muerdo... por lo menos no hoy – vuelve su cabeza hacia la chimenea y la luz reflejada en su rostro me deja ver como niega con la cabeza mientras sus comisuras se curvan en una gran sonrisa. Se inclina hacia mí, apoya su nuca en mi pecho y pone sus piernas junto a las mías. Pongo la manta sobre nosotros y mis brazos alrededor de ella. Nos quedamos un buen rato en la misma posición, semi sentados, contemplando el fuego. Su cuerpo no se mueve para nada más que para inhalar y exhalar aire serenamente. Por fin, luego de un largo rato, el sueño se va apoderando de mis ojos que parpadean pesadamente. Las lentas caricias que hago sobre los brazos de Alma se detienen. Mis ojos se cierran

Un golpe en mi costado me hace abrir los ojos. A medida que voy abriéndolos llegan a mí los otros sentidos. Veo un cielo grisáceo con columnas de humo. Ruido de bombas, balas y gritos llegan a mis oídos. Algo pesado se encuentra apoyado sobre mí

- Hola capitán – dice un hombre de casco sonriendo. En un segundo quedo sentado en el un cráter humeante...el mismo que en el sueño anterior. Miro al soldado que se encuentra apoyado con una rodilla en el suelo y con una mano sobre el casco

- ¿Qué? ¿Cómo?...

- Está en el mismo sueño capitán

- Mayor – es lo único que puede formular mi cerebro luego de un tiempo. Una sombra pasa por los ojos del soldado que ignora por completo el ambiente en el que nos encontramos

- Vaya...pensé que tendría más tiempo...

- ¿Tiempo para qué? ¿Dónde estoy?

- Mayor – dice poniendo una mano sobre mi hombro con una sonrisa cargada de ternura – yo soy Abe Portman, soy un peculiar – en ese momento una granada cae a un par de metros de nosotros, llenándonos de pequeños restos de tierra – esto que vez a tu alrededor fue creado por ti... más bien por tus poderes

- ¿Por qué? – digo tras una pausa

- Verá...hay una pequeña "leyenda" de que los originales pueden sentir y reaccionar, a veces sin su propio consentimiento, el peligro – me mira tratando de ver alguna reacción de mi parte – Sé, que eres nuevo en este, por lo tanto necesito que lo asemejes de a poco... Necesito que se levante mayor – dice estirando su mano hacia mí. La tomo aun procesando toda la información – todo esto es tu imaginación...no hay peligro aquí – me levanto y miro a mi alrededor; todo se ralentiza por un momento, dejándome ver hasta el más mínimo detalle...el agujereado suelo, montones de hombres corriendo, sus temblorosas manos sobre el fusil, sus embarrados uniformes...incluso el sudor que les corre por la frente. Salgo del cráter, con todo mi alrededor detenido como en una película, y me acerco a un soldado. Leo el pequeño parche con su nombre y me quedo mirando a sus ojos, esos ojos que parecieran que reflejaran toda una vida.

- Es tan real...- susurro para mí mismo

- Suficiente por hoy – dice Portman poniendo una mano sobre mi hombro – hora de despertar...

Abro los ojos de golpe y los cierro aún más rápido por la cegadora luz que me llega desde una de las ventanas. Es en ese momento cuando siento un peso sobre mi cuerpo; una mano sobre mi pecho, un rostro sobre mi pecho...el rostro más hermoso con el que he despertado. Ella apoyada con la mitad de su cuerpo sobre mí, yo con un brazo alrededor de ella y el otro brazo sobre mi pecho, encima del dorso de su mano. Su tibio cuerpo desprende ese olor tan característico de ella, ese olor entre dulce y refrescante. Con un ritmo calmado la espalda de Alma sube y baja sutilmente, su enmarañado pelo le cubre la mitad del rostro, pero tras la otra mitad se ve una expresión de serenidad extrema. Suelto, por unos segundos, su mano y con suavidad pongo los mechones de pelos que cubrían su rostro tras su oreja... Y aquí la tengo....solo para mí. Ahora me doy cuenta que daría hasta la mejor aventura del mundo, por pasar solo un par de minutos más con su cuerpo junto al mío

- Te quiero... - susurro mientras miro como la luz matutina baña su rostro, sus facciones, sus pestañas, sus mejillas, sus labios y vuelvo a poner mi mano sobre la suya  

¿Alguien se dará cuenta del poder, de la esencia de ver a alguien durmiendo? Ese momento en que ninguna preocupación crispa el rostro, donde no se intenta encajar en ninguna parte...solo respirar, es como si dejaras ver a la verdadera persona que tienes dentro... y yo tenía a Alma dormida en mi pecho y juraría que mi corazón se separa de su nido para poder estar más cerca de ella. Sentir su cuerpo aferrado al mío tan imperturbable hace que cada uno de mis células se relaje. Intento separar nuevamente  mi mano de la suya para poder ver la hora, pero cuando intento mover un dedo su rostro hace una mueca y un bufido en tono de queja sale de su boca. Dejo que pasen un par de minutos y lo intento de nuevo, pero esta vez no solo su entrecejo se frunce, sino que su mano se cierra, tomando parte de mi caseta y abre los ojos lentamente., clavándome sus, hoy, azulados iris. Sonríe al notar que no es la primera en despertar

- Buenos días extraño – dice pegándose aún más a mí

- Buenos días guapa... 

Miss Peregrine y el extrañoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora